El ecuador de 2013 quizá marque un punto de inflexión. Algo en la percepción general de las posibilidades de nuestra economía está cambiando, como ha cambiado en el curso de pocas semanas el tono de los mensajes gubernamentales, emitiendo en positivo donde antes predominaba lo lúgubre. Por eso resulta especialmente oportuna la reciente publicación de una obra que aporta sólidos argumentos para creer en la capacidad empresarial española: “Fortalezas competitivas y sectores clave en la exportación española”, editada con esmero por el Instituto de Estudios Económicos y realizada por un equipo de reputados profesores bajo la dirección de Rafael Myro. Una excelente investigación que, escapando de la perspectiva meramente agregada, analiza nuestro patrón exportador con la intención de explicar la vigorosa dinámica exportadora de España desde el arranque mismo del siglo, un desempeño que ha devenido formidable en el curso de los años y meses más cercanos, cuando la contribución positiva del sector exterior está amortiguando sustantivamente la severidad de la crisis.

Varios son los ángulos de estudio que los autores escogen, con resultados en cada caso estimulantes. Por lo pronto, si se atiende a los productos, en contra de la imagen tópica de un sector exterior anclado en el turismo y en unos pocos bienes escasamente elaborados, la competitividad de las exportaciones españolas se sustenta en un amplio elenco de sectores, destacando como “estrellas”, tanto algunos que han tenido una alargada presencia en mercados foráneos (automóviles, alimentos, bebidas y tabaco, metálicas básicas, caucho y plásticos, textil y confección), como los que muestran un rápido progreso (medicamentos, maquinaria agrícola e industrial y un abierto abanico de productos químicos), lo cual revela, en su conjunto, que exportamos bienes con un grado de sofisticación tecnológica medio-alto, a lo que hay que añadir la creciente proporción, en la partida de servicios, de los servicios no turísticos, particularmente de servicios avanzados, esto es, de servicios a las empresas. La capacidad competitiva de las exportaciones españolas se refleja también en los mercados que logran penetrar: aquí, la elevada concentración en la Unión Europea va dejando paso a una diversificación geográfica al incorporarse países de Asia, África y América Latina. En fin, si se atiende a las empresas exportadoras, el tamaño resulta decisivo. Como es pauta generalizada, un selecto grupo de grandes empresas sostiene el incesante ascenso de la exportación española. El 5 por ciento de las empresas más grandes por exportación realiza el 75 por ciento de las ventas exteriores. El tamaño sí importa. Las grandes empresas poseen elevadas productividades y han sufrido un menor avance de sus costes laborales unitarios.

Lo cual remite a la cuestión primera y central: ante la imposibilidad de recurrir a una devaluación, solo cabe afianzar la competitividad en precio de los productos españoles conteniendo los costes laborales y aumentando la productividad (“devaluación interna”), así como ampliar la proyección internacional de nuestros mercados de servicios, a través de una ambiciosa estrategia de innovación. La obra comentada así lo registra rigurosa y pormenorizadamente. Una muy valiosa contribución “en positivo”.

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