He estado siguiendo el debate por el que ha ido discurriendo estos últimos meses  la denominada  burbuja educativa  en  su dimensión social y particularmente empresarial. Probablemente costará aislarla de los  recortes presupuestarios anunciados y los que presumiblemente están por venir en España.  Nuestras universidades se ven sometidas a fuertes tensiones financieras en un marco tecnológico muy cambiante y bajo una percepción social de exigencia y competitividad internacional. Quizás nuevas iniciativas, a las que me referiré más abajo, deban verse como una oportunidad en el presente escenario de debilidad presupuestaria.

Existen numerosos estudios e investigaciones que han puesto claramente de relieve el importante desajuste entre la oferta y demanda universitaria tanto en formación como en investigación. Muchos de ellos incluso asumiendo indicadores endogámicos generados por el propio sistema universitario. No es un debate exclusivo de nuestro país. Es curioso que un sistema de referencia como el estadounidense en la actualidad sea acreedor de reflexiones como esta: Our Universities: Why Are They Failing? (ver al respecto ¿El fracaso de nuestras universidades?).

Detrás de muchas de estas percepciones está la presunción de si nuestras instituciones educativas son suficientemente innovadoras en un entorno global y altamente exigente en términos de competitividad empresarial. Máxime si algunos cambios tecnológicos pueden poner en crisis los propios fundamentos de la inversión educativa. Un tema que en mi opinión requiere la atención de los economistas mucho más allá de esta mera reflexión.

Las universidades no son un caso aislado. Empresas de referencia de muchos  sectores básicos se están viendo afectadas por el cambio tecnológico y la innovación ligada a las TIC. Desde la prensa en papel a la banca pasando por la publicidad o  las aerolíneas tradicionales. Quizás unas buenas dosis de anticipación y  diligencia  a la hora de administrar la innovación educativa pudieran hacer más asimilable cambios en las pautas de consumo y reformas estructurales de entidad.

Innovación tecnológica y universidades

El Georgia Institute for Technology’s Center for 21st Century Universities es una buena muestra del inventario de cambio en la agenda de las universidades. Acelerar la innovación es su misión fundamental.

Tras muchos intentos fracasados a finales de los noventa por parte de consorcios de universidades anglosajonas todo parece que está cambiando a la luz de una creciente y masiva cultura digital de profesores y estudiantes. En contraposición a las propuestas cerradas y de pago, en los últimos años los movimientos de éxito se ha orientado a iniciativas  abiertas, gratuidad de acceso a los recursos y a la formación y el cobro de servicios por la certificación de conocimientos.

Según muchos expertos los MOOCs  (Massive open online courses) están llamados a revolucionar la oferta educativa. Detrás de estos cursos están instituciones educativas del prestigio de Stanford o el MIT. Democratizar una educación,  gratuita, accesible para todos, en todas partes, y en cualquier momento son algunos de sus principios. Udacity o MIT-X como extensión del OCW, son algunos de los proyectos que generan matriculas de cientos de miles de alumnos  a sus curso abiertos (al respecto puede verse Cursos masivos online ¿universidades del futuro?)

Son pasos alentadores en un marco donde  una empresa como Google (Google Books, Google Scholar, Google Apps for Education…) ha hecho más por la producción de bienes públicos digitales que muchas de las instituciones públicas (universidades incluidas). O iniciativas de profesores como la de Khan Academy, cuya visibilidad en la red supera actualmente a todas las universidades españolas (ver tráfico comparativo en Google Trends) con una biblioteca de más de 3.000 vídeos y numerosos ejercicios prácticos que cubren matemáticas, física, economía, historia, etc. fomentando el «autoaprendizaje a tu propio ritmo».  Algunos expertos han calificado este tipo de iniciativas como «metodologías tecnológicas perturbadoras».

Estas «perturbaciones» ponen de relieve algunas de las debilidades de nuestros sistemas educativos.  También, según numerosos analistas americanos, provocarán cambios importantes en el consumo y la producción universitaria.  Los mercados imponen una formación permanente. En este entorno quizás los alumnos estudiarán lo que quieran estudiar, no lo que los académicos deseen enseñar. Al respecto, las nuevas propuestas tecnológicas se adaptan a las necesidades de los estudiantes. Las ofertas en línea serán para los estudiantes tan familiares como sus vídeos en YouTube, y no serán simplemente imágenes de una cámara frente a una clase tradicional con un profesor tradicional y una convencional presentación en power point. Más bien se trata de productos a medida, bien hechos, vídeos eficientemente editados u otras presentaciones visuales diseñadas con el estudiante en mente.

En este marco es lógico que las universidades tiendan cada vez más a compartir recursos con otras universidades. Una universidad no puede ser buena o excelente en todo. La red impone especialización y necesidad de ganar reputación internacional. A los alumnos se le plantea la posibilidad de acceder a recursos docentes gratuitos de gran calidad y también la oportunidad de acceder a acreditaciones y certificados emitidos por las instituciones universitarias más prestigiosas del mundo, seguidos en cualquier momento y desde cualquier lugar.

La liberación de recursos que impondrá la especialización universitaria  permitirá aliviar anunciadas restricciones y poner énfasis en otras vertientes de  actividad  no menos prioritarias en los momentos actuales. Quizás muchos de los recursos presenciales deberían volcarse hacia otros ámbitos de la misión universitaria ligados a los ecosistemas de innovación:  empresas de base tecnológica, emprendedores, startups, innovación abierta transferencia de tecnología en un entorno donde es urgente y vital crear empleos ligados a sectores del conocimiento (Ver Una cultura de empresas de base tecnológica y emprendimiento universitario).

La tecnología y la innovación docente digital imponen un nuevo modelo universitario. Pero también el mercado de trabajo, las condiciones de competitividad empresarial en una economía global, el nivel de nuestro desempleo, la sobrecualificación.. Ir en la dirección correcta facilitará una mayor eficiencia en la  asignación de recursos en un entorno de restricciones presupuestarias relevantes. Quizás más allá de un debate estrictamente presupuestario hay que pensar más en clave de futuro y en cambios que hagan nuestro sistema universitario más competitivo.

3 Comentarios

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