La recuperación de la economía española avanza con mucha lentitud, lastrada sobre todo por las restricciones crediticias  y por los ajustes financieros de familias, empresas y administraciones públicas, más que por graves problemas de competitividad, que no han impedido un notable aumento de las exportaciones en 2010 (un 15% las de mercancías), facilitando que el saldo neto exterior contribuyera en casi 1 punto porcentual al crecimiento del PIB, hasta compensar casi por completo la aportación negativa de la demanda nacional. Pero en este contexto de restricción financiera, el endeudamiento exterior sigue aumentando por el  todavía elevado déficit de la balanza por cuenta corriente, dificultando un ajuste ya de por si duro.

Con  frecuencia se afirma que sin un mayor ritmo de crecimiento España no podrá hacer frente a su endeudamiento exterior, cuando lo más probable es que la recuperación de la actividad económica conduzca a un mayor déficit y a un superior endeudamiento, en consonancia con lo ocurrido en el pasado.

En efecto, como muestra el Gráfico 1 (haciendo doble clic sobre el mismo se ve ampliado), el déficit del comercio de bienes y servicios ha  aumentado con el diferencial de crecimiento de España con la UE y el resto de países desarrollados, principales destinatarios de nuestros productos, y con la elevación del tipo de cambio real, que supone una pérdida de competitividad en precios. Aparentemente, el efecto de estas dos variables habría sido mayor en la última etapa, pero se trata sólo de una apariencia, derivada de que el saldo exterior se mide aquí en valores corrientes: el profundo deterioro que sufrió durante la segunda mitad de los años ochenta en términos reales se vio amortiguado a precios corrientes por el abaratamiento de la factura del petróleo y otros inputs de importación.

Aún así, no cabría descartar una reducción de la elasticidad-renta de nuestras exportaciones y un aumento de la de importaciones en los últimos años. A ello apuntan los resultados obtenidos por un equipo de investigadores, en su mayoría pertenecientes al Banco de España, formado por Coral García, Esther Gordo, Patrocinio Tello y Jaime Martínez-Martín (“Una actualización de las funciones de exportación e importación de la economía española”, BDE, Documentos Ocasionales, nº 0905, 2009). Estos cuatro autores (en adelante, citados con la abreviatura GGTM) destacan el primero de estos resultados, que atribuyen a la emergencia de los nuevos países industriales en la escena internacional, que ha recortado la cuota de las exportaciones mundiales correspondiente a los países desarrollados. Se trataría pues de un fenómeno que afecta de forma general a las economías avanzadas y que se capta sobre todo cuando se utiliza como indicador de la renta mundial el volumen de comercio. El aumento en la elasticidad-renta de las importaciones es menos claro, a la vista de la pluralidad de estimaciones anteriores, pero podría haberse producido también, como consecuencia del incremento de la renta per cápita, que orienta el consumo hacia bienes de superior calidad, un aspecto quizá reforzado por la euforia que acompañó a la entrada en la UEM y la adopción del euro.

En todo caso, ambas alteraciones no serían de una magnitud muy apreciable, de forma que un supuesto simplificador de elasticidades-renta a largo plazo de importaciones y exportaciones situadas en el entorno de 2, cuando se miden con respecto al PIB exterior e interior, y de elasticidades-precio de -1, para las exportaciones, y de 0,7, para las importaciones, permite reproducir bastante bien la trayectoria de los intercambios comerciales y del saldo entre ellos, como muestra el Gráfico 2, en el que también se incluye otra estimación basada en los valores de las elasticidades a largo plazo obtenidos por GGTM. En esta última, se obvia la dinámica de ajuste, que tiende a retrasar el impacto de las variaciones de la renta y los precios sobre las ventas y compras exteriores. En el citado gráfico, se recogen también las previsiones para 2011 y 2010.

Del examen de este segundo gráfico, se desprende que durante 2008 y 2009 el ajuste del saldo exterior fue superior al esperado, y que, en cambio, se ha ralentizado con respecto a éste en 2010, aparentemente debido a una escasa reacción de las importaciones al aumento de los precios exteriores. Para 2011, puede preverse que alcanzará un valor del -2,1% del PIB, que se reduciría al -1,1% ya en 2012. Pero cuando la economía española crezca al mismo ritmo que la media de la OCDE, el déficit exterior tenderá a aumentar de nuevo, si ninguna otra variable se altera.

Puede pues esperarse que el crecimiento de la economía vaya acompañado en los próximos años, como en el pasado, de un déficit de la balanza de bienes y servicios. Por ello, se hace necesario a corto y medio plazo asegurar un bajo nivel de éste, mediante el fomento de las exportaciones, así como conseguir mayores facilidades de financiación exterior. Como hemos aprendido bien en el año 2010, ambas cosas requieren contener el crecimiento de salarios y precios, objetivo hoy de nuevo amenazado con las últimas negociaciones de convenios, sanear el sistema crediticio y hacer fluir el crédito, e incrementar la credibilidad de las instituciones españolas, un aspecto clave que ha recibido un apuntalamiento con el reciente acuerdo social sobre pensiones.

A más largo plazo, la única garantía de sostenibilidad del déficit será un crecimiento económico apreciable y sostenido, es decir equilibrado desde el punto de vista de la estructura sectorial y de sus determinantes básicos, progreso técnico y capital físico y humano. La corrección del déficit exigirá además una sólida apuesta por los mercados exteriores, mayor flexibilidad de precios y salarios y la reducción de la dependencia de algunas importaciones de gran relieve, como las energéticas.

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