Recientemente se han hecho públicos por parte del INE los principales resultados de la Encuesta Anual de Estructura Salarial correspondiente a 2009. Aunque la publicación se ha producido con el significativo decalaje temporal que es habitual en esta fuente estadística, con lo insatisfactorio que esto resulta desde la perspectiva de la disponibilidad de datos para el análisis económico, la misma constituye la principal fuente estadística de información a nivel microeconómico sobre salarios en España, con una cobertura casi exhaustiva del sector privado. Así pues, se trata información de indudable interés para analizar la evolución de los salarios en la economía española en el contexto de la crisis económica.

De entrada, creo importante señalar que la Encuesta Anual de Estructura Salarial proporciona información mucho más limitada que la encuesta homóloga de carácter cuatrienal, la Encuesta de Estructura Salarial. Esta última se elabora cada cuatro años (desde 2002) y está compuesta por microdatos emparejados empresa-trabajador con una muy amplia información sobre los salarios y otras características de los trabajadores y sus empresas, estando los mismos a disposición de los investigadores (en la actualidad, los de 1995, 2002 y 2006), lo que permite desarrollar análisis completos sobre la estructura salarial y su evolución. La encuesta anual, por su parte, se limita a proporcionar estimaciones de la ganancia bruta anual por trabajador, clasificada por tipo de jornada, sexo, actividad económica y ocupación (pueden encontrarse más detalles en la página web del INE), una circunstancia que limita significativamente los análisis potenciales.

Con todo, los resultados de la encuesta revelan varias cuestiones de interés de las que, sin ánimo de ser exhaustivo, destacaría dos. La primera es que en 2009 el aumento del salario anual promedio fue del 2,9%, lo que implica que se produjo un crecimiento de los salarios reales (el crecimiento interanual de índice de precios al consumo entre diciembre de 2008 y 2009 fue del 1%), algo muy poco deseable en un contexto recesivo y de fuerte destrucción de empleo. Se trata de una circunstancia ya conocida previamente a través de otras fuentes estadísticas (a título de ejemplo, según la Encuesta Trimestral de Costes Laborales del INE el coste por trabajador creció un 3%) y cuyo origen está en la inercia del crecimiento salarial en el marco de la negociación colectiva (las tarifas salariales pactadas crecieron en el período un 2,2%). Esta inercia se puede atribuir al carácter plurianual de buena parte de los convenios, ya que la otra figura institucional potencialmente relevante en este terreno, la existencia generalizada de claúsulas de salvaguarda, no ejerció en dicho año ningún efecto apreciable, al situarse la inflación en dicho año por debajo del objetivo anual de inflación del 2% del Banco Central Europeo, utilizado de facto como referencia en las negociaciones. Así pues, el comportamiento agregado de los salarios en 2009 ilustra, en suma, sobre una de las principales deficiencias de la negociación colectiva y el mecanismo de determinación salarial en nuestro país, que consiste en que en contextos recesivos suelen darse crecimientos de los salarios reales, en contraste con la moderación que caracteriza la evolución salarial durante las fases expansivas.

La segunda es que parece estar dándose una cierta heterogeneidad en la evolución de los salarios por tipos de trabajador y, en relación con ello, un crecimiento de la desigualdad salarial. La heterogeneidad en el crecimiento de los salarios se aprecia en función de factores como la ocupación (como muestra, la remuneración de los directivos creció entre 2008 y 2009 un 4,5% mientras que la de los peones sin cualificación lo hizo sólo un 0,1%); la nacionalidad (el crecimiento salarial de los individuos con nacionalidad española fue de un 2,4%, mientras que, por ejemplo, el de los inmigrantes procedentes de América Latina fue del 1,4%) y la edad (los únicos grupos de edad donde se produjo una caída salarial fue en los de menos de 20 años y entre 20 y 24, con variaciones del -3,4% y -3,8%, respectivamente). Los menores aumentos salariales se dan en muchos casos para los colectivos que presentan salarios comparativamente más reducidos, lo que desemboca en un aumento global de la desigualdad salarial (el índice de Gini pasó de 32,2 en 2008 a 32,8 en 2009), pero en especial en la cola izquierda de la distribución (el cociente de la mediana de la distribución y la primera decila, D5/D1, pasó de 1,70 en 2008 a 1,76 en 2009, mientras que el cociente D9/D5 se mantuvo prácticamente inalterado en torno a 2,2). Aunque el conjunto de esta evidencia debe tomarse con cautela, considerando que puede deberse a un efecto de composición cuyo alcance no es posible desentrañar con la información disponible y que los salarios se miden en términos anuales, sin controlar por posibles cambios en el tiempo trabajado a lo largo del año (en este sentido, resulta significativo que el crecimiento salarial en el período fuera mayor para los trabajadores con contrato temporal, 3,1%, que con contrato indefinido, 1,8%), el incremento de la desigualdad salarial que los mismos sugieren constituye, en caso de confirmarse, un fenómeno relevante. Esto es así en la medida en que la estructura salarial española se ha caracterizado tradicionalmente por una fuerte inercia y una tendencia al mantenimiento o reducción de la dispersión salarial (pueden encontrarse más detalles sobre esta cuestión en estos dos artículos), una circunstancia que contrasta con otros países avanzados, y que se debe en buena medida a los crecimientos salariales relativamente homogéneos que se dan en el marco de la negociación colectiva.

1 Comentario

  1. Por suerte, la llegada de internet, el correo electrónico y cosas de ese estilo (gracias a los Ingenieros), en mi opinión, ha revitalizado, o debería hacerlo, la escritura y, es más, precisamente, la posibilidad de acceder de una manera rápida, libre y gratuita a los muchos diccionarios que hay allí, permite solventar muchísimas dudas, con lo cual está en nuestras manos no bajar la guardia en ningún aspecto, incluido el ortográfico.

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