Por José Ignacio Castillo Manzano, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.

En un reciente artículo, publicado en la Revista de Economía Aplicada, junto con los compañeros Lourdes López Valpuesta y Rafael del Pozo, intentamos analizar los determinantes de los errores en las encuestas electorales, previas a las dos últimas elecciones generales, es decir, la de 20 de diciembre de 2015 y la de 26 de junio de 2016.

Nuestro primer resultado es que, de media, los errores que cometieron las encuestas con los partidos políticos que se presentaban por primera vez a las elecciones generales, Ciudadanos y Podemos, fueron muy superiores, concretamente un 60 por ciento, a los de los partidos tradicionales, PP y PSOE. Pero lo peor es que no parece haber estrategias exitosas para disminuir esos mayores márgenes de error en un contexto tan volátil, al ser insensibles al tamaño de la muestra, la proximidad de la cita electoral, el método de muestreo o la experiencia de la empresa encuestadora, así como la periodicidad con la que se realiza la encuesta. Sólo cuando dichos partidos dejaron de ser ‘nuevos’, tras las elecciones del 20-D, se consiguió disminuir los errores de cara a las elecciones del 26-J.

De hecho, si hablamos de encuestas y sondeos electorales, parecería que nuestra democracia, como otras de nuestro entorno, estaría inmersa en un círculo vicioso. Ya que la incertidumbre política que ha estado sufriendo la sociedad española, con la emergencia de nuevos partidos, ha aumentado la demanda social de encuestas electorales, que ha sido satisfecha, con generosidad, por los medios de comunicación que han ofertado múltiples sondeos. Cuyos resultados podían cambiar significativamente a corto plazo, anunciado supuestos vuelcos electorales, que no llegaban a materializarse. Su falta de acierto estaría erosionando la confianza no sólo en las propias encuestas y sondeos, sino también en la transparencia del propio sistema electoral y en nuestras instituciones, desde los medios de comunicación hasta, en el caso de las encuestas del CIS “de Tezanos”, el propio Gobierno central. Lo que a su vez generaría más incertidumbre política.

En este contexto, nuestros resultados muestran que las empresas encuestadoras podrían estar adoptando una estrategia defensiva, acercando sus predicciones a las de las encuestas publicadas en los días previos, para evitar equivocarse en solitario. Aunque, el gran éxito del sondeo de GAD3 en las últimas elecciones andaluzas, personalizado en Narciso Michavila, nos mostraría el reverso de la moneda. Es decir, la gran oportunidad que supondría para una firma de estudios de mercado llevarse el prestigio profesional de ser la única que consigue acertar.

De cara al futuro próximo, las elecciones del 28 de abril, el horizonte sigue siendo convulso. Ya que, aunque la situación socioeconómica es sensiblemente mejor y Ciudadanos y Podemos (ahora Unidos Podemos), ya no son nuevos partidos, el enquistamiento de la cuestión territorial catalana y la irrupción de VOX, ambos factores conviviendo en armónica simbiosis, ofrecen un panorama social difícil de desentrañar para las empresas de sondeos. Nuestra recomendación es la máxima prudencia a la hora de presentar los resultados de los sondeos, admitiendo las debilidades de los mismos. A estas empresas de encuestación le valdría la pena tener siempre presente la frase atribuida a Nietzsche, de que “lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”.

 

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