En nuestra jornada laboral estamos constantemente saltando de una tarea a otra. Por ejemplo, yo puedo estar en el despacho preparando la siguiente clase, cuando recibo una llamada de un compañero haciendo una consulta sobre el presupuesto del departamento para actividades de investigación, tras lo cual un alumno toca la puerta para preguntar sobre una duda del próximo test de la asignatura y, después, salgo para una reunión donde discutimos los detalles de la próxima jornada de puertas abiertas. Además, con las nuevas tecnologías uno se tiene que aguantar mucho para no mirar de vez en cuando el correo electrónico, Twitter o WhatsApp. Si cada lector hace un repaso de su jornada laboral, seguramente tendrá también la sensación de que ha estado saltando de una tarea a otra.

Nuestra intuición nos dice que cambiar asiduamente de tarea no favorece la productividad. Además de las interrupciones que se dan al saltar de una tarea a otra, cuando retomamos una actividad siempre necesitamos un periodo de “calentamiento” para recordar dónde dejamos las cosas, y cuáles son los siguientes pasos que tenemos que dar. Estos periodos de interrupción y de “calentamiento” tienen un coste en tiempo. Pues bien, parece que nuestra intuición no está descaminada. Un reciente estudio realizado realizado por los profesores Coviello, Ichino y Persico concluye que cuando las personas saltan de unas tareas a otras el tiempo que requieren para completarlas es mayor que si las hubiesen realizado de forma ordenada. El estudio que realizan estos autores es muy ingenioso. Toman como muestra un juzgado de lo social en Milán, y analizan cuál es el tiempo medio que necesita cada juez para finalizar un caso. Todos los jueces, 21 en la muestra que utilizan los autores, reciben de forma aleatoria los casos que llegan al juzgado, por lo que el número y tipo de casos que le toca a cada juez son parecidos. Los autores computan cuántos casos llevan los jueces simultáneamente. La hipótesis es que cuantos más casos tengan abiertos los jueces simultáneamente, mayor es la probabilidad de que salten de un caso a otro y, por ello, pierdan más tiempo y tarden más en finalizar un caso. Su estudio empírico confirma esta relación: los jueces que trabajan los casos de forma ordenada, es decir, abren menos nuevos casos antes de terminar los que tienen vigentes, terminan antes los sumarios que los jueces que tienen más casos abiertos simultáneamente. Además, los autores muestran que el terminar antes un caso no implica una peor calidad del proceso judicial. En concreto, la probabilidad de que un caso sea apelado no está relacionada con la duración del proceso.

La justicia italiana ha tomado buena nota del estudio de Coviello, Ichino y Persico y ha puesto en marcha un programa para incentivar que los jueces no tengan tantos casos abiertos a la vez. Aunque a veces no podamos controlar el tener que saltar de una tarea a otra, cuando podamos, es mejor que terminemos primero lo que estamos haciendo antes de comenzar una nueva tarea. Como me apuntaba mi compañero @jonmizabala, ya lo decía el refrán: “quien mucho abarca,…”

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