Europa lleva mucho tiempo sin converger en términos de PIB per-cápita con Estados Unidos. Si tuviéramos que explicar este hecho de forma breve y concisa nuestra respuesta seria que su economía es más flexible y, por lo tanto, se adapta más fácil y velozmente a las perturbaciones a las que se ve sometida.
La reciente crisis financiera no parece que haya cambiado las cosas, al contrario. Si partimos de lo que va de siglo XXI y observamos la evolución del PIB de Estados Unidos y de la Zona Euro (las diferencias en el crecimiento de la población son bastante menores) observamos el indiscutible mejor comportamiento de esta variable para el país norteamericano.

 

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Fuente OCDE

La Gran Recesión provoca en 2008 una drástica inflexión en el crecimiento económico, situación de la que EEUU sale airoso a partir de 2010, algo que no ocurre en la Zona Euro, ampliándose con ello la mencionada brecha. Si echamos un rápido vistazo a la evolución de los componentes de la demanda agregada (consumo privado, consumo público, FBKF y sector exterior) observamos las verdaderas diferencias radican en el consumo privado y en la inversión en capital fijo, esta última con una reacción negativa inicial más fuerte en EEUU pero con una clara y acusada tendencia positiva a partir de 2010. Ni en el consumo público ni en el sector exterior se observan divergencias que expliquen la desigual evolución de la actividad económica.

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Fuente OCDE

 

Llegados a este punto cabe preguntarse por las razones del comportamiento desigual de estos dos componentes de la demanda interna: consumo e inversión. Descartadas rebajas fiscales significativas sólo se me ocurren dos explicaciones: expectativas y tipos de interés (es decir, crédito). No veo motivos para que, durante los años más duros de la crisis, los agentes económicos estadounidenses tuvieran una visión del futuro más halagüeña que los de la Eurozona. Por tanto, y supongo que se ha notado que era aquí dónde quería llegar, las diferencias han de estar en la política monetaria.

En este mismo foro, se discutía si, contrariamente a lo que todos pensamos, la expansión monetaria llevada a cabo por el BCE era mayor que la  de la Reserva Federal, una vez ambas se relativizaban con los respectivos PIB. En mi opinión, no hay como mirar a la evolución de la variable precio para tomar conciencia de la verdadera dimensión de las escaseces relativas. El gráfico que se presenta a continuación es elocuente, creo yo.

 

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Fuente: OECD

            Entre septiembre de 2007 y diciembre de 2008 el tipo de interés de referencia en EEUU cayó nada más y nada menos que 450 puntos básicos (para los más puristas: la diferencia en los tipos de interés reales entre EEUU y la Eurozona a finales de 2008 era de 277 puntos básicos). Es sólo a partir de este momento cuando el BCE empieza a reaccionar, de forma contundente, eso sí. En todo caso, para alcanzar una cota parecida a la que la Reserva Federal ya tenía al finalizar 2008, el BCE ha necesitado 5 años más, y eso que partía de un nivel inferior. Incluso se permitió el lujo de pequeños incrementos puntuales. Creo que no cabe la discusión sobre quien ha llevado una política más expansiva.

Los ciclos se producen, en esencia, porque los agentes económicos se equivocan a la hora de formas sus expectativas. Y eso va a ocurrir tarde o temprano ya que el ser humano es falible. El predecir un cambio en el ciclo no tiene mayor mérito: es un suceso seguro. Lo realmente importante es saber el cuándo y el cómo. Pero esto es imposible ya que desconocemos el futuro. Como mucho, puedes tener la gran suerte de que el eco de tus palabras todavía resuene en el momento en que se produce el acontecimiento, hecho que algunos saben aprovechar convenientemente.

Lo realmente importante, por tanto, no es prever lo que va a ocurrir (tampoco se nos iba a hacer caso) sino saber solucionar el problema. Como están de moda los símiles con la medicina, no se va a considerar un buen medico al que previene sino al que cura, lo que probablemente es injusto. En el caso que nos ocupa, lo evidente es que nos enfrentábamos a un shock de demanda agregada provocado por la crisis financiera. Si algo deberíamos haber aprendido los economistas desde los shocks del petróleo es que las perturbaciones de oferta se abordan con medidas por el lado de la oferta (v.g. mercado de trabajo) y las de demanda, consecuentemente, con medidas por el lado de la demanda (política monetaria y fiscal). Si, además, la causa del problema es financiera, la política monetaria parece la más adecuada. Primero lo urgente (dotar de liquidez al sistema) y después lo importante (solucionar el tema de la solvencia). La Reserva Federal lo tuvo claro y aplicó medidas que creo que nadie dudaría en denominar keynesianas, cuando no parecen sospechosos de heterodoxia. Incluso me atrevo a decir que el propio Milton Friedman aplaudiría la medida. En caso de emergencia hay que tomar decisiones drásticas. La teoría es para aplicarla en situaciones normales.

Problemas de índole no estrictamente económica que, en definitiva, se concretan en que todavía queda mucho camino para una integración plena, han llevado a que el BCE haya actuado con un gran desfase. No sólo eso, empecinarse en la ortodoxia cuando la inflación no era el problema ha constituido, en mi opinión, un grave error, que sólo se ha empezado a corregir recientemente. No seré yo quien niegue la bondad de las llamadas reformas estructurales o de la denominada “consolidación fiscal”, todo ello necesario, pero no era lo urgente.

Lo anteriormente dicho, ha llevado a un porcentaje elevado de ciudadanos de la Eurozona a sufrir un ajuste durísimo en muy poco tiempo, con costes socialmente escandalosos, lo que no era estrictamente necesario. En EEUU no se tuvo el menor reparo en aplicar fórmulas propugnadas por un economista europeo, pero en Europa no fue así. Por ello, no me queda más remedio que finalizar como he empezado: efectivamente, en EEUU son más flexibles, pero para todo: también en sus planteamientos.

Y es que no aprendemos, o lo que es peor, no queremos aprender.

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