Por Alicia Gómez-Tello (Universitat de València e Ivie), María José Murgui-García (Universitat de València) y María Teresa Sanchis-Llopis (Universitat de València e Instituto Figuerola de Ciencias Sociales)
Si algo amenaza la estabilidad política y social en Europa es el acusado repunte de la desigualdad. La brecha en renta per cápita entre las regiones más ricas y las más pobres se ha ampliado, especialmente desde la crisis de 2008, como así lo revelan distintos estudios a nivel NUTS2. Quizás lo más novedoso del actual repunte de la desigualdad sea que se acrecienta bajo el impulso de unas pocas regiones muy densamente pobladas, mientras que la mayoría de las regiones tienden a estancarse en una trampa de bajo crecimiento (Diemer et al., 2022).
En el año 2000 la región más rica de EU-15 (excluida UK) contenía 6,92 veces el ingreso per cápita de la más pobre, en 2024 la distancia era de 6,99 veces según datos de ARDECO. En el mismo periodo, 7 de las 10 regiones más prósperas de Europa en 2024 habían aumentado su distancia con respecto a la media entre un 6% y un 22%, mientras que 9 de las 10 más pobres registraban caídas de similar magnitud con respecto a la media (entre 9% y un 22%). En conjunto, la dispersión medida a través del coeficiente de variación aumentó de un 0,38 a un 0,42. Al pesimismo de las regiones más pobres se suma ahora el de aquellas con ingresos medios o altos que observan como sus niveles de empleo, productividad e ingreso empeoran no solo en relación con los de las más prósperas, sino también a su posición relativa en el pasado. Las disparidades observadas a nivel regional permean y se manifiestan en una mayor desigualdad en los ingresos de los individuos. Así, el descontento social y la desvinculación política se propagan por Europa alentados por el deterioro de las expectativas de progreso, preludio en unos casos, realidad ya evidente en otros, de la pérdida real de bienestar (Dijkstra et al. 2020; Sielker et al, 2021; Rodríguez-Pose et al., 2024).
En la literatura se identifican tres dinámicas principales detrás del aumento de las disparidades regionales. La primera es el agotamiento del cambio estructural que impulsó la convergencia durante la Golden Age (1950-1973). Ese proceso, basado en el trasvase de empleo desde sectores de baja productividad hacia otros más productivos, perdió fuerza, reduciendo la capacidad de las regiones rezagadas para seguir acortando distancias. La segunda dinámica es el efecto asimétrico de la revolución digital. El progreso tecnológico actual favorece actividades intensivas en conocimiento y requiere competencias más avanzadas, lo que beneficia sobre todo a los grandes centros urbanos, donde se ubican empresas innovadoras y servicios avanzados, mejor preparados para atraer talento. Por eso las regiones que albergan capitales de país y algunas redes de ciudades de tamaño medio situadas en Alemania, Holanda y los países nórdicos se han convertido en los principales hubs de productividad y empleo en Europa. Al mismo tiempo, la automatización está eliminando empleos directos e indirectos en sectores tradicionalmente intensivos en trabajo, golpeando con especial dureza a muchas antiguas regiones industriales europeas. La tercera dinámica es la globalización, reforzada por ese mismo cambio tecnológico. La mayor conectividad digital permite a las empresas integrarse en cadenas globales de valor y reducir costes, pero a menudo a costa del empleo de cualificación baja o media. A su vez, la integración global incrementa el atractivo de las grandes áreas metropolitanas, que concentran servicios avanzados e innovación.
Ante esta realidad la cuestión central para la política económica es cómo mitigar la desigualdad sin menoscabar la eficiencia ni el progreso. Europa y sus regiones no pueden quedarse atrás ante los desafíos de la globalización y la revolución digital, pero tampoco pueden avanzar ajenas a las tensiones políticas y el malestar social asociados a la nueva desigualdad.
El análisis de las disparidades regionales europeas y la orientación de las políticas económicas para reducirlas es el objetivo de un trabajo recientemente publicado (Gómez-Tello et al, 2025a) en el que examinamos qué factores debería priorizar la política económica europea a partir de la estimación de una función de producción regional utilizando técnicas de econometría espacial. El propósito es comprender con mayor profundidad los mecanismos que generan divergencias en los niveles de productividad y el modo en que la interacción entre regiones vecinas puede amplificar o amortiguar dichas diferencias. Además de las variables habitualmente empleadas en la literatura, como el capital humano y la actividad innovadora, incorporamos la intensidad de capital y prestamos una atención especial al papel de las economías de aglomeración. Una de las principales limitaciones de este tipo de estudios ha sido la escasez de datos comparables sobre capital físico a escala regional en Europa. Nuestro trabajo contribuye a superar, al menos parcialmente, esta carencia gracias a la disponibilidad de nuevas estimaciones para nueve países (Alemania, Austria, Bélgica, España, Francia, Países Bajos, Italia, Portugal y Suecia), lo que permite avanzar en un análisis más robusto y matizado de los determinantes de la productividad regional.
Cuadro 1. Impacto sobre la Productividad del Trabajo (2000-2014)
| (1) | (2) | |||||
| Impacto
directo |
Impacto
indirecto |
Impacto
total |
Impacto
directo |
Impacto indirecto | Impacto total | |
| Capital por trabajador | 0.2187*** | -0.0265* | 0.1921*** | 0.2182*** | -0.0342** | 0.1840*** |
| Capital humano | 0.1623*** | -0.0954 | 0.0669 | 0.2347*** | -0.1214* | 0.1132 |
| Intensidad patentes | 0.0309** | 0.0403** | 0.0713*** | 0.0342** | 0.0395** | 0.0737*** |
| Densidad de empleo | 0.0352*** | 0.0025 | 0.0377** | |||
| Población en regiones metropolitanas | 0.0028* | 0.0040 | 0.0069** | |||
Nota: 121 regiones europeas; periodo 2000-2014. Modelo SLX. Significatividad: * p<0.1, ** p<0.05, and *** p<0.01. Variable dependiente: Valor Añadido Bruto por trabajador (año 2014), variables explicativas (año 2000). (1) Aglomeración medida por la densidad del empleo (2) Aglomeración medida por la población en regiones metropolitanas. Fuente: BD.EURS NACE Rev-2 y EUROSTAT.
Nuestro trabajo constata que la inversión en capital físico y humano tiene efectos positivos directos en la productividad de la propia región, que se ven parcialmente contrarrestados por la interacción con otras regiones. Sin embargo, el efecto total es positivo. Esto significa que las diferencias en la dotación de capital físico siguen siendo una fuente importante en la explicación de los distintos niveles de productividad de las regiones europeas. Así pues, la política económica tiene margen para reducir los desequilibrios regionales facilitando el acceso a fondos para la inversión en capital físico. La política de cohesión para el horizonte 2021-2027 presta especial atención a objetivos generales de aplicación uniforme a todas las regiones, como las inversiones destinadas a lograr una Europa más inteligente y competitiva (objetivo prioritario 1) y una Europa más verde (objetivo prioritario 2). Entendemos que este tipo de inversión no reducirá necesariamente los desequilibrios actuales. Estos exigen, además, acciones más específicamente orientadas a suplir las carencias de capital físico de las regiones más rezagadas.
Respecto al capital humano, el impacto directo positivo se ve parcial o totalmente contrarrestado por un impacto indirecto negativo, denotando cierto tipo de rivalidad regional en el uso de este factor. Dado que los rendimientos de la inversión en capital humano son más elevados en las regiones aglomeradas (Gómez-Tello et al, 2025b), los trabajadores cualificados suelen sentirse atraídos por los salarios más altos y las mejores oportunidades laborales que ofrecen estas zonas. Esto genera el reto de retener en la región de origen al talento que allí se ha formado. Generar incentivos dirigidos a estos trabajadores altamente cualificados puede contribuir a corregir los desequilibrios territoriales, pero además deberían acompañarse del diseño de planes educativos orientados a fortalecer competencias específicas que complementen las dotaciones locales de recursos. La única forma de contrarrestar las externalidades espaciales de carácter negativo es hacer que el capital humano genere altos rendimientos en sus lugares de origen, y que los trabajadores obtengan remuneraciones más acordes con su productividad.
Nuestros resultados confirman que las economías de aglomeración son un atributo persistente de la región que las alberga, y sus beneficios no parecen desbordarse fácilmente hacia otras regiones, convirtiéndose de este modo en un potente generador de desigualdad territorial en Europa. Pero sí observamos spillovers positivos espaciales a través de la difusión de la innovación. Una de las externalidades más importantes de los centros de aglomeración es la generación de conocimiento, que nace de la interacción entre trabajadores cualificados y empresas, fomentando la creatividad y la innovación. Este hecho conduce a una de las conclusiones más reseñables del trabajo, el impacto directo e indirecto de la innovación medida a través de la intensidad en la generación de patentes. Un aumento de la intensidad de las patentes repercute positivamente en la productividad laboral regional y este efecto no se agota dentro de la región, sino que se difunde hacia otras regiones, generando un impacto indirecto que supera al directo. Este resultado aporta evidencia sobre la naturaleza no rival de la innovación y sobre la necesidad de facilitar su difusión entre las regiones. Estas conclusiones refuerzan las estrategias de la Política de Cohesión de la UE para el horizonte 2021-2027, orientadas a conseguir una Europa más conectada. La conectividad de las zonas aglomeradas con el resto mediante la inversión en infraestructuras de transporte, el acceso a los mercados financieros, o la cooperación entre sus universidades y centros de investigación podría tener un impacto positivo en la convergencia de la productividad de las regiones rezagadas. Aquí las políticas de formación adaptadas a las potencialidades del lugar y los incentivos a la retención del talento serían un buen complemento. En las regiones líderes la política económica debe concentrarse en liberar las fuerzas que impulsan la creatividad y la innovación. Mientras que en las demás, se debe facilitar la entrada de conocimientos generados en las líderes y adaptar las tecnologías a los recursos territoriales específicos. En la actual política de cohesión, estas estrategias locales no deben diseñarse de forma aislada, sino integrarse en proyectos que promuevan la cooperación entre las diferentes regiones.




