Cuentan que Sánchez Ferlosio, desde una edad relativamente temprana, a la pregunta de cortesía: “Rafael, ¿cómo estás?”, contestaba siempre con un lacónico e invariable: “peor”. Pues así, con un seco “peor” cabe responder hoy a quien se interese por la situación española y por el estado de la economía. El factor político es, sin duda, el determinante.
Desmintiendo precipitadas apuestas a favor de una recuperación rápida, acaso tan veloz y pronunciada como abrupta fue la caída, los hechos han dibujado una realidad bien distinta. Una expresión metafórica sirve de perfecta ilustración; se la debemos a la directora de Asuntos Públicos de Pimco, la mayor gestora de renta fija del mundo, Libby Cantrill: “la economía ha bajado en ascensor, pero va a subir por las escaleras”. Y eso —puede añadirse— si se le ayuda y se crean las condiciones adecuadas. Que no es lo que aquí está ocurriendo.
Sobre la reactivación económica pesan, desde luego, los rebrotes de la pandemia, pero la extensión de estos no es ajena al desempeño político manifiestamente mejorable. ¿Cómo explicar que habiendo sido España uno de los países más castigados por la primera oleada del coronavirus no se haya hecho una evaluación externa e independiente de la gestión de la crisis? Entonces y ahora van tomándose decisiones de trascendencia “al salto de mata” (lo ha dicho el ex–director general de Salud Pública entre 2008 y 2011), y los resultados a la vista están.
Con todo, es la incertidumbre que crea un clima político insano, dominado por un enfrentamiento patológico sin tregua ni final esperable, lo que dificulta más la recuperación de la economía. La incertidumbre, por ejemplo, de no ser capaces de acabar con la interinidad presupuestaria, prórroga tras prórroga de las cuentas que en su día elaboró un Gobierno muy diferente y para otras coordenadas; después de largas semanas de negociaciones para saber qué partidos apoyarán el proyecto de Presupuestos Generales del Estado, no se ha avanzado ni un solo dato orientativo sobre el que responsablemente decidir: techo de gasto, cuadro macroeconómico, orientación fiscal y de gasto. La inevitable incertidumbre, a su vez, ocasionada por la labor de deslegitimación institucional que se alienta desde algunas de las fuerzas políticas que sostienen al Gobierno y desde el mismo seno de este. Una “labor de zapa” —ha escrito López Burniol— que erosiona y quebranta. No es buen ambiente, desde luego, ni para impulsar la actividad empresarial ni para ganar el respaldo ciudadano.
O sea, peor.
Pobre comentario porque identifica algún problema, pero deja en la sombras a los actores (nos los nombra) y las responsabilidades de cada cual (no las enumera).