La renta de las personas de clase media-baja de algunos países desarrollados, como Estados Unidos, es la que menos ha crecido en el mundo durante el periodo 1988-2008. Una de las razones que explica el menor crecimiento de la renta de las personas de clase media-baja en los países desarrollados es el comercio internacional con los países en vías de desarrollo y, en especial, con China. El aumento de las importaciones de estos países, concentrados en productos intensivos en trabajo poco cualificado (prendas de vestir) o en productos con etapas de producción intensivas en trabajo poco cualificado (el ensamblaje de un smartphone), ha reducido la producción de estos bienes en los países más desarrollados. Esta caída en la producción ha reducido la demanda de los trabajadores poco cualificados en los países desarrollados. Estos trabajadores han sido expulsados del mercado laboral, o han tenido que aceptar un menor salario para tener un empleo. El comercio internacional genera perdedores, pero también genera ganadores. Estos son los trabajadores, mayoritariamente cualificados, que trabajan en empresas en las que ha aumentado la producción por la demanda de los países desarrollados. Por ejemplo, las exportaciones de aviones de Estados Unidos a China se multiplicaron por 33 durante el periodo 1995-2015.
El comercio internacional, al aumentar la demanda de los trabajadores cualificados y al reducir la demanda de los trabajadores poco cualificados aumenta la desigualdad en los países desarrollados. Sin embargo, el comercio internacional también puede tener un efecto positivo sobre la desigualdad en los países desarrollados. Este efecto positivo se produce a través de los precios. En concreto, si gracias al comercio internacional cae el precio de los productos que son consumidos en mayor proporción por las personas de rentas bajas, la apertura al exterior estará reduciendo la desigualdad. Pablo Fajgelbaum y Amit Khandelwal analizan esta cuestión en un trabajo publicado en Quarterly Journal of Economics. Estos autores concluyen que si los países se cerrasen al comercio, por término medio, la renta real de las personas más pobres (las que se sitúan en el percentil 10 de la distribución de la renta) caería un 63%, mientras que la renta real de las personas más ricas (las que se sitúan en el percentil 90) caería solamente un 28%. En el caso de España, la renta real de las personas más pobres caería un 53%, y la renta real de las personas más ricas caería solamente un 12%.
El impacto más favorable del comercio internacional sobre las personas pobres se explica por dos razones. En primer lugar, las personas pobres gastan una parte más importante de su ingreso en productos que se comercializan internacionalmente (por ejemplo, alimentos o prendas de vestir); en cambio, las personas más ricas gastan una parte más importante de sus ingresos en servicios que son menos comercializables internacionalmente (por ejemplo, restaurantes). En segundo lugar, las personas pobres gastan una mayor parte de su renta en productos importados que son más difíciles de sustituir por los productos domésticos. Por tanto, si el país se cerrase al comercio, el impacto sería más negativo sobre las personas pobres que sobre las ricas.
Las conclusiones del trabajo de Fajgelbaum y Khandelwal ponen de manifiesto que el comercio internacional también tiene efectos positivos sobre las personas pobres. Es importante tener presente esta conclusión ante los devaneos proteccionistas de algunos dirigentes políticos.