Si me pidieran nombrar algún programa de televisión cutre, seguramente elegiría Gandia Shore de la cadena MTV. Para estar seguro de mi elección antes de escribir este post he seguido durante un par de episodios de reposición, las andanzas de Ylenia, Cristina “Core”, Alberto “Clavelitos”, y compañía, y he disipado todas mis dudas. Con estos precedentes, resulta difícil creer que otro docu-reality de esta cadena, Embarazada a los 16, pueda tener algún efecto positivo en el comportamiento de los jóvenes. Sin embargo, según un estudio realizado por los profesores Kearney y Levine, y publicado en el American Economic Review, sí lo ha tenido.

Como su título sugiere, Embarazada a los 16 es una serie que en cada capítulo cuenta las vicisitudes de una adolescente que se ha quedado embarazada. La serie quiere subrayar las dificultades a las que se enfrentan las jóvenes durante el embarazo y los primeros meses de vida del bebé. Los estudios señalan que las madres adolescentes no son más pobres por haber sido madres a una edad temprana; más bien, ser madres adolescentes es una consecuencia de las peores condiciones de vida en que vivían estas adolescentes. Sin embargo, dichos estudios concluyen que los hijos de las madres adolescentes tienen desventajas sociales y económicas frente a los hijos de mujeres más maduras, especialmente si estas tienen un mayor nivel educativo y están casadas. Por estas razones, se considera que reducir el número de madres adolescentes es positivo.

Embarazada a los 16 se estrenó en Junio de 2009 en Estados Unidos. Gracias a sus buenos índices de audiencia, la serie ha tenido cinco temporadas y ha generado dos spin-offs: Teen Mom I y Teen Mom II, donde se sigue documentando la vida de algunas de las jóvenes que aparecieron en la primera y segunda temporada de Embarazada a los 16.

Para analizar el impacto de la serie, Kearney y Levine utilizan los datos de audiencia de la serie entre las jóvenes de 12 a 24 años en los Estados Unidos, y analizan si los cambios en la audiencia están relacionados con variaciones en la tasa de fertilidad de las chicas de 15 a 19 años. Los autores utilizan diferentes técnicas para asegurar que están capturando una relación causal. Su conclusión es que un aumento de la audiencia en un 1% provoca una reducción de la tasa de fertilidad entre las adolescentes de un 2,3%. Los análisis muestran también que el programa habría contribuido en un 25% a la reducción total en la tasa de fertilidad de las adolescentes durante el periodo analizado.

Tras estimar el impacto de Embarazada a los 16, los autores se preguntan por qué las jóvenes que ven este programa reducen la probabilidad de ser madres adolescentes. Los autores argumentan que el programa, al subrayar las dificultades que tienen las madres adolescentes, provoca que los jóvenes quieran recabar más información sobre métodos anticonceptivos y sobre el aborto. De hecho, los autores muestran que tras la emisión de un episodio aumentan de forma notable las búsquedas en Internet y las menciones en Twitter de estos términos. Aunque el estudio no tiene datos para probarlo, teniendo en cuenta la reducción en el número de abortos entre las jóvenes estadounidenses, los autores señalan que el mecanismo más probable haya sido un mayor uso de métodos anticonceptivos.

El trabajo de Kearny y Levine pone de manifiesto que los programas de televisión pueden influir de forma notable sobre los comportamientos de las personas. Embarazada a los 16, a pesar de utilizar elementos de lo que se conoce como telebasura, ha tenido una influencia positiva al reducir el número de embarazos entre las adolescentes. ¿Tendrá también Gandia Shore algún efecto positivo entre los jóvenes que yo no soy capaz de ver?

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