La semana pasada el Instituto Nacional de Estadística hizo públicos los resultados de la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre de 2012 (pueden consultarse aquí los resultados detallados y la nota de prensa del INE). Tal y como era previsible, ha continuado el acentuado deterioro del mercado de trabajo que se viene dando desde el comienzo de la crisis.

Así, se ha prolongado la acusada caída de la ocupación (hay 96.900 ocupados menos que en el anterior trimestre y 836.000 menos que en el año anterior, lo que implica una caída anualizada del empleo del 4,6%), si bien parece ralentizarse ligeramente (en el mismo trimestre del año anterior se destruyeron 146.000 empleos y el empleo caía en términos anuales un 4,84%). En el mismo sentido, continuamos batiendo registros históricos negativos en desempleo tanto en términos absolutos (el número de desempleados se sitúa ahora en torno a los 5,78 millones) como relativos (la tasa de desempleo es del 25,02%, con ciertas regiones, como Andalucía y Extremadura, con tasas que superan el 30%). Esta circunstancia parece que continuará, además, en el futuro cercano, dadas las previsiones generalizadas existentes de contracción del PIB para este año y el que viene.

Lo anterior se produce, por otra parte, en un escenario en el que la población activa está empezando a reducirse de forma sostenida (lo ha hecho por primera vez en los últimos años de forma consecutiva en dos trimestres), si bien de forma muy ligera (hay únicamente 12.900 activos menos que en el anterior trimestre y en tasas interanuales la población activa está cayendo un 0,16%). En este sentido, es interesante constatar que esta reducción se está dando exclusivamente en el caso de los trabajadores inmigrantes (entre los que los activos se han reducido en 55.500 efectivos en el último trimestre, cuando entre los nacionales han aumentado 43.500), por lo que se trata de un fenómeno que no parece estar ligado al efecto desánimo de los trabajadores nativos (el cual hipotéticamente les haría abandonar el mercado de trabajo ante las malas perspectivas laborales), sino más bien al creciente proceso de retorno a sus países de origen que parece estar dándose entre los trabajadores extranjeros.

En otro orden de cosas, resultan muy llamativos ciertos rasgos en la evolución del empleo. El primero es la importante caída que se está produciendo en el empleo del sector público, impulsado por los importantes ajustes presupuestarios en las administraciones públicas españolas. Este fenómeno tiene un carácter relativamente reciente (únicamente comenzó a destruirse empleo público a partir del cuarto trimestre de 2012, años después del comienzo de la crisis económica), pero se está acentuando de forma muy significativa. De hecho, en la actualidad es más acusado que en el sector privado (según los datos del tercer trimestre de la EPA la caída del empleo se sitúa en términos anualizados en el 7,11% en el sector público y en el 4,06% en el sector privado). El segundo rasgo es el aumento contracorriente del empleo de los trabajadores por cuenta propia (65.000 más en el último trimestre). Este aumento se está concentrando en el segmento de empresarios sin asalariados o trabajadores independientes (éstos han aumentado 56.500 en el último trimestre y 108.000 en el último año) y parece reflejar un creciente recurso al autoempleo ante las pésimas perspectivas laborales. Por último, cabe destacar también la acentuada caída del empleo indefinido (con 179.000 puestos de trabajo menos en el último cuatrimestre), frente al ligero aumento del empleo temporal (15.300 empleos más). Este novedoso patrón de destrucción de empleo centrado en el empleo indefinido contrasta notablemente con el de los años iniciales de la crisis, donde dicha destrucción se concentraba en el empleo temporal, y es muy plausible que se deba a los cambios regulatorios que introdujo la reforma laboral de 2012 facilitando y abaratando el despido.

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