15.152 millones de euros. Esa es finalmente la estimación de las necesidades de capital del sector bancario que el Banco de España ofreció el pasado 10 de marzo en una esperada comunicación. Es el capital de máxima categoría o core capital que un conjunto de entidades de depósito de nuestro país tendrán que incrementar para cumplir con lo establecido en el Real-Decreto-ley 2/2011 de Reforzamiento del Sistema Financiero antes de septiembre de 2011. Se trata de una cantidad asumible, acostumbrados como estamos a las estimaciones de diferentes consultoras y agencias de calificación en los últimos meses, significativamente mayores. Ese mismo 10 de marzo, antes de que el Banco de España se pronunciara, Moody’s rebajó el rating de España de Aa1 a Aa2, argumentando que existía una importante incertidumbre respecto al coste de reestructuración en España. De hecho, esta agencia de rating elevaba su estimación de las necesidades de recapitalización desde los 17.000 a los 50.000 millones de euros.
Dada la importancia que para los inversores externos y para el propio ciudadano tienen estas apreciaciones, sería conveniente clarificar algunos aspectos de estas importantes divergencias entre unas y otras aproximaciones. En gran medida, parte del problema es que cuando se habla de necesidades de capital por parte de unos y de otros, no se está hablando de lo mismo. Lo que ha hecho el Banco de España, de forma simplificada, es evaluar unos estados contables y calcular los activos ponderados por riesgo y el ratio de core capital resultante. La diferencia entre el ratio calculado y el exigido a partir de septiembre -8% genérico y 10% para aquellos grupos o entidades que no hayan colocado títulos representativos de su capital social o derechos de voto a terceros por al menos el 20% y que, además, presenten un porcentaje de financiación mayorista superior al 20%- son las necesidades de capital.
Las necesidades de capital pueden considerarse así, de forma estática, como lo que se precisará para cumplir con el RD-l 2/2011. Sin embargo, en ocasiones se confunde con el concepto de “pérdida esperada”, que es la pérdida actual y potencial que se espera que resulte de la cartera de créditos –fundamentalmente inmobiliarios- y de deuda de nuestro sector bancario. En estas estimaciones, algunos incluso suman los costes de reestructuración propios de reducción de plantilla y recomposición de estructuras en procesos de integración.
Aun reconociendo que puede hacer falta en el futuro una recapitalización adicional, no comparto alguna de las críticas que se han podido lanzar contra el Banco de España en relación a esas estimaciones. Por un lado, como se señalaba anteriormente, por la confusión que se genera sobre qué es lo que se está midiendo. Por otro lado, porque el Banco de España es quien cuenta con la mejor información, desagregada a escala individual. Además, para realizar las estimaciones, se han requerido y tenido en cuenta también informes de auditoría externos. ¿Se puede hacer más para explicar los riesgos y su valoración? Sin duda, pero el ejercicio realizado es simple y contundente. También hay que recordar –y en esto también debería mejorarse la comunicación- que el sector bancario español lleva ya acumulado un importante esfuerzo, sobre todo en materia de provisiones. Como el propio Banco de España ha informado en estas últimas semanas, desde 2008 ya se han realizado provisiones específicas contra resultados por 53.000 millones de euros. Además, del fondo de provisiones genéricas se han empleado 16.000 millones de euros. Y, lo que es probablemente más relevante, se han realizado provisiones específicas adicionales, en este caso contra reservas, por 22.000 millones de euros desde la aprobación del FROB. Aunque estas cifras puedan enmarcarse dentro de una cierta complejidad contable, no cabe duda que en una medida significativa han debido paliar el efecto de esa pérdida esperada a la que nos referíamos anteriormente. En este sentido, convendría conciliar estas estimaciones y transmitir los mensajes adecuados a los inversores, en sentido dinámico, porque estos finalmente quieren saber cuál es la dimensión presente y futura del deterioro de los activos.
España, a pesar de las reformas tiene graves problemas de credibilidad tanto dentro como fuera. Y de eso no se salva ni el propio Banco de España. Soy joven y con poca experiencia en algunos temas pero resulta evidente que nuestros líderes tienen problemas para transmitir adecuadamente lo que los mercados necesitan escuchar. Y si a esto le añadimos los suculentos y variados datos que nos van ofreciendo las agencias de rating periódicamente tenemos la receta perfecta de la incertidumbre.
La publicación de una simple estimación de datos objetivos de las necesidades de capital que requiere nuestro sistema financiero, lleva a otra situación de incertidumbre. Por ello me reafirmo personalmente en que cualquier crítica dirigida al Banco de España es poca. A pesar de que ha exigido provisiones anticíclicas para paliar momentos como el actual y prohibido el diseño de productos tóxicos de elevadísimo riesgo en nuestro sistema, (acciones verdaderamente adecuadas que indudablemente nos han salvado de un problema muchísimo mayor), el Banco de España no ha podido resistir a las presiones que desde los partidos políticos y desde los bancos se han realizado constantemente desde años. Algo no ha debido funcionar correctamente si tanto cajas como bancos tienen más de 150.000 millones de € en activos inmobiliarios problemáticos a pesar de los grandes esfuerzos que se han realizado.
El problema del Banco de España no es su nivel de acierto o error en las estimaciones. Sus previsiones son un referente y sin duda son los que disponen de más y mejor información. Lo grave del Banco de España y lo más indignante es que a pesar de haber estado Caruana y Ordoñez alertando continuamente desde 2001 de los graves problemas a los que nos íbamos a enfrentar en un futuro (que no imaginábamos tan próximo), no actuaron en consecuencia. Por un lado cedieron a las presiones políticas para seguir manteniendo un alto nivel de crecimiento deseado, y por el otro cedieron a las presiones de las cajas y bancos españoles que tienen que competir a nivel internacional con otros sistemas financieros que sí permitían jugar con productos tóxicos a cambio de una alta rentabilidad. Y esto es lo que a mí me genera desconfianza.
De todas formas, cuándo uno ve el pasado desde el presente es más fácil criticar, pero hay una frase de un ex presidente de la Reserva Federal, que he leído en un artículo recientemente, que dice: «Un buen banquero central es aquel que retira el ponche cuando la fiesta se anima». Y debería ser extrapolable a cualquier gobernante.
A pesar de todo, la situación actual es completamente diferente y espero que el presidente del Banco de España sepa aprovechar este momento. Él es ahora quien tiene que barajar las cartas y poner a cada uno en el lugar que corresponde. Quiero pensar que hay tanto en juego que es imposible que falle. (Too big to fail…)