Fuente: Universidad Nebrija

Cuando aún no hace ocho meses que concluyó su mandato como Gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos ha sido investido como doctor Honoris Causa por la Universidad Nebrija. Se distingue la ejemplaridad —algo de lo que no estamos sobrados— en el ejercicio de una función con gran relieve en el tejido institucional de la democracia española.

Algunos rasgos biográficos resultan significativos. Nacido en enero de 1971, Pablo Hernández de Cos alcanzará la veintena casi en el centro de ese cuatrienio prodigioso para Europa que enlaza la caída del muro de Berlín, la unificación de las dos Alemanias, la disolución del imperio soviético y la firma del Tratado de la Unión Europea en Maastricht. Cuatro años que querían dejar atrás definitivamente la historia trágica de un siglo dominado durante decenios enteros por “la muerte” y “el mal”, como acertó a precisar Hanna Arendt.

Ese es, en efecto, el horizonte promisorio que encuentra la generación de Pablo Hernández de Cos al llegar a la edad de la responsabilidad. Lo subrayo porque ha podido contribuir a moldear la actitud proactiva, identificadora de un modo de ser y de estar. Llegarán luego tiempos difíciles, pero tal vez ese despuntar a la vida adulta en un momento histórico tan alentador habrá aportado un plus de confianza para desarrollar una trayectoria profesional sobresaliente. También el suplemento de entereza para encarar problemas y contrariedades cuando han sobrevenido: super adversa auguri.

Pronto (1997, esto es, con 26 años), Pablo Hernández de Cos ingresará como Titulado en el Servicio de Estudios del Banco de España, iniciándose desde ahí un recorrido formidable —por consistencia y rapidez— en el ámbito de la banca central, tanto a escala europea como española; una espléndida trayectoria ascendente, basada en cualidades profesionales contrastadas, que recientemente le ha permitido ser elegido, en dura competencia, Director Gerente del Banco Internacional de Pagos (el banco de bancos centrales), cargo que ejercerá desde el próximo 1 de julio, apenas un año después de vencer su mandato de seis años al frente del Banco de España.

Un sexenio como Gobernador del Banco de España que merece punto y aparte. Primero por la defensa de la independencia y autonomía de la entidad, con lealtad al mandato estatutario y al servicio de los intereses generales, demostrando valor y prudencia a partes iguales. En segundo lugar, por su capacidad para crear ambiente de trabajo y gestionar equipos: “gran gestor de equipos: escucha y posee un carácter envidiable”, según el testimonio de alguien que le conoce bien. En tercer lugar, por empeñarse en hacer eso que Ortega llamaba “pedagogía social”, con objeto de facilitar la comprensión tanto de los problemas planteados como de las reformas deseables; un esfuerzo por comunicar bien, algo de lo que adolecemos muchas veces los economistas. El resultado de todo ello ha sido la recuperación del prestigio del Banco de España, y tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, contribuyendo así a la legitimación social de este.

La auctoritas así ganada por el Gobernador le ha dado especial credibilidad a su más repetida propuesta al pronunciarse sobre los problemas de este momento de España: la necesidad de grandes acuerdos políticos para abordar los retos que plantea ganar el futuro. Con palabras del propio Hernández de Cos, pronunciadas todavía no hace mucho, requerir “unos consensos básicos que, reconociendo y respetando la legítima pluralidad ideológica, nos [ayuden] a fijar objetivos colectivos ambiciosos pero alcanzables que nos proyecten con confianza hacia el futuro”. Subrayando —y sigo citándolo literalmente— que “las reformas estructurales que España necesita para recuperar la senda del progreso y de convergencia con nuestros socios europeos deben poder perdurar en el tiempo para surtir efecto. De ahí que deban contar con amplios apoyos en la sociedad…”.

Será justo, en todo caso, que el nombre de Pablo Hernández de Cos figure en el cuadro de honor de una institución, el Banco de España, donde están los de Joan Sardá Dexeus —el hacedor, desde el Servicio de Estudios, del crucial Plan de Estabilización y Liberalización de 1959— y el de Luis Ángel Rojo, influyente maestro de economistas, que antes de ser Gobernador (1992-2000) potenció extraordinariamente dicho departamento.

El que se acaba de otorgar es, pues, un honor merecido.

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