Por José Luis Sáez Lozano (Universidad de Granada).

 

Era un viernes 3 de febrero del año en curso, cuando al atardecer me llamó un compañero, y amigo común, para comunicarme que Juan Velarde había muerto. Enseguida me vino a la mente, aquella frase de Ernest Hemingway: lo único que nos separa de la muerte es el tiempo. Todos sus amigos y discípulos éramos conscientes que, en algún momento, este fatídico suceso, ocurriría; pero viendo lo activo que estaba, no lo presagiábamos. Efectivamente, si no hubiera sido por ese accidente que tuvo Juan a inicios de la semana, su tiempo seguiría siendo presente.

Recuerdo una conversación que mantuve con Juan, para darle el pésame por la muerte de un familiar. Tuvimos un diálogo muy humano y sentido, en donde tratamos diferentes cuestiones relacionadas con la muerte. De aquella conversación colegí que la muerte, hay que aceptarla como una parte más de la naturaleza humana, tal y como dijo Marco Aurelio.

Tal y como reseñaba en un obituario que publiqué en el diario de Sevilla, conocí a Juan cuando yo era estudiante de economía en la Universidad Autónoma de Madrid, en un seminario interdisciplinar que organizaba la universidad. Además de constatar que era un excelente orador, con el paso del tiempo, y tras las múltiples reuniones que he mantenido con él, he comprobado que Juan era, además de un extraordinario profesor universitario, fiel servidor público. En el mencionado obituario, también recordaba que la actividad desarrollada en el ámbito científico y universitario, le hicieron merecedor de los premios Príncipe de Asturias de ciencias sociales, Rey Jaime I de economía, Rey Juan Carlos de Economía,…; además de ser nombrado doctor honoris causa por las universidades de Alicante, Pontificia de Comillas, Valladolid, UNED y Sevilla. Pero más allá de los múltiples reconocimientos que obtuvo Juan, considero que uno de los mayores logros fue el de crear una “escuela” de innumerables economistas en España (grupo de Velarde), que gracias a su doctrina hemos podido desarrollar nuestra carrera universitaria.

En el mencionado obituario, reseñaba que la aportación científica de Juan Velarde se enmarca en tres grandes líneas de estudio: el análisis de la economía española, el pensamiento económico de los economistas contemporáneos, y otros trabajos en los que analiza diversos temas (la enseñanza de la estructura económica en las universidades, la economía de Guinea y Gibraltar, aspectos institucionales de la economía,…).

Por último, también, en el obituario destacaba el rol de Juan Velarde, como fiel servidor público: excelente funcionario, eficaz desempeño en cargos públicos,… Además de catedrático de universidad, fue funcionario por oposición del Cuerpo Nacional de la Inspección Técnica Laborales y de Seguridad Social, director del Instituto de Estudios Laborales y de Seguridad Social, miembro del Consejo Superior de Estadística del Ministerio de Economía y Hacienda, consejero del Tribunal de Cuentas,…

Decía Alexandre Pope, que un hombre demuestra con su muerte que era digno de vivir. Y así ha sido en el caso de Juan Velarde, tal y como lo evidencia la gran tarea que realizó como profesor y servidor público, pero, sobre todo, por su enorme humanidad y generosidad. Ello explica que fuera tan querido por compañeros de trabajo, discípulos universitarios, y amigos.

No puedo concluir este obituario, sin recordar la frase de Jules Renard: la recompensa de los grandes hombres es que, mucho tiempo después de su muerte, no se tiene la entera seguridad de que hayan muerto.

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