Quizá se pensaba en una división más equilibrada de los tiempos: que los cuatro años de la legislatura se repartieran en dos partes más o menos iguales, arrancando la segunda al llegar el próximo otoño, cuando la inmunización “de rebaño” estuviera a punto y también los réditos de la campaña turística veraniega, a la vez que llegaban las primeras transferencias de los fondos europeos. Si además algo permitiera ganar maniobrabilidad en los apoyos parlamentarios, mejor que mejor. Aunque no expedito, el camino hasta completar los cuatro años legalmente tasados podría recorrerse en condiciones menos penosas que las que se dejaban atrás. Pero el 4 de mayo ha trastocado esa posible simetría en el calendario: en el plano político, la conmoción provocada por las elecciones en la Comunidad de Madrid han convertido esa fecha en el mojón divisorio. Lo que comenzó dos meses antes en Murcia como una maniobra de efectos territorialmente limitados —una temeraria moción de censura—, ha amplificado sus consecuencias alcanzando a la entera dinámica política del país. Un antes y un después. Ha comenzado la segunda parte.

Puede ser promisoria, aunque también del todo frustrante. Para el primero de esos escenarios se requiere, descontando la efectiva vacunación masiva, que la recuperación económica ya apuntada por casi todos los indicadores dé paso a un crecimiento autosostenido con buen pulso. Fundamental será para asegurarlo que no se produzcan interrupciones en el flujo de los cuantiosos fondos europeos esperados, acicate, a su vez, para acometer las reformas estructurales más perentorias: mercado de trabajo, pensiones, sistema impositivo, abriendo la serie. Gobierno con iniciativa y oposición tan coadyuvante como exigente para encarrilar el convoy hacia un horizonte esperanzador ¡sin tener que esperar a 2050!

La posibilidad, sin embargo, de que las cosas se decanten hacia el otro lado, el del malogramiento, es alta. Dejemos ahora aparte las cautelas sobre la solidez del cambio de ciclo económico, con sombras que aún penden, por ejemplo, sobre el turismo extranjero (significativa la renuencia del Reino Unido, nuestro cliente principal… por cierto, ¿han reparado en que la Embajada de España en Londres lleva ya cinco meses sin titular?). El factor más influyente para esa deriva no deseable está en el ambiente político inhóspito que respiramos; una agria confrontación que impide la búsqueda de grandes acuerdos, incluso de pragmáticas coincidencias por encima de postulados doctrinales o ideológicos. Un clima poco propicio para la gestión, que alimentará la tentación de la asignación partidista de los recursos procedentes de Europa y que hará inviable, por supuesto, ambiciosas reformas consensuadas.

Quiero pensar que la suerte no está echada, mi vieja querencia hacia el optimismo.

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