Por Gabriela Morejón Cabrera (Vrije Universiteit Amsterdam)
El mercado laboral español enfrenta serios desafíos debido a los desajustes educativos, un fenómeno que afecta tanto a los empleadores como a los graduados universitarios. Estos desajustes, que pueden clasificarse en verticales y horizontales, representan un uso ineficiente del capital humano. El impacto de este problema es amplio, afectando tanto la productividad general de la economía como el bienestar de los individuos, quienes a menudo no logran cumplir sus expectativas laborales o aprovechar al máximo su potencial. La educación superior, tradicionalmente considerada un camino hacia mejores oportunidades laborales y mayor estabilidad económica, se encuentra en un punto crítico. En España, el aumento constante en el número de graduados universitarios ha llevado a una inflación de credenciales, una situación en la que poseer un título universitario ya no garantiza empleo en una posición acorde al nivel de educación alcanzado. Este fenómeno es especialmente pronunciado en España, donde el 36% de los trabajadores están sobrecualificados, una proporción considerablemente mayor que el promedio europeo del 21%.
Los desajustes educativos no solo afectan los ingresos y la motivación laboral de los graduados, sino que también tienen implicaciones macroeconómicas significativas. La pérdida de recursos invertidos en educación y la disminución de la productividad laboral constituyen serios desafíos para un país como España, que también enfrenta tasas persistentemente altas de desempleo juvenil. Esta situación subraya la necesidad de examinar más a fondo los desajustes educativos y buscar soluciones efectivas. El desajuste educativo puede clasificarse en dos tipos principales: el vertical y el horizontal. El desajuste vertical ocurre cuando un trabajador tiene un nivel de educación superior al requerido para su empleo, como un ingeniero trabajando como cajero. Este fenómeno puede generar insatisfacción laboral, ya que los trabajadores sienten que sus habilidades y conocimientos no están siendo utilizados de manera efectiva. Por otro lado, el desajuste horizontal se da cuando un trabajador se desempeña fuera de su área de especialización, como un licenciado en historia que trabaja en marketing. Aunque este tipo de desajuste puede ofrecer nuevas oportunidades laborales, también puede reflejar un fallo en la conexión entre la formación académica y las demandas del mercado laboral. Estos desajustes evidencian fallos estructurales en la relación entre la educación y el mercado laboral, lo que plantea preguntas sobre la efectividad de las políticas educativas y la planificación económica en España.
En una investigación nuestra publicada se revela que los másteres pueden desempeñar un papel crucial en la mitigación de ciertos tipos de desajustes educativos. Los graduados que completan un máster tienen menores probabilidades de estar sobrecualificados en comparación con aquellos que solo poseen un título de grado. Esto es especialmente evidente en áreas como ciencias de la salud, ingeniería y arquitectura, donde los empleadores valoran las credenciales adicionales como una demostración de especialización y compromiso. Además, la experiencia laboral también contribuye a reducir la sobrecualificación. Sin embargo, los másteres ofrecen beneficios adicionales al actuar como una señal de productividad para los empleadores (Figura 1). Esta ventaja puede ser clave para los graduados que buscan diferenciarse en un mercado laboral competitivo.
Figura 1: Efectos de la experiencia en la probabilidad de desajuste vertical: Individuos con y sin título de master.
Aunque los másteres pueden reducir la sobrecalificación, también aumentan la probabilidad de que los graduados trabajen fuera de su campo de estudio original (Figura 1 y 2). Este fenómeno, conocido como desajuste horizontal, puede explicarse por la formación versátil que ofrecen muchos programas de máster. Esta formación, aunque valiosa, puede llevar a los graduados a considerar oportunidades laborales en sectores que no están directamente relacionados con su área de estudio. Los graduados en humanidades y ciencias sociales enfrentan los mayores desajustes horizontales, mientras que los de áreas como salud y STEM tienen menos probabilidades de experimentar este tipo de desajuste. Este hallazgo subraya la importancia de diseñar programas educativos que equilibren la especialización con la adaptabilidad a diferentes sectores laborales.
Figura 2: Efectos de la experiencia en la probabilidad de desajuste horizontal: Individuos con y sin título de master.
El tipo de universidad también juega un papel importante en los desajustes educativos. Los graduados de universidades públicas tienen una mayor probabilidad de estar sobrecualificados en comparación con los de instituciones privadas. Esto podría deberse a diferencias en los programas académicos, las oportunidades de prácticas profesionales y las conexiones con empresas. Otros factores laborales también son determinantes. Los contratos temporales o a tiempo parcial incrementan la incidencia de desajustes, mientras que los contratos permanentes y el empleo a tiempo completo tienden a reducirlos. Además, el nivel educativo de los padres influye significativamente: los graduados cuyos padres tienen educación superior tienen menos probabilidades de experimentar desajustes.
Ante este panorama, es crucial que los graduados tomen decisiones estratégicas en su educación y carrera profesional. Elegir un máster en áreas de alta demanda, como salud o ingeniería, puede aumentar significativamente las oportunidades de encontrar un empleo adecuado. Además, participar en programas de prácticas durante el máster mejora la empleabilidad y facilita la transición al mercado laboral. Por otro lado, las universidades tienen un papel clave al incorporar componentes prácticos, como prácticas obligatorias y colaboraciones con empresas, en los programas de máster. Ampliar la oferta de másteres en áreas STEM también puede beneficiar tanto a los estudiantes como a los empleadores. También es relevante fomentar el aprendizaje de habilidades transferibles que permitan a los graduados adaptarse a sectores laborales emergentes. Además, las universidades podrían desarrollar estrategias para fortalecer las conexiones entre estudiantes y el mundo empresarial, promoviendo el networking y la participación en ferias de empleo.
Por último, los responsables de políticas públicas tienen un rol fundamental en la transformación del panorama educativo y laboral. Implementar incentivos para fomentar la colaboración entre universidades y empresas, como programas de formación dual y subsidios para prácticas profesionales, podría ser un paso en la dirección correcta. Al mismo tiempo, ajustar la oferta educativa a las necesidades del mercado laboral resulta esencial para garantizar que los estudiantes desarrollen las competencias necesarias para prosperar en un entorno laboral cambiante. También sería beneficioso crear observatorios que monitoreen continuamente las demandas del mercado laboral, permitiendo una adaptación rápida de los programas educativos.
El análisis muestra que los másteres desempeñan un papel crucial en la reducción de la sobrecualificación, mientras que su impacto en los desajustes horizontales refleja una necesidad de planificación educativa más estratégica. Reducir los desajustes educativos no solo es esencial para mejorar la satisfacción laboral, sino también para garantizar un uso eficiente del capital humano. Con una mayor colaboración entre universidades, empresas y responsables de políticas, España puede avanzar hacia un mercado laboral más equilibrado y competitivo.