Breves reflexiones personales para profesores y alumnos basadas en mi expierencia como alumno y profesor a distancia.

Por Jordi Paniagua

En el verano del año 2000, recién acabada la carrera tenía un dilema: presentarme a filas (hasta el año 2001 el servicio militar era obligatorio en España para todos los varones) o presentarme en la empresa americana que me quería contratar en Alemania. No hubo mucho qué pensar ya que ante la perspectiva de estar pelando patatas o contando sellos durante nueve meses o investigando la entonces nueva red móvil 3G que permitía transmitir ficheros y utilizar todo lo que aprendí durante cinco años en la escuela de ingenieros, me decanté por lo último. Como tengo cierta aversión al riesgo y no quería tener problemas administrativos con alguien con un fusil, mi padre me recomendó que me matriculara por la UNED y pidiera otra prórroga, porque la mili no iba a durar mucho más. Y así empezó mi relación con la educación a distancia que ha llegado hasta hoy, primero como alumno y luego como tutor en el centro asociado Tomás y Valiente de Alzira-Valencia.

Con la arrogancia del ingeniero (me estoy quitando) me matriculé de tres asignaturas de una carrera que por entonces me parecía un entretenimiento: economía. Por entonces mi familia era de sentarse a comer delante del telediario y siempre me maravillaba cuando los economistas hablaban en clave PIB como de un primo lejano. Como los años pasan rápidos y el tiempo lento, llegó agosto sin haber abierto un libro. Hubo un tiempo en el que el calor del verano en el Mediterráneo tan solo se sofocaba con un libro. Mientras esperaba a que mi pareja de entonces-que curiosamente es la misma que la de ahora- volviera de trabajar, me refugiaba en el único sitio de la isla con aire acondicionado: la biblioteca. El primer libro que leí fue el de economía mundial, seguido por el de economía española. (El de matemáticas no lo abrí hasta el día del examen).

Cuando llegó la primera de semana de septiembre (en Alemania teníamos seis semanas de vacaciones entonces), me presenté a los exámenes por inercia. Llevaba toda mi vida examinándome y tampoco podía dejarlo de golpe.  Además, la UNED me permitía examinarme allá donde estuviera. Incluso una vez, me examiné durante un transbordo de un vuelo intercontinental, pero eso pertenece a otra historia. Más tarde vino el master y el doctorado y ahora estoy al otro lado de la trinchera y sigo haciendo exámenes, pero ahora escribo los enunciados también.

Ahora que los alumnos no pueden asistir a clase y todas las universidades se ha visto forzadas a parecerse a la UNED e impartir docencia a distancia, me gustaría compartir algunas reflexiones para los alumnos y profesores que se enfrentan por primera vez a la formación a distancia. Mi experiencia es sobre la docencia universitaria, pero en alguna medida también sería válida para otras etapas de la docencia.

Tengo que avisar que son unas reflexiones muy personales y no le tienen por qué servir a todo mundo. Tampoco pretenden ser exhaustivas. Si tenéis otras ideas o sugerencias podéis añadir comentarios aquí o en las redes sociales.

Reflexiones para los alumnos a distancia

  1. Estudiar a distancia es posible. No va ser fácil, sobre todo si hay que adaptarse de golpe, pero no es imposible. Hay muchos alumnos que han podido estudiar carreras a distancia compaginando trabajo, familia, amigos y demás actividades. Puede que tus circunstancias personales en el actual confinamiento te permitan disponer de más tiempo para el estudio, aprovéchalo.
  2. Mejor leer un manual que las diapositivas. Las diapositivas son un recurso docente, sin la explicación adecuada pueden confundir más que ayudar. Si tienes dudas sobre qué manual leer, consulta la guía docente o pregunta al profesor. Muchos manuales están disponibles on-line en la biblioteca. Si no has entrado nunca en la página web de tu biblioteca universitaria, sería un buen momento. Si puedes, compra el manual. Además de ser positivo para la economía, es una buena ocasión para empezar a tener tu propia biblioteca. Estás estudiando una carrera que tú escogiste, tener libros a tu disposición puede ser interesante si te vas a dedicar profesionalmente a esa carrera.
  3. Estudiar a distancia no es estudiar on-line. Estudiar de manera no presencial es justamente eso, no ir a clase y no tener un profesor delante de ti. Pero esto no significa que tengas que estudiar por internet. La primera fuente debe ser la bibliografía recomendada por el profesor en la guía docente. No te lleves sorpresas luego si has estudiado materiales equivocados.
  4. Utiliza los recursos on-line. Utiliza los recursos (apps, internet) que utilizas habitualmente con fines docentes. Seguramente tenéis un grupo de wasap de la clase. Utilízalo para compartir dudas, reflexiones sobre las asignaturas.
  5. Utiliza las tutorías. El equipo docente y los profesores están para ayudarte. Pero las tutorías sirven para resolver las dudas que no puedas resolver de otra manera. El equipo docente está para ayudarte a resolverlas. Pero intenta primero resolverlas por ti mismo. Piensa que, si todos acudís al profesor a la vez, podéis llegar a colapsar el sistema (como con los hospitales).

 

Reflexiones para los docentes a distancia

  1. Más vale un manual malo que unos apuntes buenos. Seguramente hace tiempo que habrás llegado a la misma conclusión que yo: no hay ningún manual perfecto. Hay temas que no están bien explicados, que se quedan cortos o que superan lo que se espera del alumno. El problema es que ya no puedes explicárselo al alumnado. Utiliza un manual de referencia y síguelo. Indica lo que tienen que leer y lo que no. Tanto el alumno como tu yo del futuro (cuando tengas que corregir) te lo agradecerán. Puede que te sean útil este reciente paper de Mankiw.
    1. Puede que muchos alumnos no tengan acceso al manual. En este caso, las editoriales nos están ayudando. Yo me puse en contacto con Mankiw y Perloff (los autores de los manuales que utilizo) y ambos me han autorizado a colgar en el aula virtual los temas que aún no he dado en clase. Me he puesto en contacto con la editorial (gracias Pearson) y los alumnos podrán acceder al manual sin problemas. Para los cursos introductorios, hay manuales de libre acceso como CORE.
  2. Las clases on-line no son clases. La clase on-line no es una clase en el aula. Podemos tener la tentación de pensar que todo sigue igual y que dando la clase on-line cubrimos el expediente. Al menos mi experiencia no es así y hay literatura al respecto (aquí y aquí). Las clases on-line no son un sustituto perfecto del aula presencial. Plantearlas de la misma manera es, a mi manera de entender, un error. No ya por la situación excepcional en la que muchos alumnos no se podrán conectar. La interacción no es la misma, no tenemos un feedback presencial. Mucho de lo que transmitimos en clase es un conocimiento tácito difícil de codificar. La mejor manera de plantear una clase on-line es ofrecer una guía de estudio, señalar lo que es importante y lo que no, atender dudas. En mi opinión tampoco debería prolongarse más de una hora.
  3. ¡Qué enseñen otros! ¿Cuáles son tus ventajas como docente? Seguramente hay otros profesores que explican mejor que tú. Es hora de aceptarlo. Yo por ejemplo a mis alumnos les recomiendo que vean las lecciones magistrales de Open Course Ware del MIT. Si tienes la suerte de que tu temario se solapa con alguna de las asignaturas disponibles, aprovecha la ventaja comparativa. Dedica tu tiempo a resolver dudas, responder mails, tutorías.
  4. Foro de dudas on-line. Las plataformas como Moodle permiten crear un foro de dudas. No te veas desbordado por responder a todas las dudas. Deja que los alumnos planteen y respondan dudas entre ellos. Eso, actúa como moderador cuando los veas necesario. En la UNED también suele haber un foro no moderado por el equipo docente para que los alumnos puedan tener un espacio de comunicación independiente. Yo personalmente, utilizo la participación (sensata) en el foro de dudas como parte de evaluación continua.
  5. Utiliza la evaluación continua. Por dos motivos, primero puede que se la única manera que tengamos de evaluar al estudiante. Recuerdo un problema de estadística que preguntaba: ¿Si hacemos un examen de nivel el primer de clase y luego nadie podría volver, sería adecuado utilizar esas notas como la nota final? Segundo, para incentivar a que los alumnos vayan trabajando. Piensa además que tu asignatura no es la única que tienen y en cierta manera vamos a “competir” por su atención con el resto de asignaturas. ¿Adivinas cuál dejarán si no envías tareas?
  6. Fomenta en trabajo en grupo. En la medida de lo posible asigna tareas que se puedan desarrollar en grupo (tres personas es lo ideal). Primero, fomentaras las habilidades de trabajo en grupo que están escritas y olvidadas en todas las guías docentes. Harás también que los alumnos tengan una motivación para colaborar. Además, el número de trabajos a corregir se divide por tres. Sí, además de nuestra actividad docente, seguimos haciendo otras cosas, como investigar o divulgar.
  7. Trabajos Fin de Grado/Master. A mis alumnos de TFG/TFM yo le he dado mi móvil. Es una opción personal y puede que tú no quieras hacerlo, es comprensible. Pero facilita que se puedan poner en contacto contigo más fácilmente.
  8. Tu trabajo es importante. Puede que nuestra asignatura no sea lo más importante ahora mismo. Puede que haya alumnos que lo estén pasando mal (o tú mismo). Tenlo en cuenta. Además de enseñar nuestra materia, puede que nuestros alumnos necesiten algo más que contenidos. No les defraudemos.

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