Durante los años transcurridos del siglo actual, España se ha alejado en renta per cápita de la Eurozona. Si en los primeros años alcazaba un nivel del 90 por ciento de la media de los países integrados en esa área, en 2022 esta ratio se había reducido al 82 por ciento. Esta diferencia se apoya en una tasa de ocupación inferior, que no se debe a una menor proporción de población en edad de trabajar, sino a una tasa de paro más elevada, el doble que la media del conjunto de países con los que se compara, y en una productividad del trabajo también más baja, sobre todo si se mide como producto por hora de trabajo (Cuadro 1). Ambos gaps han aumentado durante el período considerado, aunque no de forma continua, ni de la misma manera.
La comparación del producto por hora trabajada es más desfavorable que la del producto por ocupado, porque el número medio de horas de trabajo en España es superior al de la Eurozona. Pero la primera de estas dos medidas no es la mejor, porque un mayor número de horas por trabajador no significa una mayor productividad por ocupado, puesto que se observa una relación inversa por países entre horas de trabajo de los asalariados y productividad por ocupado (Felgueroso, 2010, 2020). La causalidad tiene lugar en ambas direcciones, porque los aumentos de la productividad favorecen la disminución del tiempo de trabajo, y determinadas reducciones de éste incentivan la productividad, como parece sugerir la correlación positiva entre la importancia del trabajo a tiempo parcial y la productividad por ocupado. Sólo el aumento de las horas de trabajo de los empleadores tiene una relación positiva con la productividad por ocupado (Felgueroso, 2010)
Aceptando pues como una medida más adecuada el producto por ocupado, puede decirse que brecha con la Eurozona en tasa de ocupación es superior a la brecha en productividad laboral, y que la convergencia con la renta per cápita de la Eurozona depende algo más de la eliminación de la primera que del cierre de la segunda (en un 60%)
Centrémonos ahora en el reto que supone la eliminación de la brecha en productividad por ocupado con la Eurozona. Como es sabido, en su versión más simple, el nivel de ésta variable depende del capital físico por trabajador y de la PTF, la eficiencia conjunta del trabajo y el capital. Pues bien, dado que el nivel de capitalización de la economía española supera ligeramente al de la Eurozona, cuando se mide en capital físico productivo por trabajador (Banco de España, indicadores estructurales de la economía española), el reto se encuentra en la PTF. En el Gráfico 1, se puede examinar la evolución de esta variable para diferentes países con datos de la Penn World Table y con referencia a EE.UU., país que se toma como frontera tecnológica. Se observa que España siguió a los líderes europeos en su convergencia con los niveles alcanzados por EE.UU. hasta 1980, y se mantuvo en esos niveles hasta el año 2000 en que comenzó a distanciarse de ellos, en mayor medida de lo que lo hicieron Alemania o Francia, aunque no tanto como Italia.
Gráfico 1.- PTF con relación a EE.UU.
Detrás de esta evolución, se esconde un reducido aumento de la PTF cuando se calcula de la misma manera que en el gráfico anterior, es decir, como diferencia entre el avance del producto por trabajador y la contribución del capital tangible, usando la metodología de la contabilidad del crecimiento (Gráfico 2). Pero cuando se descuenta también el efecto del capital humano, la evolución media de la PTF se hace negativa, y aún más negativa cuando se descuenta la contribución del capital intangible.
Gráfico 2. Evolución de la PTF
Esta evolución negativa de la PTF tiene dos causas. La primera es la ausencia de un cambio profundo del modelo productivo desde el capital tangible al capital humano, y sobre todo, al intangible. Escudero (2023) muestra que, para las economías más desarrolladas y de mayor dimensión, el capital tangible deja de contribuir a la convergencia en PTF con EE.UU. desde mediada la década de 1990. En España, la contribución de este capital, que insufla progreso técnico y produce una transformación profunda del tejido productivo, es muy sobresaliente durante las décadas de 1960 y 1970, como consecuencia del atraso económico con respecto a Alemania o Francia, pero se hace nula desde 1995.
Con los datos de EUKLEN sobre capital intangible por ocupado (Cuadro 2), se pude observar la posición retrasada de España. No sólo en propiedad innovadora, es decir en capital tecnológico, sino también en competencias económicas, esto es, marcas, formación de los empleados a cargo de la empresa, y sobre todo capital organizacional, que aumenta con la profesionalización de la gestión, la elaboración de planes tecnológicos, la evaluación de resultados, la cooperación entre el trabajo y el capital, la delegación de tareas a los niveles inferiores de la organización y la cooperación y las alianzas entre empresas.
La segunda de las causas es la ineficiencia en la asignación de los recursos. Téngase en cuenta que un crecimiento negativo de la PTF, cuando se descuentan las contribuciones del capital tangible, humano e intangible, refleja precisamente eso, salvo que se produzcan infrautilizaciones del trabajo y el capital. Indica que la productividad marginal del nuevo capital no compensa su coste unitario. La explicación de que algo así pueda ocurrir reside en que el coste del capital se abarata artificialmente o en que se espera que sea así, por ejemplo, mediante grandes expectativas de revalorización.
Pues bien, las razones últimas de estas ineficiencias han sido bien investigadas y son de tres tipos. En primer lugar, la elevada acumulación de inmuebles residenciales y estructuras empresariales durante el período de burbuja inmobiliaria (Díaz y Fraile, 2016). Esta acumulación recibió subvenciones y se benefició de la abundancia y baratura del capital y de expectativas de su revalorización. En segundo lugar, los flujos de capital recibidos por España tras la adopción del euro se dirigieron hacia las empresas mejor valoradas y con más colaterales, que no necesariamente eran las más eficientes (Gopinath et al. 2017). Finalmente, el clientelismo, medido a través del Bribe Payers Index, favoreció el abaratamiento del capital para aquellas empresas mejor relacionadas con los poderes públicos, como se deriva de las estimaciones de García Santana et al. (2020), quienes muestran cómo los ingresos marginales del capital de las empresas ubicadas dentro de cada sector productivo tendieron a divergir, en lugar de converger, durante el período 2000-2007, de importante deterioro institucional. Estos autores calculan que, en usencia de clientelismo, la PTF habría crecido en el período citado a una tasa media anual del 2,4 por ciento, en lugar de reducirse a una tasa del 0,7 por ciento. Por lo demás, la ineficiencia en la asignación de los recursos se incrementó más en los sectores más ligados a los poderes públicos, como el de la construcción, y menos en los más alejados de el, como los manufactureros.
De acuerdo con lo expuesto, afrontar el reto de la productividad exige primero avanzar en la reducción y flexibilización del tiempo de trabajo, aumentando la autonomía del trabajador al respecto, que es más reducida en España que en otros países. Pero, sobre todo, requiere incrementar de forma intensa la acumulación en capital humano e intangible, que el sector público debe incentivar y favorecer, dadas sus importantes externalidades. Fundamentalmente en dos intangibles: propiedad innovadora y capital organizacional. Para ello resulta indispensable fomentar, de una parte, un amplio desarrollo del capital riesgo, y de otra, la cooperación entre empresas y la cooperación público-privada, factores susceptibles de crear una verdadera cultura empresarial e industrial y aumentar la sofisticación en los negocios. Finalmente, debe trabajarse sin dilación por una sustancial mejora de la calidad de nuestras instituciones, frenando su deterioro desde 1995 (Peiró y Picazo, 2023).
El retraso en la puesta en marcha de todas estas actuaciones es la causa de nuestra divergencia en renta per cápita con la media de la UE. El elevado crecimiento económico español de los primeros años del siglo, basado en una sensible disminución de los costes del capital, una inmigración abundante y una expansión inmobiliaria excesiva, oscureció la senda a seguir, que, hoy, sin embargo, después de superadas dos grandes crisis, se dibuja nítidamente y sin alternativa.
REFERENCIAS
Díaz, A, y Franjo, L. (2016). “Capital goods, measured TFP and growth: The case of Spain”, European Economic Review, 83, pp. 19-39.
Escudero, I.(2023). «Estrategias tecnológicas para el crecimiento económico. Una aproximación no lineal a los determinantes de la
Productividad Total de los Factores», Tesis doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid, pp.17-37.
Felgueroso, F. (2010). “Trabajar más horas para salir de la crisis”, Blog de Economía Nada es Gratis, 17-10-2010
Felgueroso F. (2020). “Reflexiones sobre la Jornada Laboral de 4 días”, Blog de economía Nada es Gratis, 11-12-2020
García Santana, M.; Moral-Beniro, E.; Pijoan-Mas, J. y Ramos, R. (2020). “Growing like Spain: 1995”, International Economic Review, 61 (1), pp.383-416.
Gopinath, G.; Kalemli-Özcan, S.; Karabarbounis, L. y Villegas-Sánchez, C. (2017). “Capital allocation and productivity in South Europe” , Quarterly Journal of Economics, 132 (4), pp.1915-1967.
Peiró, J. y Picazo, Andrés, J. (2023). “Calidad institucional y capital social” en García Delgado, J.L. y Myro, R. (dir.) Lecciones de economía Española, 17ª edición, cap. 7, pp. 159-169.