Hace unos meses hubo una polémica sobre la construcción de un anillo ciclista en València (lean por ejemplo aquí y aquí). El anillo ciclista es un carril bici de doble sentido que circunvala el centro de la ciudad. Se ha construido segregado del tráfico y para ello se han eliminado carriles para el tráfico motorizado y plazas de aparcamiento. Los sospechosos habituales de la polémica alrededor del anillo fueron los atascos, el coste de las obras, la posible infra-utilización de la infraestructura y el descenso de ventas en los comercios. Unos meses tras la inauguración, el carril bici está lleno de bicis y los atascos son lo habituales en la centro (ver aquí). La oposición al carril se ha diluido y la bici en general no se entenderá de aquí unos años igual que pasó con la ley anti-tabaco.

Lo curioso de la absurda polémica fue que nos encasillen en una cierta ideología a los que nos desplazamos habitualmente en bici o defendemos estas medidas. Soy ciclista, lo confieso. Uso la bici tanto en su aspecto deportivo y lúdico como medio de transporte urbano (recorro más kilómetros en bici que en coche al final del año).  En pocos deportes como el ciclismo se aplica tan sutilmente el arte de gestionar recursos escasos como en el ciclismo. Muchas veces pienso que todo lo poco que sé de economía lo he aprendido dando pedales cada día (ver aquí).Pero intento que la opción de mi medio de transporte no enturbie mi capacidad de análisis. De hecho, no siempre he estado de acurdo con las medidas que ha tomado el actual ayuntamiento en materia ciclista (como dejé constancia aquí al oponerme a no obligatoriedad del casco).

La bicicleta no tiene ideología, es tan sólo un medio de transporte más. Puede resultar erróneo inferir simpatías políticas de la preferencias ciclistas. De hecho, políticos de todos los colores apoyan el uso de la bici como el conservador británico Boris Johnson que dijo: «imaginad si pudiésemos inventar algo que redujese la congestión del tráfico, el ruido, la contaminación y la mala salud. Algo que mejorase la vida de todo el mundo, de manera rápida, sin el coste de la construcción de nuevas carreteras y líneas de tren. Bueno, lo inventamos hace 200 años: la bicicleta”.

bici caidaNo soy un experto en economía del transporte urbano, pero es un tema un tema bastante estudiado en la literatura especializada. Como economista intento que el resbaladizo terreno de lo ideológico no empantane mi capacidad de análisis (eso lo dejo para la bici, como muestra la foto de la izquierda). Me decanto más por atender lo que dicen los estudios de mis colegas que otras consideraciones sin aval empírico. Hay bastantes evidencias que sugieren que los beneficios superan los costes, que también los hay. Por ejemplo, un análisis en tres ciudades Noruega indican que los beneficios cuadriplican los costes (Sælensminde, 2004). Además de los efectos en la salud y contaminación, lo interesante de este caso fue que la introducción de carril bici no incrementó sustancialmente los atascos. Los conductores eligieron mejores rutas alternativas (avenidas más amplias alejadas del centro) en previsión de congestión y como consecuencia se descongestiona el tráfico del centro de la ciudad.

Como resumen, los estudios más relevantes señalan lo siguiente:

  1. El uso de la bicicleta urbana tiene efectos positivos a nivel individual (salud), colectivo (contaminación) y económico (menor coste, turistas, servicios de alquiler). (Handy, van Wee & Kroesen, 2014)
  2. Hay muchas razones por las cuales decidimos o no utiliza la bici. Una de ellas es disponer de un carril bici (Heinen , van Wee & Maat, 2010).
  3. Existe una relación positiva entre carriles bici y el nivel de actividad ciclista (Buehler & Dill, 2015).
  4. Los carriles bici tienen un coste. Cuando las preferencias están jerarquizadas, recomiendan separar las redes en zonas de alta densidad de flujo de peatones o vehículos (Buehler & Dill, 2015).

Afortunadamente un carril bici no es una infraestructura irreversible. Si los hechos demuestran que el aumento de la bici en detrimento del coche supone un coste superior al beneficio, estaré dispuesto a cambiar de opinión. Mientras tanto, seguiré pedaleando.

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