Por Jasmina Berbegal-Mirabent (Universitat Politècnica de Catalunya) y Victor Martin-Sanchez (University of Southern Denmark)

 

La transferencia de conocimiento se ha convertido en una de las misiones esenciales de las universidades modernas. A medida que la sociedad evoluciona y se enfrenta a desafíos cada vez más complejos, las universidades han tenido que ampliar sus funciones, desempeñando un papel más activo en el desarrollo económico y social. Sin embargo, reducir la transferencia de conocimiento a una visión centrada exclusivamente en la comercialización tecnológica y los acuerdos con la industria resulta limitante. Esta perspectiva deja de lado otras formas de intercambio que son igualmente valiosas para la sociedad.

En esencia, la transferencia de conocimiento es el proceso por el cual las universidades comparten su conocimiento, experiencia y resultados de investigación con el mundo exterior. Este intercambio, que puede tomar múltiples formas, es bidireccional: no solo se transmite información desde la universidad hacia la sociedad, sino que también se reciben aportaciones del entorno, enriqueciendo el conocimiento académico y adaptándolo a las necesidades del mundo real.

Tradicionalmente, este intercambio se ha asociado a la comercialización tecnológica, como patentes, licencias de propiedad intelectual y creación de start-ups. Aunque son actividades fundamentales, representan solo una pequeña parte de las numerosas interacciones entre las universidades y su entorno. La transferencia de conocimiento debe comprenderse desde una perspectiva mucho más amplia.

Precisamente en un estudio publicado recientemente en la revista The Journal of Technology Transfer y que se puede encontrar aquí se aborda esta cuestión. Con el objetivo de capturar esta diversidad y comprender mejor las formas en que las universidades españolas participan en actividades de transferencia de conocimiento, se ha realizado un estudio que ofrece una nueva visión sobre el fenómeno. Su novedad no solo radica en explorar y caracterizar las múltiples vías a través de las cuales ocurre este intercambio de conocimiento, sino también en la unidad de análisis seleccionada: las facultades, en lugar de considerar a las universidades en su conjunto. Este enfoque permite una visión más granular, ya que las facultades suelen gozar de un mayor grado de autonomía y están mejor posicionadas para reflejar las particularidades de cada área de conocimiento, desde sus dinámicas internas hasta su interacción con el entorno.

Para llevar a cabo el estudio, se diseñó una encuesta dirigida a los decanos y decanas de las facultades de universidades públicas españolas. Este instrumento se orientó a recoger sus percepciones sobre las actividades de transferencia de conocimiento desarrolladas en sus respectivas facultades, abarcando aspectos como la colaboración con empresas, la participación en actividades comunitarias o el impacto de la investigación en el entorno social. La encuesta obtuvo 300 respuestas válidas, lo que representa un 44% de tasa de respuesta, un porcentaje significativo que permitió realizar un análisis estadístico riguroso y representativo. A partir de este análisis, se identificaron cinco dimensiones clave que sintetizan las diferentes formas en que las facultades contribuyen a la transferencia de conocimiento:

Dimensiones de la transferencia de conocimiento

La primera dimensión, comercialización de conocimiento y tecnología, es la más conocida y frecuentemente medida. Se refiere a la aplicación del conocimiento en una organización para mejorar su posición competitiva en el mercado. Incluye aspectos que reflejan la dimensión económica del intercambio de conocimiento, como las patentes, la concesión de licencias de propiedad intelectual y la creación de spin-offs y start-ups. Estas acciones son especialmente relevantes en áreas tecnológicas y científicas, donde los resultados de la investigación pueden dar lugar a productos o servicios innovadores con un impacto directo en el mercado. Las universidades suelen contar con oficinas de transferencia tecnológica o de conocimiento que facilitan estos procesos, actuando como intermediarias entre los investigadores y las empresas interesadas en aplicar los resultados de la investigación. Además, los parques tecnológicos, incubadoras y aceleradoras desempeñan un papel crucial al ofrecer un entorno propicio para que las ideas innovadoras se conviertan en negocios viables. No obstante, esta dimensión de la transferencia de conocimiento, aunque importante, representa solo una parte del impacto que las universidades pueden generar en la sociedad. Limitar la evaluación de las universidades a su capacidad de generar patentes o acuerdos comerciales ignora otras formas valiosas de intercambio de conocimiento.

La segunda dimensión, colaboración en investigación interdisciplinaria, surge de la necesidad de abordar de manera transversal los grandes desafíos actuales (p.ej. cambio climático, pandemias, inteligencia artificial, etc.), los cuales requieren de enfoques que integren conocimientos de múltiples disciplinas. Las universidades, como centros de conocimiento diverso, están en una posición única para fomentar estas colaboraciones. La investigación interdisciplinaria implica la cooperación entre distintos departamentos y áreas de estudio, así como la colaboración con actores externos como empresas, administraciones públicas y organizaciones sin ánimo de lucro. Esta interacción permite combinar diferentes perspectivas y metodologías para abordar problemas complejos de manera más efectiva. Por ejemplo, un proyecto sobre sostenibilidad urbana puede involucrar a ingenieros, sociólogos, economistas y expertos en políticas públicas. La sinergia resultante no solo enriquece la investigación académica, sino que también facilita soluciones prácticas que pueden implementarse en la sociedad.

La tercera dimensión, investigación con y para la sociedad, a diferencia de la investigación puramente teórica, engloba actividades de intercambio de conocimiento dirigidas a utilizar los esfuerzos de investigación para satisfacer las necesidades sociales. La investigación universitaria tiene como mandato principal abordar los desafíos sociales, en lugar de limitarse únicamente a proporcionar soluciones a la industria. En este sentido, las actividades de esta dimensión buscan generar un impacto positivo en su entorno, por lo que incluyen la colaboración, la co-creación y las iniciativas de investigación participativa. Esta interacción bidireccional fortalece el vínculo entre la universidad y la sociedad y garantiza que el conocimiento generado responda a las necesidades reales de la comunidad. Estudios sobre pobreza energética, integración social de colectivos vulnerables o estrategias de desarrollo rural son ejemplos de cómo el conocimiento académico puede aplicarse para mejorar la calidad de vida de las personas.

Una cuarta dimensión abarca las actividades de divulgación. Los flujos de conocimiento desde las universidades hacia actores no académicos son esenciales para que las universidades actúen como espacios públicos de interacción reflexiva. La divulgación no solo permite que los resultados de la investigación lleguen a un público más amplio, sino que también fomenta una cultura científica en la sociedad. Cuando las universidades organizan eventos abiertos o participan en medios de comunicación, están contribuyendo a la alfabetización científica y a la toma de decisiones informadas por parte de los ciudadanos. Esta dimensión es especialmente relevante para las áreas de humanidades y ciencias sociales, donde el impacto del conocimiento no siempre se mide en términos económicos, pero sí en términos de enriquecimiento cultural y cohesión social. En este sentido, esta dimensión incluye actividades basadas en la comunidad y en las personas, como conferencias públicas, exposiciones, redes, foros y congresos, así como otras acciones que acerquen el conocimiento académico a la ciudadanía.

Finalmente, la dimensión de enseñanza ejecutiva y colaborativa se centra en actividades de intercambio de conocimiento relacionadas con el desarrollo profesional de la población. Estas actividades se entienden como un proceso bidireccional entre las universidades y sus comunidades, generando oportunidades de aprendizaje mutuo. La oferta académica va más allá de la enseñanza tradicional de las universidades. Se incluyen aquí programas de formación personalizados que se adapten a las demandas específicas de estudiantes y empresas, así como programas de reciclaje y extensión universitaria. La colaboración con el sector empresarial en el diseño y la impartición de estos programas garantiza que el conocimiento académico esté alineado con las necesidades del mercado laboral y las demandas sociales. Además, el aprendizaje permanente permite que las personas actualicen sus conocimientos y habilidades a lo largo de su vida profesional. En una sociedad en constante cambio, esta función de las universidades es crucial para mantener una fuerza laboral competitiva y adaptada a los nuevos desafíos.

Diferencias por disciplinas

Para comprender cómo las diferentes disciplinas influyen en la percepción del compromiso en actividades de transferencia de conocimiento, se han explorado las variaciones en las oportunidades e inclinaciones hacia estas actividades según las cinco grandes disciplinas habituales en los grados académicos en España: humanidades y artes, ciencias sociales, ciencias, ciencias médicas e ingeniería. En general se observa que disciplinas más prácticas, como ingeniería, tienden a liderar en actividades orientadas al mercado y la sociedad, mientras que las ciencias sociales destacan en actividades de alcance comunitario. Por ejemplo, en las escuelas de ingeniería es común que los investigadores desarrollen prototipos que luego se convierten en productos comerciales. Además, ingeniería también lidera en investigación orientada hacia y con la sociedad. En contraste, en facultades de humanidades, estas actividades son menos frecuentes debido a la naturaleza no tecnológica de su investigación. También las facultades de ciencias suelen tener una mayor participación en la comercialización del conocimiento y la tecnología en comparación con las de humanidades y educación.

En cuanto a la colaboración interdisciplinaria, se observa que ciencias e ingeniería tienen vías de colaboración con la industria bien definidas. Por ejemplo, proyectos de ingeniería medioambiental suelen combinar conocimientos de biólogos, químicos y ecólogos. En cambio, en humanidades y ciencias sociales, estas colaboraciones son menos estructuradas. También se observa que la ingeniería supera ligeramente a la medicina en el uso de este tipo de mecanismo de transferencia. En las actividades de divulgación, las facultades de ciencias sociales son especialmente activas en comparación con las de ciencias y medicina, organizando conferencias, talleres y ferias culturales. Esto podría explicarse porque las ciencias sociales suelen abordar cuestiones sociales aplicables a públicos amplios, lo que facilita su conexión con la comunidad. Finalmente, en enseñanza ejecutiva y colaborativa, humanidades y educación obtienen puntuaciones más bajas que ciencias sociales, medicina e ingeniería. Esta diferencia podría deberse a que estas disciplinas tienen infraestructuras más desarrolladas para colaborar con la industria y socios externos, lo que fortalece sus programas educativos.

En conclusión

Las universidades son instituciones complejas que contribuyen al desarrollo social y económico de múltiples maneras. Limitar la evaluación de sus actividades de transferencia de conocimiento a la dimensión puramente económica es un error que puede llevar a subestimar su impacto real. Una visión integral de la transferencia de conocimiento debe considerar todas las formas en que las universidades interactúan con la sociedad, desde la comercialización de tecnología hasta la investigación orientada a resolver problemas sociales y la divulgación científica.

Cada universidad tiene características y contextos únicos que determinan sus estrategias de transferencia de conocimiento. Las políticas públicas y los sistemas de evaluación deben ser lo suficientemente flexibles como para reconocer esta diversidad y fomentar las distintas formas de impacto que pueden generar las universidades. Solo así se podrá aprovechar todo el potencial de estas instituciones como motores de desarrollo social y económico.

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