Por Roberto Ramos (Banco de España), Eduardo Gutiérrez (Banco de España) y Enrique Moral-Benito (Banco de España).

La población española en las últimas décadas tendió a aumentar en los municipios urbanos y a decaer en los municipios rurales, en un contexto de mayor dificultad para acceder a puestos de trabajo y a servicios básicos en estos últimos. No obstante, la pandemia de la COVID-19 supuso una perturbación sin precedentes en dichas dinámicas demográficas. Por un lado, obligó a los ciudadanos a observar medidas de distanciamiento social, las cuales disminuyeron los beneficios de residir en ciudades. Por otro lado, y de carácter quizás más permanente, fenómenos como la implantación del teletrabajo y el desarrollo del comercio electrónico podrían favorecer el atractivo de territorios menos poblados como lugares de residencia.

En un artículo reciente analizamos las dinámicas poblacionales de las zonas urbanas y rurales durante 2020. Documentamos que en dicho año la población rural aumentó en 65.000 habitantes (un 0,7 %) y la población urbana se redujo en 129.000 personas (un 0,3 %), cifras que contrastan con una caída anual promedio de la población rural del 0,25 % y un aumento de la población urbana anual del 0,5 % durante los cinco años anteriores. Además, destacamos que la evolución más favorable de la población en territorios menos densos vino impulsada por las llegadas de nuevos residentes desde municipios de otras partes de España.

A fin de explicar con detalle las tendencias poblacionales señaladas, nuestro artículo descompone las variaciones de la población entre el crecimiento natural y las migraciones netas. Tal y como cabría esperar, durante la pandemia se produjo una reducción en el número de nacimientos y un notable aumento en el número de fallecimientos, de modo que la contribución del crecimiento natural fue negativa tanto en municipios urbanos como rurales. En estos, el crecimiento natural supuso la pérdida de 61.000 habitantes (un 0,6 % de la población), mientras que en aquellos implicó una reducción de 91.000 ciudadanos (el 0,2 % de la población). En los cinco años anteriores, los municipios urbanos habían experimentado un crecimiento natural nulo o positivo, mientras que los municipios rurales habían perdido un 0,4 % de la población anualmente por este motivo (véase el gráfico 1).

Migraciones y crecimiento municipal

Por su parte, en 2020 las migraciones netas se redujeron en 38.000 personas en las zonas urbanas (un 0,1 % de la población) y aumentaron la población rural en 125.000 habitantes (un 1,3 % de la población). El saldo migratorio de las zonas rurales contrasta con la llegada neta de 72.000 migrantes en 2019, que, a su vez, fue el mejor año en término de llegadas netas desde el año 2008, cuando las migraciones internacionales eran muy elevadas. Además, las ganancias de población en los municipios rurales en el año de la pandemia se debieron a la llegada neta de ciudadanos desde otras partes de España. Así, 106.000 de los 125.000 migrantes procedían de municipios urbanos españoles. En concreto, las inmigraciones ascendieron a 425.000 personas y las emigraciones a 319.000 personas, lo que implica un incremento de las llegadas de 33.000 personas y una reducción de las salidas de 59.000 personas en comparación con el año 2019 (véase el gráfico 2).

Migraciones internas y crecimiento municipios

Es interesante abordar, además, la evolución demográfica de los municipios rurales según sus características. En particular, en nuestro artículo diferenciamos entre los municipios vinculados a una urbe (es decir, si su mercado laboral está integrado en el de una ciudad), los que están en riesgo de despoblación (de acuerdo a un criterio de crecimiento de la población, crecimiento natural y densidad poblacional) y el resto.

Es notable destacar que el estallido de la pandemia cambió las dinámicas demográficas de estos conjuntos de municipios. En particular, la población de los municipios rurales pertenecientes a urbes había aumentado entre 2015 y 2019 un 3,4 %, la de los municipios en riesgo de población había caído un 6,6 % y la del resto se había reducido un 1.1 %. En 2020, por el contrario, la población de los primeros aumentó un 1,4 %, la de los segundos permaneció inalterada, a pesar de un crecimiento natural negativo, y la de los últimos aumentó un 0,4 %.  Nuevamente, el cambio en el patrón se debió a las migraciones internas. Así, estas explicaron un incremento del 1,7 %, 1,6 % y 1,1 % de la población en los municipios rurales vinculados a urbes, municipios en riesgo de despoblación y el resto de municipios rurales, respectivamente.

Dados estos cambios en las dinámicas poblacionales observados en 2020, cabe preguntarse qué factores han contribuido al incremento del saldo migratorio interno de los municipios rurales. Tradicionalmente, los movimientos migratorios se explican por la diferencia entre los ingresos reales esperados entre el municipio de origen y el municipio de destino, las oportunidades laborales en el municipio de destino y las relaciones preexistentes, entre otras razones.  Sin embargo, el año 2020 se distinguió por su excepcionalidad, al estar caracterizado por restricciones a la actividad, la extensión del teletrabajo y del comercio electrónico y unas reducidas migraciones internacionales, factores que a buen seguro influyeron notablemente en los flujos migratorios internos. Un análisis de regresión de los saldos migratorios municipales en 2020 revela que variables como la evolución demográfica durante el período del éxodo rural, el porcentaje de viviendas catalogadas como de segunda residencia, una mayor cobertura de servicios digitales, un mejor acceso a servicios físicos y la cercanía a la capital de provincia son significativas a la hora de explicar un saldo migratorio más positivo durante el primer año de la pandemia.

Desde una perspectiva de más largo plazo, los rasgos tan particulares que caracterizaron el año 2020 hacen difícil anticipar hasta qué punto los cambios observados se extenderán en el tiempo. Además, más allá de cómo evolucione la situación epidemiológica, las dinámicas demográficas de las zonas rurales y de las urbanas se verán influenciadas por numerosos cambios estructurales, como los avances tecnológicos, las nuevas formas de trabajo, la evolución de las preferencias, el envejecimiento poblacional o la transición ecológica. El análisis de dichas tendencias ayudará, a buen seguro, a entender el presente y el futuro de dichas dinámicas demográficas y constituye un apasionante campo de investigación.

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