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Por Mª Dolores Garza Gil, Mª Xosé Vázquez Rodríguez  y Manuel M. Varela Lafuente, profesores de la Universidad de Vigo

La acuicultura contribuye a aumentar de manera significativa el suministro alimentario, en especial en lo que se refiere al aporte proteínico, cuestión importante en las condiciones actuales de crecimiento de la población y las limitaciones de la pesca marítima y la ganadería terrestre tradicionales. En este sentido, la acuicultura tiene una presencia palpable en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. En concreto, y al menos, en los objetivos de poner fin a la pobreza y el hambre, crecimiento y empleo, producción y consumo, cambio climático, o recursos y ecosistemas marinos (United Nations, 2019). Asimismo, está presente en la agenda europea como uno de los cinco ámbitos prioritarios en la estrategia Blue Growth.

Este despegue de la acuicultura ha sido posible en gran medida por las innovaciones en las formas de cultivo y por el mayor conocimiento y dominio sobre los procesos de selección de especies, nutrición y control de las patologías, así como de las implicaciones sobre sostenibilidad. Paralelamente, se han mantenido otras modalidades de producción tradicionales.

No obstante, estos procesos presentan límites o condicionantes significativos en, al menos, tres aspectos: a) ambientales; b) institucionales; c) económicos. Los primeros se relacionan con la disponibilidad de espacios naturales y los impactos de la propia actividad en los ecosistemas marinos. Los segundos hacen referencia a los nuevos sistemas de derechos que se generan, los eventuales conflictos con otros usuarios y las medidas de regulación que se establecen. Los terceros se refieren a las condiciones de los mercados, condicionando la competencia y la viabilidad de los proyectos, y sin perder de vista los impactos de los procesos de globalización.

La FAO estima que la producción de acuicultura ha seguido una senda continuamente ascendente desde los años 80 del siglo pasado. Esta cantidad representó más del 45% del total de la producción de recursos vivos de origen marino (pesca y acuicultura) en los últimos años, cuando en el año 2000 su aportación era sólo del 26%. La tendencia general necesita ser matizada, ya que no se produjo con la misma intensidad en las diferentes áreas geográficas, ni en todas las modalidades de cultivo, ni para las distintas especies objetivo.

A escala mundial, en lo que va de siglo los incrementos son más perceptibles en los países asiáticos, mientras que las cifras en Europa muestran cierto estancamiento (sin superar en la UE el 20% de la producción pesquera total). Por otra parte, algunas especies acaparan los crecimientos más notables (en peso o en valor), convirtiéndose en referencia de estos procesos: salmón, langostino blanco, tilapia, carpa china o almeja japonesa, son algunas de ellas. En Europa también destaca el crecimiento en producción de lubina y dorada.

Las cifras de producción de acuicultura que proporciona la FAO representan distintos procesos de producción. Podemos diferenciar tres tipos básicos: a) el marisqueo, que a partir de especies autóctonas o incluso importadas, desarrolla procesos de trabajo tradicionales de cultivo seleccionando y adaptando hábitats naturales; b) los cultivos que requieren instalaciones artificiales fijas o a flote en el mar, más o menos simples (como las bateas, por ejemplo), donde se desarrollan procesos de engorde aprovechando los nutrientes naturales asequibles; y c) cultivos que se basan en procesos integrales en granja marina, con instalaciones tecnológicamente complejas, interviniendo en toda la cadena del proceso productivo (selección de especie, suministro externo de nutrientes, control de patologías, control de condiciones ambientales; la mayoría de peces).

El medio natural y disponibilidad de espacios es un factor importante en la actividad. Los resultados de supervivencia y crecimiento de alevines en cada experiencia específica (y económicamente, por tanto, las posibilidades de producción) dependerán de factores en ese espacio como temperatura del agua, salinidad, nutrientes naturales disponibles, relaciones tróficas y demás condiciones ambientales.

El mejor conocimiento de la dinámica natural de cada especie cultivada ha propiciado la innovación aplicada a la producción en varias direcciones, y, paralelamente, también ha contribuido a paliar impactos derivados tanto de la propia dinámica productiva como de otros factores externos de distinto origen y alcance (cambio climático, catástrofes ambientales locales como la del caso del Prestige). La intervención, basada en aplicaciones innovadoras, puede reconducir los hábitats hacia el equilibrio. Los avances en genómica y el mapeo genético, el conocimiento de la dinámica de las poblaciones, y la biotecnología en general, así como las últimas experiencias en Acuicultura Multitrófica Integrada (AMTI) son de suma importancia en este aspecto.

Conocer la genética y completar el ciclo biológico es un factor importante en términos de competitividad. Por un lado, es la base de la selección de especies y ejemplares que van a crecer en la explotación, además del tratamiento preventivo (vacunas) de las patologías más características. Otro aspecto importante son las decisiones que se refieren a la nutrición, y no sólo por su coste o posibles impactos, sino también por la eficiencia en el proceso de engorde (determinado económicamente por los tiempos empleados y los tamaños elegidos para su comercialización). En general, en este aspecto se manifiestan diferencias importantes entre las modalidades más tradicionales y la piscicultura en granja marina.

Pero como estamos hablando de espacios de dominio público, donde coinciden habitualmente usos alternativos (existentes o posibles), la decisión de disponibilidad para el cultivo corresponderá en primera instancia a las administraciones públicas. La valoración que hagan las administraciones permitirá optimizar la planificación de los usos, y, adicionalmente, la autorización de las explotaciones acuícolas y la regulación de la actividad. Por tanto, la buena gobernanza debe tener en cuenta los sistemas de recursos y los impactos que se ocasionan sobre ellos por parte de los agentes sociales.

Por último, no podemos obviar que otros elementos o factores externos a los procesos propios del sector acuícola pueden afectar a las estrategias de producción e inversión, y singularmente a la innovación. Hablamos especialmente de aspectos de mercado y de globalización. Se trata de mercados bastante abiertos y bastante internacionalizados, lo que los hace más sensibles a los procesos de globalización. En este contexto, los grupos empresariales más poderosos han incrementado su capacidad de presión y han condicionado la estrategia de los demás competidores. No siempre prevalecen las actitudes más conservacionistas sobre los recursos y el medio ambiente y no siempre facilitan la aplicación de sistemas de regulación que faciliten simultáneamente la eficiencia y la sostenibilidad.