La UE ya tomó ayer finalmente algo así como una determinación sobre el problema de la deuda griega. Es un paso significativo en la dirección correcta aunque es una resolución tardía, demasiado enrevesada y, sobre todo, que en el futuro podría ser insuficiente. El documento oficial está a disposición pública:
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Los tenedores de bonos pueden intercambiar su deuda en hasta tres modalidades distintas o pueden refinanciarla. El programa presupone ventas de bonos que conlleva la pérdida de hasta el 21% de su valor, lo que en términos prácticos equivale a un default selectivo, una posibilidad que muchos habían querido evitar y que Merkel ha acabado imponiendo. Está por ver cómo se tomarán los mercados este mecanismo, por muy excepcional o enfocado en Grecia que esté, ya que en el corto están reaccionando –como en anteriores acuerdos- positivamente. Por ponerlo de forma muy sencilla, de algún modo, se está señalizando que la deuda pública puede no pagarse (o reducir su valor hasta un nivel equivalente a un impago), algo que seguramente no va a ser tomado como una garantía de estabilidad.
Las medidas permiten ganar tiempo y alivian la carga a corto plazo de Grecia y otros países pero no resuelve el problema de que Grecia “pueda caminar sola” ni la amenaza sobre otros países. Mientras tanto, con estas soluciones hasta ahora solamente temporales, los inversores van acomodando sus carteras y los contribuyentes europeos probablemente tendrán que pagar durante muchos años gran parte de la deuda griega. Cierto es que no hay una solución sin pegas para esta situación pero al menos sería deseable un compromiso mucho más elevado en lo cuantitativo. Y hubiera sido probablemente mucho más deseable establecer un mecanismo europeo de compra de bonos (por supuesto, con cesión de soberanía fiscal y una necesaria mayor integración y coordinación entre países miembros) que sirviera para Grecia y para cualquier situación similar, una transición hacia el eurobono, una solución verdaderamente europea. Porque con las decisiones que se han tomado sobre Grecia parece estar indicándose que el problema es sólo Grecia cuando, en realidad, el contagio está extendido y lo que es necesario es que haya un verdadero backstop, creíble, que frene la especulación sobre los países de la zona euro.
Los mecanismos de resolución no son sencillos e implican (sempiterno problema europeo) numerosos y complejos acuerdos bilaterales, que además, deben ratificarse políticamente en cada país, lo que siempre es complejo. En todo caso, el problema de fondo sigue siendo que esos 109.000 millones de euros comprometidos no serán suficientes y a la vuelta de poco tiempo la UE tendrá que volver a retomar el problema griego. Junto a las medidas directamente enfocadas a los tenedores de bonos, también se estableció un importante recorte (del 3,5%) en los intereses que los tres países afectados por mecanismos de rescate (Grecia, Portugal e Irlanda) tienen que pagar al fondo de rescate europeo. Es interesante también que se haya establecido la posibilidad de que el fondo lanzara líneas de crédito para “recapitalizar a cualquier banco en problemas en la eurozona”, seguramente con la mirada puesta en Italia y, tal vez, en España. En el caso de España, se están realizando esfuerzos ingentes para sanear y reestructurar el sector bancario pero esta situación de la deuda soberana sigue ahí, como una presión incesante que limita la acción de la reforma bancaria española y cercena en buena medida el acceso a los mercados de las entidades financieras españolas. Sobre todo ello tuve la oportunidad de opinar en un artículo para El País el pasado domingo:
http://www.elpais.com/articulo/economia/Cuenta/elpepieco/20110717elpepieco_9/Tes