Hace cuatro días, el martes 24 de mayo, falleció en Madrid el profesor Luis Ángel Rojo.

Junto a otros noventa economistas licenciados en el año 1974 en la Universidad Complutense de Madrid, pertenezco a la promoción que en 1969 inauguró la nueva Facultad de Económicas en el Campus de Somosaguas, y con ella un nuevo plan de estudios, en cuya elaboración intervino de forma destacada el profesor Luis Ángel Rojo. Tuvimos por ello el privilegio de contar con sus enseñanzas en el primer, segundo y cuarto año de la carrera, además de en un largo seminario dedicado a la política monetaria, durante el tercer curso. Rojo se comprometió en el empeño de conseguir que el nuevo plan de estudios supusiera una mejora importante de la formación de los estudiantes y contribuyó a que otros excelentes profesores también lo hicieran. Fuimos pues una promoción mimada por aquella Facultad. Quizá por ello dieciocho de quienes la integran son o han sido profesores de universidad en alguna etapa de sus vidas.

El profesor Rojo ocupó pues un lugar central en nuestra educación. Su forma de pensar ordenada, seria y desprejuiciada, junto con su pasión por el estudio y el conocimiento de la economía, dejó una honda huella en nosotros, jóvenes ávidos de saber, en aquella España hermética. Consiguió que nos sintiéramos integrantes de un grupo escogido, que podía adentrarse sin barreras en el saber económico y social, escapando de la pobreza cultural del entorno, a la que nos devolvían cada día nuevos asaltos de la policía a la facultad.

Al comienzo del pasado año, nuestra promoción celebró una cena de homenaje al profesor Luis Ángel Rojo, en la que le agradecimos su magisterio y su generosa y cariñosa dedicación. Le regalamos, firmada por todos, una edición de la Teoría General de la Ocupación, el Interés y El Dinero, de J.M. Keynes, libro que leímos y discutimos en las tutorías de la asignatura de macroeconomía durante el segundo año de carrera. Rojo era un profundo conocedor de la obra de Keynes, además de un enamorado de ella, y nos contagió su entusiasmo, enseñándonos a desentrañarla y disfrutarla. Además, al abrirnos la posibilidad de acceder directamente a ese texto tan rico y sugerente, logró que nos sintiéramos adultos a una edad muy temprana.

La importancia de la figura de L.A. Rojo para España y su economía es difícil de exagerar, y por ello, también de sintetizar y glosar, porque abarca múltiples facetas que cultivó de manera ejemplar: profesor de universidad, director renovador del Servicio de Estudios del Banco de España, gobernador lúcido de esta última institución, analista permanente de la economía internacional y española, ensayista y miembro de la Real Academia Española.

Sus alumnos guardamos un recuerdo inolvidable de varias de estas facetas. Sus clases eran realmente magistrales, sin interrupciones ni saltos, siguiendo un guión muy elaborado, fruto de una larga y pormenorizada preparación, que implicaba el escribirlas previamente, creando borradores de los apuntes y libros que más tarde verían la luz. Pero ello no le impedía salpicar sus explicaciones de meditadas referencias y aplicaciones a los acontecimientos económicos del momento, ni dejar de  incitar a los alumnos al debate y a la reflexión sobre estos.

Las conversaciones con él, individualmente o en pequeños grupos, complementaban estas reflexiones, ofreciendo una oportunidad adicional para obtener  respuestas a nuestras inquietudes de todo tipo, aprender de la historia, formular nuevas preguntas  y crear puentes entre la economía y otros aspectos de la ciencia, el arte y la cultura.

De esta manera,  Luis Ángel Rojo nos contagió también de su compromiso con el progreso de la economía, la sociedad  y la cultura española, un rasgo que permanece entre los que integramos aquella primera promoción de Somosaguas, y que estimula la permanente y estrecha relación entre nosotros.

Recordaremos siempre al profesor Rojo con enorme afecto, respeto y agradecimiento, como a un gran maestro, afable y generoso.

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