A finales de 2014, mi compañero de Departameno @InakiErauskin se preguntaba si la obesidad es la nueva plaga de la humanidad.  Parece que la respuesta es afirmativa, ya que la obesidad está ligada a enfermedades como la diabetes, las afecciones cardiacas y otras enfermedades crónicas.

México es un país donde la obesidad es especialmente grave. Se estima que el 73% de los adultos tiene sobrepeso (un índice de masa corporal superior a 25), y el 33% de los adultos es obeso (un índice de masa corporal superior a 30). Para atajar este problema, el gobierno mexicano introdujo el 1 de enero de 2014 un impuesto del 9% sobre las bebidas que añadían azúcares. Las bebidas más consumidas de esta categoría son los refrescos y, entre ellos, la Coca Cola. El consumo de refrescos parece estar ligada a la obesidad, ya que estas bebidas no reducen el apetito y, por tanto, no merman el consumo de otras calorías.

La lógica económica de la medida del gobierno mexicano es sencilla. Si el impuesto eleva el precio de los refrescos, los consumidores los sustituirán por bebidas a las que no se les aplica el impuesto, es decir, las que no tienen azúcares añadidos. De esta forma, se reduce el consumo de calorías y el sobrepeso.

¿Ha tenido éxito el impuesto contra la obesidad? Para responder a esta pregunta, Jeffrey Grogger, profesor de la Universidad de Chicago, ha seguido la evolución de los precios de los refrescos y de otras bebidas desde que se introdujo la medida, en enero de 2014, hasta marzo de 2015. El estudio muestra que al introducir el impuesto aumentó el precio de los refrescos; es decir, los fabricantes no compensaron el efecto del impuesto con una reducción de los márgenes. El profesor Grogger no tiene datos de consumo; en todo caso, parece razonable esperar que un aumento del precio fuese acompañado por una reducción en el consumo de los refrescos con azúcares añadidos. Además, estudios previos qué sí midieron el cambio en el consumo durante los primeros tres meses desde que se introdujera el impuesto, confirman la caída en la venta de refrescos. A continuación, Grogger analiza el precio de los refrescos bajos en calorías, o de dieta, a los que no se les aplicó el impuesto. Si los consumidores mexicanos han sustituido los refrescos con azúcares añadidos por refrescos bajos en calorías, el precio de éstos últimos también debería aumentar. Y, efectivamente, el precio aumenta en un 4%. Asimismo, Grogger analiza el precio de bebidas que no tienen azúcares añadidos, pero que sí tienen un alto contenido calórico, como algunos zumos y la leche, y no encuentra un aumento en los precios.

En suma, los datos sugieren que los mexicanos han reducido el consumo de refrescos con azúcares añadidos. El consumo no se ha trasladado a bebidas de alto contenido calórico, sino a bebidas de bajo contenido calórico. Por tanto, parece que la medida ha funcionado. Los impuestos sí pueden combatir la obesidad.

 

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