Rogelio Velasco, profesor en la IE Business School, nos manda esta entrada acerca de las nuevas previsiones de crecimiento del FMI, el reciente paquete de medidas del Gobierno y la posición diferencial del BCE.

El Global Financial Stability Report publicado por el FMI esta semana, arroja aparentemente buenas y malas noticias respeto de nuestro país. Por un lado, mejora la previsión de crecimiento para este año del -1,9 al -1,5 por ciento. Por otro, empeora el del próximo, que vuelve  presentar una tasa negativa del 0,6 por ciento.

Digo aparentemente, porque por la fecha de publicación, este organismo no ha tenido tiempo de incorporar las nuevas medidas de ajuste tomadas por el gobierno de Rajoy la semana pasada, que van a reducir aún más el crecimiento para lo que queda de año y para buena parte del próximo.

Está aún por ver si, como el Fondo afirma, las medidas van a permitir una mayor consolidación fiscal, porque algunas de las decisiones adoptadas –aumento del IVA combinado con reducción de los salarios púbicos- van a hundir más el consumo, reduciendo la recaudación e impidiendo, por tanto, un cierre significativo en la brecha entre ingresos y gastos públicos.

Guardián de la ortodoxia monetaria y fiscal, la situación tan grave que viven algunos de los países de la eurozona ha hecho modificar el punto de vista del Fondo para combatir la crisis. También el hecho de que su economista-jefe, Olivier Blanchard, ha desarrollado toda su carrera académica investigando sobre nuevos modelos keynesianos, monetarios y fiscales, que están orientando sus recomendaciones.

Resulta bastante insólito, en particular, que recomiende la compra de deuda pública a gran escala en el mercado secundario de España e Italia, con el objetivo de reducir el tipo de interés a largo plazo que se encuentra para ambos países en un insostenible nivel próximo al 7 por ciento. Pero el Fondo es consciente que si se corta la financiación a esos dos países, la situación de inestabilidad repercutiría no sólo en la UE sino en todo el mundo.

Por esta razón apremia al BCE a retomar la política de compras que llevó a cabo hasta hace ahora cuatro meses. El Fondo ha aplaudido las compras llevadas a cabo por el Banco de Inglaterra y por la Reserva Federal para evitar el colapso del crédito en ambos mercados.

Es de todo punto significativo el que el Banco de Inglaterra acumule en su activo deuda pública superior al 25 por ciento del PIB británico. La Reserva Federal por su parte acumula casi un 20 por ciento. El volumen de deuda acumulada en el balance del BCE apenas alcanza el 3 por ciento del PIB de la eurozona. Esta es la herencia de las directrices diseñadas por el antiguo banco central alemán.

A pesar de que las advertencias y presiones provienen de instituciones tan poco sospechosas como el Fondo y la Reserva Federal, no parece que las autoridades europeas se den por aludidas. Se sigue con los mismos objetivos, con los mismos instrumentos y con la  misma gobernanza, desesperantemente lenta, que hemos tenido hasta ahora.

Mientras tanto, el mercado nos sigue valorando con la misma lógica y toma las decisiones a un ritmo mucho más rápido que las decisiones que adoptan los políticos europeos. Puede ocurrir cualquier cosa mucho antes del periodo al que llegan las previsiones del FMI.

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