Un país que registra un déficit en la balanza por cuenta corriente ha realizado en el año más importaciones de bienes y servicios del extranjero que exportaciones de bienes y servicios al extranjero (sin tener en cuenta el saldo de las rentas y las transferencias corrientes netas con el exterior). Recordemos que un país con déficit en la balanza por cuenta corriente muestra también un doble desequilibrio macroeconómico doméstico: i) el gasto de los residentes nacionales (gasto en consumo final de los hogares + gasto en consumo final de las Administraciones públicas + inversión nacional o formación bruta de capital fijo) es mayor que la renta o el producto nacional; ii) y el ahorro nacional es menor que la inversión nacional. Ante está situación, sólo endeudándose con el exterior (en términos netos) puede tener un país un déficit en la balanza por cuenta corriente y adquirir una mayor cantidad de bienes y servicios de los que está produciendo. Por último, desde una perspectiva intertemporal, el país está importando consumo presente y exportando consumo futuro a los países que le prestan. La contrapartida es el aumento de la deuda exterior.

¿Qué problemas crea un déficit de la balanza por cuenta corriente elevado y persistente?

En primer lugar, un elevado déficit de la balanza por cuenta corriente puede representar en ocasiones un elevado consumo nacional presente transitorio, como resultado de una desacertada política fiscal o monetaria y/o de una mala asignación de recursos productivos de la economía.

En segundo lugar, un déficit de la balanza por cuenta corriente puede no suponer ningún problema si los fondos exteriores que lo financian se canalizan hacia proyectos de inversión nacionales capaces de pagar los préstamos gracias a su rendimiento futuro. Pero en muchas ocasiones los proyectos de inversión que utilizan recursos exteriores pueden estar mal planteados al basarse en expectativas sobre la rentabilidad futura excesivamente optimistas. En estos casos, el gobierno debería reducir rápidamente el déficit de la balanza por cuenta corriente para evitar en el futuro problemas en la devolución de la deuda exterior acumulada.

Por último, en ocasiones la reducción del déficit de la balanza por cuenta corriente viene impuesto desde el exterior. Cuando un país empieza a tener dificultades para renovar (o en el límite para pagar los intereses de la deuda) los préstamos exteriores obtenidos para financiar los déficit por cuenta corriente acumulados, los acreedores extranjeros se pueden volver reticentes a conceder nuevos préstamos. Esta situación se conoce en la literatura económica como episodios de sudden stop o «caída repentina» de los flujos de capital del exterior. [2] Bajo estas circunstancias, los gobiernos de esos países pueden verse obligados a tomar duras medidas para reducir el volumen de préstamos «deseados» a niveles más asumibles, así como a devolver los préstamos que hayan llegado a su vencimiento y que los prestamistas extranjeros no desean renovar. En última instancia, un déficit en la balanza por cuenta corriente elevado y persistente podría disminuir la confianza de los inversores extranjeros y contribuir a un episodio no deseado de sudden stop. En este caso, sin nuevos fondos exteriores que financien el déficit exterior, la economía se verá obligada a reducir de manera brusca el gasto nacional (el consumo o la inversión nacional, o ambas variables).

En el primer gráfico (hacer clic para verlo más grande) se presenta la evolución del saldo de la balanza por cuenta corriente (CA Balance) de dos países que han registrado en los últimos años déficits de la balanza por cuenta corriente elevados y persistentes: España y EE.UU. Los datos están en términos absolutos y proceden del Banco de España (España) y del Bureau of Economic Analysis del Departamento de Comercio (EE.UU.) [1] 

Los déficits en la balanza por cuenta corriente acumulados durante el periodo de expansión económica 2000-2007 (y el subyacente desequilibrio ahorro-inversión nacional negativo) guardan ciertas similitudes en cuanto su origen: i) un elevado consumo nacional presente; ii) una política fiscal expansiva procíclica; iii) una exceso de inversión nacional en construcción y actividades inmobiliarias, fruto de una errónea asignación de recursos productivos, y basada en expectativas sobre la rentabilidad futura de la inversión excesivamente optimistas (burbuja inmobiliaria).

La diferencia entre ambos desequilibrios exteriores está en en el comportamiento del balance ahorro inversión del sector privado y del sector público. En EE.UU., el desequilibrio ahorro-inversión se generó tanto en el sector privado como en el sector público (déficit públicos crecientes), mientras que en España el desequilibrio ahorro-inversión se concentró en el sector privado, familias y empresas no financieras.

En el periodo de ajuste económico, 2008-2011, el comportamiento del déficit de la balanza por cuenta corriente no ha sido homogéneo entre los dos países. Por un lado, en España se ha reducido más el desequilibrio exterior que en EE.UU. Por otro lado, la economía de EE.UU. ha continuado recibiendo un importante flujo de capitales del exterior desde 2009 (y hacia el exterior), mientras que en la economía española estamos asistiendo desde comienzos del 2008 al temido episodio de sudden stop (véase segundo gráfico). Y en el caso de España, también se ha registrado una caída repentina de los flujos de capitales de la economía española hacia el exterior.

A pesar de que la prensa y algunos analistas económicos han calificado a los desequilibrios exteriores de EE.UU. y España como «gemelos», en el árbol genealógico familiar aparecerían más bien como «primos lejanos».

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[1] Las cifras de los gráficos están en billones americanos (equivalente a miles de millones o millardos europeos).

[2] Véase al respecto los trabajos de Calvo, G.A. (1998): «Capital Flows and Capital-Market Crises: The Simple Economics of Sudden Stops», Journal of Applied Economics, Vol. 1, No. 1, pp. 35–54, y de Edwards,  S. (2004): «Financial Openness, Sudden Stops, And Current-Account Reversals», American Economic Review, Vol. 94, No. 2, pp. 59-64.

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