Ambos términos —que requieren obligadamente, claro está, un tercero: diálogo— es el mandato que con mayor frecuencia viene saliendo de las urnas en los países europeos. Tampoco ahora España constituye excepción alguna. El resultado de las elecciones irlandesas de la semana pasada, con un voto más fragmentado que en ocasiones anteriores, es la enésima expresión de un fenómeno de alcance general. Dicho de otro modo: si hay algo que aquí ha sido rechazado por quienes votamos el pasado 20 D es la pretensión de gobernar en solitario o de trazar “líneas rojas” o “cordones sanitarios” contra unas u otras formaciones políticas con representación parlamentaria. En el tiempo político que se ha abierto, la capacidad de diálogo será atributo capital. Que haya buena o mala “química” entre los líderes no es lo relevante; su trabajo ahora es entenderse, su oportunidad y su responsabilidad.
Y proceder con diligencia. La alternativa a la falta de entendimiento aboca a repetir las elecciones, una opción que hará crecer la incertidumbre y que consumirá un tiempo precioso para afrontar retos que no pueden esperar sino al precio de agravarse. El Círculo Cívico de Opinión (www.circulocivicodeopinion.es) lo ha resumido en cinco puntos que merece atender.
Mayor incertidumbre, primero, por lo que supone toda demora en afrontar un desafío de enorme magnitud como es la decisión del gobierno catalán de “desconectar” con España y de fortalecer el independentismo hasta alcanzar la mayoría social. Problema que hace irrenunciable el mantenimiento de la legalidad, pero también la búsqueda urgente de un nuevo pacto territorial consensuado en todo el país, para que pueda encontrar cabida una Cataluña renovada en una España renovada.
Segundo, por la urgencia de cuestiones como es el calendario para la refinanciación de los altos niveles de endeudamiento que nos siguen hipotecando, el ajuste del déficit, y otras medidas de carácter económico y social que no está en condiciones de encarar un gobierno en funciones.
Tercero, porque estaríamos en precario para participar como actor relevante en la actual encrucijada de Europa –crisis de los refugiados, terrorismo yihadista, Brexit-, en plena revisión de sus funciones y políticas. No cabe esperar de Europa la solución a nuestros problemas, y es urgente que cancelemos nuestro ensimismamiento para contribuir a fortalecerla. España, además, está perdiendo posiciones importantes en todo el escenario internacional —señaladamente en Iberoamérica— que un gobierno en funciones no puede cubrir con toda la energía necesaria.
Cuarto, porque es del todo probable que el resultado de unas nuevas elecciones, a celebrarse a finales del mes de junio, no garantice un cambio sustancial en la representación de las distintas fuerzas políticas, sin facilitar tampoco mejores condiciones para un pacto de gobierno, que con las pautas actuales no se conseguiría hasta el próximo otoño.
Y quinto, por las indeseables consecuencias que tendría para el prestigio y la legitimidad de las fuerzas políticas, como un todo, y de la misma reputación internacional de España.
Lo que ocurra estos días será una piedra de toque.
Reblogueó esto en gestión del conocimiento.
Estoy totalmente de acuerdo contigo José Luis.
Lo que me preocupa es que nuestros dirigentes políticos tienen poco hábito de diálogo: es decir «discusión o contacto que surge con el propósito de lograr un acuerdo».
Como bien indicas, el momento actual es muy delicado y unas nuevas elecciones no resolverían nada. Además de cabrear más al electorado, estaríamos dentro de unos meses, en la misma situación.
Un saludo.
Estoy de acuerdo, se le hace un flaco favor al país, estar en estas condiciones, debería haber al menos unas acuerdos en ciertos temas comunes como ECONOMÍA, SANIDAD Y EDUCACIÓN que son de suma importancia.
Mucho me temo que finalmente haya nuevas elecciones.
De todas formas entre el partido que entre, es necesario bajar los impuestos, no se puede acompañar una política monetaria expansiva sin acompañarla de una política fiscal de bajada de impuestos. Hay que reactivar el consumo para que la economía heche a andar.
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