Por Antonio Molina García, Ana José Cisneros Ruiz, María Deseada López Subires y Julio Diéguez Soto (Universidad de Málaga)

La cultura financiera (financial literacy en inglés) ha despertado, en las dos últimas décadas, un importante interés académico, profesional e institucional debido a su evidente influencia sobre el bienestar financiero individual y sobre la economía en general (véase, por ejemplo Lusardi & Mitchell, 2023, Lussardy & Messy, 2023, o los informes de la OCDE, 2013, 2017). Este mayor interés no es baladí, sino que se traduce en hitos cuantificables en el ámbito académico, tal y como sugieren recientemente investigadores líderes en este interesante campo de investigación:

“Tras 20 años de investigación sobre este tema, la cultura financiera se ha convertido en un campo de estudio oficial de la profesión económica, con su propio código JEL (G53). De hecho, con cerca de 55,1 millones de citas en Google, no debe subestimarse la importancia del tema. También hemos lanzado recientemente una nueva revista académica, Journal of Financial Literacy and Wellbeing, para enriquecer los conocimientos en este apasionante campo” (Lusardi & Mitchell, 2023, p. 17).

Actualmente estamos en un contexto marcado por constantes cambios socio-económicos y una rápida evolución de las oportunidades de inversión, en el que las decisiones financieras, de deuda y de inversión, que implican un mayor riesgo que en el pasado, deben tomarse cada vez a una edad más temprana. En este escenario, la cultura financiera se hace especialmente necesaria en adolescentes y estudiantes por su implicación en la planificación financiera, el bienestar financiero y aspectos de inclusión financiera, entre otras razones (véase Goyal & Kumar, 2021 o Santini et al., 2019 o Molina-García et al., 2023).

La cultura financiera se convierte así, en un tema vital para los jóvenes, y en particular para los estudiantes universitarios, ya que durante esta etapa comienzan a vivir de forma independiente y se enfrentan a nuevos e importantes desafíos en el manejo de sus finanzas. Hacer frente a sistemas, servicios y productos financieros más complejos conlleva tomar decisiones financieras con mayor asunción de riesgos. Lo anterior se ve reflejado en la Encuesta de Competencias Financieras (ECF) en su edición de 2016 y 2021, en la que se muestra las decisiones de adquisición de productos financieros por parte de los jóvenes españoles entre 18 y 34 años (ver Tabla 1).

Tabla 1. Adquisición de productos financieros en individuos entre 18 y 34 años en los dos últimos años (%).

Productos financieros ECF 2016 ECF 2021 Variación (pp)
Medios de pago
   Tarjeta de crédito 20,10 23,32 3,22
Deudas
   Préstamo personal 11,68 14,66 2,98
   Hipoteca 3,62 5,15 1,53
Seguros
   Seguro de vida 11,56 13,42 1,86
   Seguro médico 10,49 13,53 3,04
Vehículos de ahorro
   Cuenta de ahorro 10,43 6,64 -3,79
   Plan de pensiones 1,66 2,07 0,41
   Fondo de inversión 1,78 4,92 3,14
   Acciones 4,09 6,49 2,40
   Renta fija 0,46 0,45 -0,01
   Criptomonedas 12,77 12,77
Fuente: Encuesta de Competencias Financieras (Banco de España, 2021).

 

Tal y como se puede observar, las decisiones de adquisición de productos financieros cada vez involucran un mayor riesgo. Por ejemplo, existe una clara transición de vehículos de ahorro más conservadores y convencionales como la cuenta de ahorro o la renta fija hacia otros más arriesgados como acciones y criptomonedas. Junto a lo anterior, se enfrentarán también a un mayor número de riesgos asociados a desafíos tales como el aumento de la esperanza de vida, el desempleo y las perspectivas económicas inciertas. De esta forma, la propensión a tomar riesgos aparece claramente como un factor fundamental en un contexto de tal complejidad financiera.

Sin embargo, a pesar de su relevancia, existen pocos estudios y con resultados contradictorios sobre el efecto de la cultura financiera en la propensión a tomar riesgos de los estudiantes universitarios. Lo que podría venir motivado, de una parte, por la medición incompleta de la cultura financiera – al ser frecuente su medición únicamente a través de una de sus tres dimensiones, el conocimiento financiero– y, de otro lado, podría deberse a la heterogeneidad de las muestras estudiadas en cuanto a formación y edad, lo que ha dificultado la obtención de conclusiones consistentes para los diferentes segmentos de población.

De ahí que resulte necesario clarificar el efecto que ejerce la cultura financiera sobre la propensión a tomar riesgos de los estudiantes universitarios mediante la adopción de una comprensión más holística e integral de dicho concepto, es decir, considerando la cultura financiera como un recurso intangible que involucra tres dimensiones: conocimiento financiero, actitud financiera y comportamiento financiero (véase Atkinson y Messy, 2013).

En este sentido, el estudio que recientemente hemos publicado contribuye, a través de esta consideración multidimensional, a la comprensión del mecanismo de asociación entre la cultura financiera y la propensión a tomar riesgos de los estudiantes universitarios, teniendo en cuenta, para ello, no sólo la relación directa entre cada una de sus dimensiones y la propensión a tomar riesgo, sino también el papel mediador que en este sentido pueda presentar el comportamiento financiero. Con este propósito, se ha llevado a cabo un estudio empírico a partir de una muestra de más de cinco centenares de estudiantes procedentes de diferentes universidades distribuidas por dos regiones del sur de España.

Principales conclusiones

Nuestros resultados revelan, como cabía esperar, que la cultura financiera es un impulsor esencial de la propensión a tomar riesgos de los estudiantes universitarios. Sin embargo, el mecanismo de asociación entre ambos se articula de manera diferente en función de la dimensión que se considere. Mientras que el conocimiento financiero y el comportamiento financiero influyen positiva y directamente en la propensión a tomar riesgos de los estudiantes universitarios, la actitud financiera, aunque también influye positivamente, lo hace a través del comportamiento financiero.

Se pone de manifiesto, en primer lugar, que los estudiantes universitarios con mayores conocimientos financieros tendrán una mayor capacidad para comprender y evaluar aquellas decisiones que involucran riesgo, por lo que serán más tolerantes al riesgo.

En segundo lugar, se evidencia que un incremento en los comportamientos financieros adecuados (como por ejemplo mantener una atención permanente sobre sus finanzas personales o establecer objetivos financieros a largo plazo y esforzarse por alcanzaros) incide directa y positivamente en la propensión a tomar riesgos; se pone de manifiesto así que la experiencia adquirida en la toma de decisiones a través de comportamientos financieros adecuados lleva a los estudiantes universitarios a analizar las situaciones financieras y los riesgos de forma más precisa, desarrollando una mayor confianza para tomar decisiones arriesgadas, como decidir invertir en valores financieros.

Y, en tercer lugar, nuestro estudio identifica la influencia de la actitud financiera en la propensión a tomar riesgos de los estudiantes universitarios a través del comportamiento financiero; apoyando así la idea de que la actitud financiera precede al comportamiento financiero. En otras palabras, encontramos que un horizonte financiero orientado al largo plazo (es decir, una correcta actitud financiera) lleva a los estudiantes universitarios a desarrollar un comportamiento financiero adecuado (es decir, la adopción de acciones financieras apropiadas), lo que aumenta en última instancia su propensión a tomar riesgos.

Implicaciones educativas y políticas

Consideramos que estos resultados proporcionan implicaciones educativas y políticas de interés a la hora de potenciar, de manera adecuada, la propensión a tomar riesgos de las futuras generaciones de graduados universitarios y que se beneficien, por tanto, de todas las ventajas asociadas. Cabe destacar que una mayor propensión a tomar riesgos tiene una serie de ventajas asociadas muy interesantes. Mientras que a nivel individual mejora el bienestar, la salud y la satisfacción personal, a nivel empresarial fomenta el espíritu emprendedor, la innovación e incluso la gestión de decisiones estratégicas.

En lo que se refiere a las implicaciones educativas, hay que tener en cuenta que los programas de cultura financiera para estudiantes universitarios no deben centrarse solo en la provisión de conocimientos financieros (tal y como funcionan la mayoría de programas tradicionales), sino que también deben incidir en la actitud y comportamiento financiero de los mismos, dimensiones cruciales para potenciar una adecuada propensión a tomar riesgos.

Por su parte, en relación a las implicaciones políticas, se confirma, una vez más, que resulta fundamental implementar iniciativas públicas para mejorar la cultura financiera de los jóvenes en general, y para los universitarios en particular, sea cual sea el grado universitario escogido. De esta forma, todos podrán ser partícipes de los beneficios que se derivan de analizar y evaluar adecuadamente el creciente riesgo que implica la toma de decisiones actual.

En definitiva, es evidente que una cultura financiera adecuada es esencial para garantizar un horizonte financiero saludable. Por lo tanto, hay que seguir avanzando en esta dirección, lo que repercutirá en el bienestar financiero de las próximas generaciones y, en última instancia, en la eficiencia del sector financiero y económico mundial.

 

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