Por Adolfo Maza, Universidad de Cantabria.
Este post se publicó en el blog La Riqueza de las Regiones de la Asociación Española de Ciencia Regional. Fruto del acuerdo de colaboración entre este blog y el blog de ALDE, cada trimestre reproduciremos en nuestro blog algunos post que, por su temática, también pueden ser interesantes para nuestros asociados.
Aunque la Gran Recesión que se desató en 2008 afectó gravemente a todos los países, cierto es también que lo hizo con diferente intensidad. Los países del sur de Europa fueron, con diferencia, los más afectados, destacando especialmente el caso de España, que sufrió los mayores aumentos de desempleo. En concreto, la tasa de paro se disparó desde el 8,2% en 2007 hasta un máximo del 26,1% en 2013; a partir de ese año, comenzó a descender, aunque con demasiada lentitud. Los altos niveles de desempleo y la limitada capacidad de las familias para hacer frente a la crisis colocaron a muchos españoles, especialmente a los jóvenes, en una situación realmente difícil. Como consecuencia, muchas personas se vieron en cierto modo obligadas a trasladarse al extranjero en busca de mejores oportunidades laborales.
En este contexto, quería repasar muy brevemente las principales conclusiones de un trabajo publicado conjuntamente con mis compañeras María Gutiérrez-Portilla y María Hierro (consultar aquí), cuyo objetivo era analizar los principales factores que permiten entender la emigración de nativos en edad de trabajar (entre 16 y 64 años) desde España a países europeos. Para ello, se analizó un periodo relativamente largo (2008-2016), que englobaba lo sucedido en el apogeo de la crisis económico-financiera y durante su etapa de recuperación. Asimismo, y por la vulnerabilidad de los jóvenes al desempleo, se empleó una muestra que distinguía entre jóvenes (16-34 años) y adultos (35-64 años). Desde un punto de vista técnico, el trabajo empleó un modelo de panel espacial, que permitía de alguna manera incluir dentro del análisis el hecho de que los flujos migratorios no sólo dependen de los factores de atracción del país de origen y el país que efectivamente se erige como país de destino, sino también de la situación de los mismos en otros potenciales países de acogida.
Dejando de lado, como es pertinente aquí, esas cuestiones metodológicas, quiero comenzar señalando que el análisis descriptivo de la primera parte del trabajo mostró claramente la influencia del estallido de la crisis en los patrones migratorios. En efecto, la tasa de migración neta pasó de ser positiva, pues España era un país que atrajo flujos migratorios de forma intensa en los primeros años del nuevo siglo, a negativa, reflejando ese efecto salida provocado por la crisis económica. Por lo que respecta a los grupos de edad, el cómputo de las tasas de emigración reveló que los flujos fueron especialmente importantes entre la población joven, cuya tasa casi duplicó a la de la población adulta. En cuanto a los destinos principales, destacaba Europa (51,5%), por lo que se eligió como campo de estudio, seguida a cierta distancia por América (39,2%). En cuanto a la distribución geográfica de la emigración a Europa, sobresalían países como el Reino Unido, Francia, Alemania y Suiza.
Tras describir los principales rasgos del nuevo escenario migratorio en España, el artículo se centró en el análisis empírico de la causalidad de los flujos hacia Europa, como ya he indicado, extrayéndose algunas conclusiones importantes que quiero señalar a continuación. En primer lugar, los emigrantes españoles se desplazaron principalmente a países con mejores perspectivas económicas (mayor PIB per cápita y menores tasas de desempleo), aunque también tuvieron cierta incidencia variables relacionadas con la protección social y las comodidades específicas del lugar de destino (como el clima). En segundo lugar, las redes sociales desempeñaron un papel importante como factor de atracción, siendo este efecto mucho mayor entre el grupo de jóvenes que entre los adultos. En tercer lugar, la existencia de flujos de inversión entre países no resultó ser significativa, a diferencia de lo que ocurre en otros estudios, para explicar las migraciones de España hacia Europa. Por último, el enfoque econométrico empleado en el trabajo permitió encontrar evidencias de que los emigrantes, al tomar la decisión de desplazarse, evalúan la situación de las variables no sólo en un país concreto, sino también en su entorno.
Las conclusiones de este trabajo pueden contribuir al amplio e inacabado debate sobre los flujos migratorios que existe, hoy en día, en los países más desarrollados. Como se ha indicado, la emigración de ciudadanos españoles a Europa durante la crisis fue importante, como lo fue el hecho de que estuviese protagonizada por población joven. No hay duda de que este proceso, de continuar, podría agravar algunos de los problemas a los que España tendrá que hacer frente en breve: escasez de población, envejecimiento de la misma, sostenibilidad del sistema de pensiones, etc. Desgraciadamente, nuestros resultados apuntaron en esa dirección. Concluimos que los ciudadanos abandonan nuestro país en busca, básicamente, de mejores condiciones laborales y mayores niveles de gasto en protección social, y España no va a poder ponerse a la altura de otros países en estos campos. Además, las redes sociales, al reducir el coste de la migración, son importantes por naturaleza. Por ello, un flujo continuo de nativos que emigren a países europeos podría contribuir a la consolidación de grandes redes de españoles en el exterior y, en consecuencia, a aumentar el atractivo de algunos países europeos. Si a esto le unimos, como parece, que las personas que emigran tienen un nivel de cualificación relativo elevado, podríamos estar ante una intensificación en la temida fuga de cerebros de España hacia Europa.
Artículo completo: Gutiérrez-Portilla, M., Maza, A. y Hierro, M. (2020) Looking Beyond the Influence of Origin and Destination Factors: The Role of Spillovers in Migration from Spain to Europe, Journal of Economics, 68(6), 580-600.