Según la OMC, como consecuencia de la pandemia, el volumen de comercio internacional de bienes se redujo en 2020 un 5,3%, una cifra sensiblemente inferior a la esperada inicialmente. Las razones del moderado impacto se encuentran en las políticas monetarias y fiscales expansivas aplicadas por los gobiernos, que sostuvieron las rentas de familias y empresas, el impulso de la demanda de bienes derivado de las dificultades para el consumo de servicios, habida cuenta de las restricciones de movilidad, la adaptación paulatina de la población al nuevo entorno y el mantenimiento de un marco multilateral favorable al comercio, evitando la adopción de medidas proteccionistas, que, aun cuando hicieron su aparición al principio, desaparecieron muy pronto.
El comercio de bienes se desplomó en el segundo cuatrimestre del año, en el que cayó un 21% con respecto al mismo trimestre de 2021. El mes de abril marcó el máximo de su reducción. La variación intermensual fue positiva ya a partir del mes de mayo, y en el cuarto trimestre se alcanzó una tasa interanual positiva. Las exportaciones españolas de bienes siguieron esta misma pauta, aunque en el cuarto trimestre del año registraron aún tasas interanuales negativas.
El comercio de servicios sufrió más, descendiendo en valor un 19,5% y mostrando el mismo perfil temporal que el de bienes, aunque menos marcado. Este rasgo diferencial no se debió a los servicios ligados a los bienes, sino al hundimiento del turismo, que aún hoy muestra un pulso muy débil. También el transporte acusó la pandemia de forma destacada.
Aunque España se ajustó bien a la dinámica mensual y trimestral brevemente descrita, sufrió más que la media. Según los datos provisionales de la Contabilidad Trimestral de España correspondiente al primer trimestre de 2021, el volumen del comercio de bienes cayó durante 2020 un 8,9% (10% en valor), y el de servicios lo hizo nada menos que en un 43,7%, lastrado fundamentalmente por el turismo, que se redujo en un 73,9%. La disminución del comercio español de bienes superó la media mundial, en respuesta a la mayor intensidad de la pandemia en la UE, donde aún se concentra un porcentaje elevado de las ventas exteriores españolas. Pero aun así, no se diferenció mucho de la experimentada por Alemania e Italia, siendo superada por la sufrida por Francia, el Reino Unido, Estados Unidos y Japón. Respecto a la notable reducción del turismo español, que también superó la media mundial, probablemente refleja sobre todo la elevada incidencia de la pandemia en España y la concentración de la demanda en países también muy afectados, como el Reino Unido o Francia.
Con respecto a las expectativas de recuperación, la OMC y el FMI esperan que el volumen del comercio de bienes experimente un importante aumento en 2021 (8% y 8,6% respectivamente), en respuesta a la demanda contenida durante la pandemia, para hacerlo de forma más moderada a partir de 2022, acoplándose a su tendencia de largo plazo. Los servicios, en particular los turísticos, se recuperarían con más lentitud y permitirían un incremento mayor del total de las exportaciones en 2022 y 2023.
En realidad, la tendencia a largo plazo del comercio internacional de bienes es mucho menos clara desde la Gran Recesión, cuando su crecimiento se ralentizó. Las exportaciones de bienes crecieron a tasas sensiblemente más elevadas que el PIB mundial desde mediada la década de 1980 hasta 2007, dando lugar a la última ola de intensa globalización. Pero a partir de ese último año, y coincidiendo con la Crisis Financiera, avanzaron de forma muy similar a la producción mundial, como consecuencia de diversos fenómenos que se superpusieron en el tiempo, el freno en la construcción de CGV, probablemente ya necesitadas de una reorganización que la pandemia ha dejado ver de forma más clara, las propios efectos de la crisis financiera y la incertidumbre creada por la crisis del marco multilateral prevaleciente y las políticas proteccionistas aplicadas por Donald Trump, dos fenómenos relacionados, como es bien sabido. Las previsiones del FMI se basan en que esta pauta iniciada en 2007 se mantendrá en los próximos años, como puede observarse en el gráfico adjunto. Con respecto al comercio de servicios, las previsiones del FMI contemplan un crecimiento algo mayor, retrasado con respecto al de bienes, es decir, contienen una expectativa de mayor aumento para 2022.
Probablemente, detrás de estas expectativas con respecto a la evolución del comercio, se encuentran nuevas incertidumbres, como las creadas por la elevación de los precios de los semiconductores y de algunos metales, o las tenues amenazas de un rebrote de la inflación, y otras menos nuevas, como el probable incremento del déficit comercial de EE.UU. con China, ante la intensa recuperación de la demanda que se va a producir en el primero de estos dos países, como consecuencia de los diversos estímulos fiscales que se van a aplicar.
Las previsiones que ofrece el FMI con respecto al comercio para España se alinean con las de la OMC en lo que respecta al comercio de bienes, pero la adición de los servicios altera de manera muy sustancial las expectativas para 2021, y sobre todo para 2022. En efecto, este organismo prevé para España un aumento en volumen de las exportaciones de bienes y servicios de un 11,2% para 2021 y de un 11,4% para 2022. Por otra parte, en su primer informe sobre la economía española del año 2021, el Banco de España establece tres posibles escenarios de recuperación. En el central, que considera el más probable, las exportaciones totales aumentarían un 11% en 2021, un 8,2% en 2022 y un 5,3% en 2023, convirtiéndose en el componente de la demanda final más dinámico. No obstante, esta elevada expansión de las exportaciones no se traduciría en un impacto positivo de la demanda externa neta sobre el PIB en 2021, debido al también elevado aumento esperado en las importaciones para este año.
Los datos conocidos ya con respecto a la marcha de las exportaciones de bienes en 2021 parecen avalar las favorables previsiones comentadas. Las exportaciones de mercancías crecieron en valor un 4,9% en el primer trimestre, con respecto al del año anterior, a pesar de su mal comportamiento en enero (por los efectos de la puesta en marcha del Brexit y de nuevas restricciones anticovid en algunos países comunitarios). En marzo, crecieron un 20,2%, sobre febrero, y un 29,9% sobre el mismo mes del año 2020, que fue un mes bastante recesivo. En volumen, en el primer trimestre de 2021 aumentaron un 2,3%, en tasa interanual, según la CNE. Pero las exportaciones totales cayeron un 6,9% debido a que el turismo lo hizo en un 87,7%.
Existen muchas razones para justificar las favorables expectativas expuestas. La primera y más importante de ellas se deriva de la alta competitividad que las ventas exteriores españolas han mostrado durante el presente siglo, sosteniendo mejor que la mayor parte de los países avanzados su cuota en el comercio mundial de bienes y servicios. Además, las investigaciones realizadas durante 2020 por el profesor Asier Minondo (aquí) mostraron muy pronto que el impacto de la pandemia se ha concentrado en el margen intensivo de las exportaciones, de forma que las relaciones comerciales fundamentales no parecen haber sufrido daños importantes, se ha seguido vendiendo a los mismos clientes pero por un menos valor.
Los flujos de inversión internacional acusaron en mucho mayor medida que los de comercio los efectos de la pandemia. En 2020, la IED descendió un 42% según la UNCTAD, en línea con lo inicialmente esperado, mostrando cifras que no se conocían desde 1990, y cerca de un 30% inferiores a las registradas en los años recesivos 2008-2009. Además, a diferencia de lo que ocurre en el comercio, no se prevé una evolución positiva para 2021, habida cuenta del entorno internacional de elevada incertidumbre que hoy prevalece.
A pesar de este clima tan desfavorable, durante el pasado año, España consiguió mantener las entradas brutas por IED en cifras similares a las de años anteriores, 23.824 millones de euros, cuando la media anual de la década pasada fue de 25.434 millones de euros, si bien un porcentaje elevado de esa cifra, casi el 30%, se debe a dos operaciones de compra de empresas españolas por empresas extranjeras (MásMóvil y BME).
Este resultado no debe despertar una euforia exagerada. España ha mantenido una excelente trayectoria en la atracción de IED, destacada dentro de la UE, en particular en comparación con los viejos países. Pero en la última década su peso en la IED total recibida por esta área común ha caído, reduciéndose al 7,1%, una cuota sensiblemente menor de la que corresponde a su PIB, que es del 8,3% del total. El aumento de la IED dirigida a los nuevos socios de la UE es la clave de esta evolución. Pero incluso dentro de la UE-15, la cuota de España en el stock de IED recibida ha pasado a ser ligeramente inferior a la del PIB (8,1% frente al 8,2%), si bien la marcha del Reino Unido, un país muy intensivo en capital extranjero, hará que a partir de 2021, la posición de España en el marco comunitario resulte mucho más favorable.