Por Xavier Bartoll (Agència de Salut Pública de Barcelona & Institut d’Investigació Biomèdica, IIB Sant Pau) y Raúl Ramos (Grup d’Anàlisi Quantitativa Regional, AQR, Universitat de Barcelona).

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En entradas anteriores de este blog (aquí y aquí) se ha analizado con detalle el impacto agregado del COVID-19 sobre el mercado de trabajo español. No hay duda de que estamos ante una situación excepcional también desde la perspectiva del trabajo. Las previsiones económicas publicadas recientemente (FMI, OCDE, Comisión Europea) para las principales economías mundiales muestran una caída sin precedentes del empleo durante este año y una cierta recuperación durante el año que viene, aunque no se llegarán a recuperar los niveles previos a la pandemia. Pero para aquellos que han conseguido mantener el empleo, las condiciones laborales también están cambiando.

En muchos sectores no esenciales, la nueva realidad laboral es la del teletrabajo y en muchos casos, esta tendencia se consolidará después de la pandemia. De hecho, un reciente estudio del Banco de España (Anghel et al. 2020) estima que el 30% de los ocupados en España podría teletrabajar en un futuro próximo al menos de manera ocasional.

Es evidente que en el contexto actual poder teletrabajar supone ventajas importantes respecto a otros trabajadores en sectores esenciales donde la probabilidad de contagio y la percepción de riesgo son factores que pueden afectar de manera negativa a su salud. De hecho, la literatura sobre el tema muestra una mayor satisfacción laboral entre los trabajadores que realizan teletrabajo de manera habitual (véase, por ejemplo, Gajendran y Harrison, 2007, Henke et al., 2016 o Tavares, 2017). Los principales motivos son la mayor autonomía a la hora de organizar su jornada laboral y la posibilidad de conciliar más fácilmente la actividad laboral con la vida familiar. Sin embargo, también se han señalado factores que pueden incidir negativamente sobre la satisfacción laboral y la salud física y mental de los teletrabajadores entre los cuales destacan el mayor aislamiento al que se enfrentan en el ámbito laboral, así como con las largas jornadas que realizan en muchos casos.

En el contexto actual, sin embargo, las dificultades para conciliar teletrabajo y familia son evidentes y, además, la situación de aislamiento no sólo se extiende al ámbito laboral sino también al social. Según la encuesta realizada por Eurofound durante abril de 2020, un 18,2% de los participantes españoles declaró haber aumentado su jornada laboral durante la pandemia; un 37,3% haber trabajado en su tiempo libre para poder cumplir con sus tareas laborales durante las dos últimas semanas y un 58,4% afirmaron no poder dedicar el tiempo que deseaban a su familia. Todo ello indica que para muchos trabajadores la situación actual puede convertirse en un círculo vicioso donde los niveles de productividad disminuyen, las jornadas laborales se extienden y la insatisfacción laboral aumenta.

Aunque se trata de una literatura que no considera de manera específica el impacto de las largas jornadas en el ámbito del teletrabajo, existe una amplia evidencia sobre los efectos negativos de trabajar más horas de las deseadas sobre la salud en general (Bannai y Tamakoshi, 2014) y sobre diferentes aspectos relacionados con la salud mental (Virtanen et al., 2018). En Bartoll y Ramos (2020a) analizamos la relación existente entre desajustes en el número de horas trabajadas y la salud mental considerando el grado de satisfacción en el trabajo como posible factor moderador de esta asociación. Para ello, utilizamos los microdatos de la Encuesta Europea sobre Condiciones de Trabajo (EWCS) realizada en 2015 por Eurofound en los 28 países de la Unión Europea. En concreto, la muestra analizada incluye más de 20,000 trabajadores de entre 26 y 59 años con un único empleo y sin enfermedades previas declaradas. Según nuestros cálculos, en 2015 alrededor de un 11% de estos trabajadores trabajaban de manera habitual 48 o más horas a la semana. Tres cuartas partes de este colectivo hubiesen preferido realizar jornadas laborales más cortas. Sin embargo, Bassanini y Caroli (2015) argumentan que, si el trabajador dispone de un cierto nivel de control sobre cómo organizar su jornada laboral, este desajuste no tiene porqué traducirse en efectos negativos sobre su salud. Nuestro análisis utiliza el índice WHO-5, comúnmente utilizado en la literatura, para medir la salud mental y elaboramos un índice de calidad laboral que combina las diferentes dimensiones que facilita la EWCS incluyendo el nivel de control del trabajador sobre las tareas a desempeñar. Los resultados obtenidos muestran una asociación negativa entre salud mental y largas jornadas laborales, incluso después de tener en cuento el efecto moderador de la calidad laboral. Este efecto es de una magnitud similar tanto en hombres como para mujeres. Ahora bien, el análisis realizado presenta una limitación importante dado que los datos utilizados son de corte transversal y no permiten controlar el posible efecto de otras características inobservables.

Por ese motivo, en Bartoll y Ramos (2020b) seguimos explorando la misma cuestión, pero a partir de una base de datos con carácter longitudinal. En concreto, utilizamos los microdatos del Panel de Desigualdades Sociales en Cataluña (PaD) de la Fundació Jaume Bofill para el período 2005-2009 que permiten analizar las trayectorias laborales de 3.240 trabajadores (después de aplicar filtros similares a los del estudio anterior). El carácter longitudinal de los datos permite no sólo analizar la asociación existente entre largas horas de trabajo y niveles de salud teniendo en cuenta la calidad laboral sino también el impacto que tienen sobre la salud determinadas transiciones laborales que conllevan variaciones en las variables de interés. Los resultados obtenidos confirman en buena medida los descritos anteriormente y además permiten observar cómo transiciones que conllevan una menor satisfacción con el nuevo empleo implican menores niveles de salud autopercibidos excepto en aquellos casos en que la jornada laboral se reduce respecto al empleo anterior posiblemente ajustándose a las preferencias del trabajador.

Así pues, si bien la evidencia presentada en esta entrada es previa al COVID-19, existen razones para pensar que la situación actual podría conducir a un empeoramiento de la salud mental de buena parte de los trabajadores que realizan su actividad en forma de teletrabajo, pero no por la propia naturaleza del teletrabajo sino por las condiciones en que se está realizando con importantes restricciones a la hora de poder conciliar la vida laboral y familiar, pero también en un contexto de aislamiento social que va más allá del ámbito laboral. Aunque en muchos casos esta situación pueda ser transitoria y a medida que se avance en la desescalada volverán a realizar su actividad de manera presencial, para muchos otros el teletrabajo se convertirá en la norma. Cabe esperar que, en ese nuevo contexto, los beneficios del teletrabajo en términos de mayor flexibilidad, autonomía y control sobre la jornada laboral superen los costes y supongan una mejora importante en su calidad de vida.

 Referencias bibliográficas

Anghel B, Cozzolino M, Lacuesta A (2020), El teletrabajo en España, Artículos Analíticos, Boletín Económico, Banco de España, 2/2020. https://www.bde.es/f/webbde/SES/Secciones/Publicaciones/InformesBoletinesRevistas/ArticulosAnaliticos/20/T2/descargar/Fich/be2002-art13.pdf

Bannai A, Tamakoshi A (2014), The association between long working hours and health: a systematic review of epidemiological evidence, Scandinavian Journal of Work Environmental and Health, 40, pp. 5–18. http://doi.org/10.5271/sjweh.3388

Bartoll X, Ramos R (2020a), Working hour mismatch, job quality, and mental well-being across the EU28: a multilevel approach, International Archives of Occupational and Environmental Health. http://doi.org/10.1007/s00420-020-01529-2

Bartoll X, Ramos R (2020b), Worked hours, job satisfaction and self-perceived health, Journal of Economic Studies. https://doi.org/10.1108/JES-10-2019-0457

Bassanini A, Caroli E (2015), Is Work Bad for Health? The Role of Constraint versus Choice, Annals of Economics and Statistics, 119-120, pp. 13-37. http://doi.org/10.15609/annaeconstat2009.119-120.13

Gajendran RS, Harrison DA (2007), The good, the bad, and the unknown about telecommuting: meta-analysis of psychological mediators and individual consequences. Journal of Applied Psychology, 92 (6), pp. 1524-1541. http://doi.org/10.1037/0021-9010.92.6.1524

Henke RM, Benevent R, Schulte P, et al. (2016), The Effects of Telecommuting Intensity on Employee Health. American Journal of Health Promotion, 30 (8), pp. 604–612. http://doi.org/10.4278/ajhp.141027-QUAN-544

Tavares AI (2017), Telework and health effects review. International Journal of Healthcare, 3 (2), pp. 30-36. http://doi.org/10.5430/ijh.v3n2p30

Virtanen M, Jokela M, Madsen IE, et al. (2018), Long working hours and depressive symptoms: systematic review and meta-analysis of published studies and unpublished individual participant data, Scandinavian Journal of Work and Environmental Health, 44 (3), pp. 239‐250. http://doi.org/10.5271/sjweh.3712

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