Por Raúl Ramos (Grup d’Anàlisi Quantitativa Regional, AQR, Universitat de Barcelona).
En las últimas semanas distintas instituciones internacionales han presentado sus informes sobre cuál será la evolución de la economía mundial durante 2020 y 2021 en el contexto actual. Con algún matiz, las previsiones muestran una caída sin precedentes de la actividad económica y del empleo durante este año y una cierta recuperación durante el año que viene, aunque sin recuperar los niveles previos a la pandemia. Las caídas del PIB para este año se sitúan en tasas interanuales entre el -6% y el -12%. Por tanto, no se prevé que la actividad y el empleo puedan recuperarse de manera rápida (crisis en forma de “V”) especialmente en aquellos países donde el confinamiento ha sido más largo y más intenso como Italia, Francia o España. Sin embargo, este no es el único factor relevante a la hora de explicar la distinta evolución de los mercados de trabajo durante la crisis. De hecho, existen características estructurales de las distintas economías así como otros factores institucionales que se han mostrado claramente relevantes en lo que se refiere a la evolución reciente del empleo y del desempleo.
En un trabajo publicado hace sólo unos días, Eichhorst, Marx y Rinne ofrecen una panorámica de los impactos del COVID-19 sobre el mercado de trabajo a partir de los resultados del proyecto IZA COVID-19 Crisis Response Monitoring (las personas interesadas pueden consultar toda la información en https://covid-19.iza.org/crisis-monitor/). Dicho proyecto tiene como objetivo realizar un seguimiento de la evolución a corto plazo de los mercados de trabajo de un número amplio de países de la Unión Europea (incluida España) así como de otros países europeos y Estados Unidos. Además del impacto directo de la COVID-19 sobre el mercado de trabajo, se analiza cuál ha sido la orientación y el objetivo de las medidas adoptadas por los gobiernos poniendo especial énfasis en los instrumentos orientados a mantener la renta de los trabajadores y a facilitar liquidez a las empresas sin perder de vista el posible impacto de las medidas sobre la viabilidad fiscal.
Una primera conclusión del trabajo es que, a diferencia de la crisis de 2008, la mayoría de los países han flexibilizado la posibilidad de suspender temporalmente los contratos de trabajo o reducir la jornada laboral. La siguiente tabla muestra la intensidad en la utilización de este instrumento y la variación del desempleo respecto el mismo período del año anterior. Tal y como es de esperar, existe una cierta asociación entre ambas variables, pero podemos ver que no existe una correspondencia exacta entre ambas dimensiones y que tampoco se explica únicamente por la intensidad y duración del confinamiento durante la primera ola de la COVID-19. De hecho, la segunda conclusión del informe es que la composición sectorial es muy relevante, pero no sólo por el impacto directo sobre la oferta durante el confinamiento y sobre la demanda una vez finalizado el mismo, sino también por las preferencias de los empresarios del sector a la hora de elegir mecanismos de flexibilidad interna versus externa. Eichhorst, Marx y Rinne argumentan que estas preferencias tienen mucho que ver con las características de los trabajadores del sector en términos de formación, pero también con la legislación vigente en cada país en relación a los costes de despido. Por este motivo, los trabajadores que se han visto más afectados por esta situación son precisamente los más desprotegidos por lo que esta crisis está agravando de manera muy importante las desigualdades que ya existían en aquellos países con mercados de trabajos duales. Así pues, el impacto sobre aquellos que acceden por primera vez al mercado de trabajo (básicamente jóvenes) va a ser muy superior al que experimentarán los colectivos de mayor edad, siendo éste un tema muy preocupante dado que una de las principales vías para conseguir el primer trabajo es la realización de prácticas, una opción prácticamente inexistente en el contexto actual.
Fuente: Tabla 1, Eichhorst, Marx y Rinne (2020)
Por último, en el informe también se destaca el esfuerzo que están haciendo la mayoría de los países para mantener los niveles de renta de trabajadores y empresas aunque existe una elevada incertidumbre sobre su capacidad para poder prolongar estas respuestas durante los próximos meses dado su elevado impacto sobre las finanzas públicas, especialmente si se produce una segunda ola de la pandemia que obligue a un nuevo confinamiento. De hecho, si bien el nuevo instrumento europeo SURE (Support to mitigate Unemployment Risks in an Emergency) ha hecho posible responder de manera rápida a la necesidad de financiación adicional de los estados miembros, todavía hay dudas sobre cuál será la respuesta de las instituciones europeas a medio plazo. En este sentido, el informe concluye señalando la oportunidad que representa la crisis actual para avanzar en la construcción de un modelo de solidaridad que incluya de manera especial a los trabajadores más vulnerables en los mercados de trabajo europeos.