Por José García Solanes (Universidad de Murcia), Fernando Torrejón Flores (Universidad de Murcia) y Alfonso Camba Crespo (UNED).

La cuenta corriente refleja las relaciones económicas de un país con el resto del mundo, un aspecto de vital importancia en un planeta que ha tendido a integrarse. De vez en cuando, los países experimentan cambios de gran calado que transforman la naturaleza de esas relaciones económicas. En estos tiempos estamos rodeados de ejemplos muy claros de acontecimientos que pueden causar este tipo de cambios estructurales de las relaciones de un país con el resto del mundo: pueden ser giros en las políticas económicas, acuerdos comerciales o incluso la entrada en la UE, y, en ocasiones, también pueden ser calamidades como una guerra, una pandemia o una crisis financiera. La literatura académica se ha fijado particularmente en las consecuencias de dichos cambios cuando están ligados a fenómenos de crisis o a reversiones de la cuenta corriente desde saldos muy deficitarios, las cuales suelen ser muy costosas tanto en términos de crecimiento del PIB como de empleo en los países implicados. Sirva de ejemplo que en estudios previos estimamos que los costes de la reversión de la cuenta corriente en los países periféricos de la zona euro durante la crisis financiera de hace una década se situaron entre el 32% del PIB para Grecia al 6% para Irlanda. Costes descomunales que ilustran la relevancia de estos fenómenos.

En un artículo reciente identificamos cuándo han tenido lugar esas rupturas estructurales de la cuenta corriente de 181 países en las últimas cuatro décadas. No nos centramos solo en las reversiones, es decir, en reducciones abruptas de los déficits por cuenta corriente, sino que identificamos rupturas tanto en situaciones de déficit como de superávit, sin importar si resultaron en alzas o en bajadas de las cifras de la cuenta corriente. Así obtenemos una visión más completa de este fenómeno. Además, la identificación de cuándo suceden las rupturas nos permite posteriormente observar qué factores pueden afectar a la probabilidad de sufrirlas. Este análisis resulta clave para entender mejor los cambios estructurales de las relaciones económicas de los países con el resto del mundo, y también para que las autoridades económicas sepan qué herramientas pueden servir para prevenir dichas rupturas y, así, intenten eludir los costes, a veces enormes, que pueden acarrear.

Respecto a cuándo han sucedido los cambios estructurales, en el siguiente gráfico vemos cómo durante los años 1990s hubo menos rupturas estructurales de la cuenta corriente, en contraste con el repunte registrado a partir de 2006 coincidiendo con el inicio de la crisis financiera. Esta cronología reafirma la idea de la existencia de un periodo de mayor estabilidad durante los años noventa y principios del siglo XXI, a veces referido como “la Gran Moderación”, que dio paso a una etapa de más cambios con la llegada de la crisis financiera.

Gráfico: número anual de rupturas estructurales de la cuenta corriente…

 

 

El análisis de las rupturas se puede hacer también por países. Por ejemplo, para España identificamos dos rupturas estructurales de la cuenta corriente: la primera tiene lugar en el año 2002, coincidiendo con el despliegue del euro, además de otros acontecimientos internacionales como el 11-S y el estallido de la burbuja “puntocom”. Esa ruptura llevó a que la cuenta corriente española pasara de tener un déficit promedio relativamente moderado antes del 2002, del -1,9% del PIB, a un déficit promedio mucho más elevado, del -6% del PIB, en el siguiente periodo de estabilidad. Ese periodo de estabilidad de alto déficit se alargó durante 9 años, marcados por la burbuja inmobiliaria, llegando a su final con una segunda ruptura estructural en 2011, en plena crisis de la zona euro. Tras esa segunda ruptura estructural, el saldo por cuenta corriente español se elevó de manera drástica en el siguiente periodo de estabilidad –que se alargó al menos 7 años hasta el final de nuestra serie, en 2018-, alcanzando un promedio superavitario de casi el 2% del PIB.

En el artículo también estudiamos las características de los periodos entre rupturas estructurales, que bautizamos como periodos de estabilidad de la cuenta corriente (o “current-account stability spells”, en consonancia con otros conceptos de la literatura como los “growth spells” que estudian, entre otros, Berg, Ostry y Zettelmeyer). La tabla completa con los datos de las rupturas y periodos de estabilidad de la cuenta corriente está disponible aquí. Observamos que, en la mitad de los casos, los periodos de estabilidad duran 10 años o menos, lo que refleja que las rupturas estructurales de la cuenta corriente no son excepcionales, ni mucho menos. Además, el análisis de los periodos de estabilidad muestra indicios de que la cuenta corriente es más volátil y menos sostenible según se aleja de su equilibrio. Llaman también la atención las grandes diferencias en las posiciones estructurales de la cuenta corriente si agrupamos países por renta o zona geográfica: en promedio, los periodos de estabilidad de las economías de ingreso alto registran un superávit por cuenta corriente del 0,69% del PIB, muy lejos del elevado déficit del -5,95% del PIB que promedian las economías de ingreso bajo. Por zonas geográficas, se pueden destacar, por un lado, el leve superávit promedio de Asia y Pacífico; por otro lado, el nivel de déficit moderado y volatilidad relativamente baja de Europa y el continente americano; y, por último, el alto déficit promedio del -7% del PIB que se observa en África Subsahariana, acompañado de una volatilidad elevada.

Finalmente, la identificación de los cambios estructurales de la cuenta corriente de 181 países nos permite estudiar qué factores afectan a la probabilidad de que estos sucedan: el análisis indica que la probabilidad se reduce cuando hay mayor crecimiento, elevados tipos de interés y depreciaciones de la moneda. Asimismo, la acumulación de reservas de divisas y disfrutar de mayores niveles de ingreso per cápita minoran el riesgo de ruptura.

Así pues, si las autoridades económicas de un país buscan prevenir una ruptura, harán bien en introducir reformas que eleven el crecimiento, acumular reservas de divisas y permitir que la moneda nacional se deprecie, sin bajar los tipos de interés.

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