“Solo el bien es silencioso”, sentenció sabiamente en alguna ocasión Goethe, y conviene recordarlo especialmente cuando el ruido amenaza con ensordecernos. El ruido de los  datos que antes de ser analizados se utilizan como dardos punzantes, el ruido de las protestas ritualizadas y el de quienes a su alrededor solo quieren contemplar un paisaje devastado.

Ha sido el trabajo silencioso de miles de empresas españolas lo que ha contribuido a conseguir un logro que tiene muy pocos precedentes: el saneamiento exterior de una economía que se deslizaba sin frenos hacia cifras más que alarmantes de déficit por cuenta corriente. Diez puntos porcentuales se han recuperado un tiempo que se puede contar por meses, para terminar el ejercicio de 2012 acomodando el gasto a la renta producida, después de tres lustros en que ha necesitado cuantiosa financiación exterior. Probablemente, nunca tanto en tan poco tiempo, resultado de la suma del esfuerzo exportador y de la contracción de la demanda de importaciones. Una corrección excepcional del déficit exterior que se ha hecho sin disponer de instrumentos monetarios y cambiarios. No se puede regatear el mérito, como subraya el Consejo Empresarial para la Competitividad en su informe del pasado mes de marzo, “España, un país de oportunidades”, soporte de la campaña que, contrarrestando la nula capacidad comunicativa del gobierno, han emprendido los presidentes de algunas de nuestras mayores empresas por las principales capitales financieras para airear las posibilidades de la economía española.

Reconocer lo logrado no supone, en todo caso, desconocer y los problemas que subsisten. Desde el lado del gasto, las cosas son meridianas. El ajuste ha recaído muy duramente sobre el sector privado de la economía, soportándolo mucho más levemente el público; además, el limitado ajuste en éste ha escogido el camino más llano: aumentos impositivos, reducciones del salario de funcionarios y recortes lineales en ciertas partidas presupuestarias, medidas todas ellas que no pueden garantizar una contención del gasto sostenida en el tiempo. Esto requiere abordar con rigor la reforma de la estructura de las Administraciones públicas y la revisión de aspectos sustanciales (comenzando por el sistema de pensiones) del Estado del bienestar. Reformar es más difícil que recortar y además exige más coraje político. Téngase en cuenta que el sector privado ha aportado ahorro neto a la economía desde 2009, mientras el público ha seguido necesitando financiación. También en el mercado de trabajo hay huellas evidentes de que el esfuerzo relativo ha estado muy mal repartido: el sector privado ha perdido casi cuatro millones de puestos de trabajo desde comienzos de 2008; en cambio, las Administraciones públicas tenían a finales de 2012 varios cientos de miles de empleos más que en la fecha mencionada.

Para decirlo muy resumidamente: la economía española está en la senda que conduce a la salida de la crisis. Pero encontrarla exige ahora una rectificación en la política de ajuste, situando en el centro la reforma profunda de la organización interna de las Administraciones, y poniendo manos a la obra sin demora y perseverantemente, con el respaldo de la ejemplaridad y la palanca de la pedagogía social, cuyas ausencias son hoy un poderoso factor de desmoralización ciudadana (sobre el tema, véase Círculo Cívico de Opinión, Posiciones, 13 de mayo de 2013: www.circulocivicodeopinion.es).

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