La teoría de juegos es una disciplina que estudia situaciones en las que es relevante la interdependencia estratégica, es decir, que el resultado para cada jugador depende de sus propias decisiones y de las decisiones de los demás. Ha sido aplicada, principalmente, en economía, pero ha tenido también un desarrollo amplio en gestión, sociología, psicología, filosofía, e incluso en biología evolutiva. En el caso de la Economía, la teoría de juegos inició su análisis formal en 1944 con el trabajo de John Von Neumann y Oskar Morgenstern, The Theory of Games and Economic Behaviour. Posteriormente, merecen ser citados por sus aportaciones centrales tres premios Nobel de Economía: John Nash, John Harsanyi y Reinhard Selten.

Dado que el nuevo gobierno griego ha basado su política electoral en el fin de la austeridad, y dado que el pago de la deuda supone una parte muy importante del PIB griego, las negociaciones para refinanciar la deuda pública de Grecia con la troika y con el resto de los países de la zona del euro, constituyen una baza ineludible para la credibilidad del nuevo Gobierno. Esta situación se puede analizar mediante la Teoría de Juegos.

Para sentar las bases analíticas habría que precisar algunos aspectos. En primer lugar, los jugadores son muy diferentes, mientras que Grecia supone el 1,9% del PIB de la zona del euro, el otro jugador representa, obviamente, el 98,1% restante, sin embargo los intereses de ese 98,1% no son homogéneos, no es lo mismo la posición de Alemania, incluso geoestratégica, que la de Bélgica. Este aspecto matiza algo la desigualdad entre los jugadores. En este sentido, son relevantes las visitas del primer ministro griego a los países que considera menos integrados en la política de austeridad como Italia y Francia, obviamente, tratando de debilitar al gigante. El segundo aspecto a considerar es que en esas negociaciones no solo se juega el juego zona del euro-Grecia, sino que el resultado al que se llegue, condiciona el resto de los juegos futuros zona del euro-resto de los países, además de enviar una señal a las poblaciones de estos países. Dependiendo del resultado final, la señal podría ser muy preocupante para países como España con partidos de extrema izquierda emergentes. Un tercer aspecto es el manejo del farol, con el que Grecia ha iniciado la partida, amenazando con salir del bloque Unión Europea-occidente y entrar en el bloque ruso-oriental. En mi opinión, esta amenaza no es creíble ya que al que la formula no le interesa cumplirla, pero una cosa es el interés del pueblo griego y otra la de sus gobernantes actuales, esperemos que no haya divergencia.

Por lo tanto, el problema tiene que ver con un complicado conjunto de negociaciones entre unas partes muy diferentes en cuanto a su capacidad negociadora y con intereses muy dispares. El problema mayor es que el resultado al que se llegue va a afectar, a largo plazo, a toda la política europea, incluso a la estabilidad de la Unión Europea y, en particular de la Unión Monetaria. Esperemos que, aunque sea por una vez, los políticos negociadores piensen en el largo plazo. Podemos especular a qué juego podrían jugar el gobierno griego y la troika a través de algunos ejemplos.

1) El juego de la gallina. Un camión de gran tonelaje y un turismo se dirigen hacia un puente de único sentido desde puntos opuestos. Si ninguno se desvía, chocarán. Puesto que los costes de la colisión son mucho mayores para el turismo, éste cederá el paso. 

Aplicación a Grecia y a la troika. Grecia y la troika suponen que la otra parte tiene mucho que perder si no cede. Los griegos podrían verse expulsados de la zona euro y no podrían financiar gran parte de sus servicios públicos y de sus pensiones. La troika perderían los cuantiosos préstamos concedidos a Grecia en los sucesivos rescates. A ambas partes les resulta fácil imaginar que la otra parte reaccionará primero y cederá a las demandas de la primera. Pero esto no ocurre.

Sin embargo, como recomendaba el general y filósofo chino Sun Tzu, 650 años antes de Cristo, hay que dejar una salida honorable al otro jugador, para que el resultado sea estable.

2) El dilema del prisionero. La policía detiene a dos hombres y los interroga por separado. No hay suficientes pruebas para condenar a ninguno, así que ofrecen un trato a cada uno. Si cooperan y testifican contra el otro, obtendrán la libertad y el otro irá a la cárcel. El único equilibrio posible de este juego es aquél en el que se delatan mutuamente y terminan condenados. Sin embargo, la noticia optimista en este caso, es que si el juego se juega muchas veces y no se conoce cuando va a terminar este juego, es posible una trayectoria de equilibrios en los que se colabora.

Aplicación a Grecia y a la troika. Si Grecia continua con el ajuste presupuestario y las reformas económicas impuestas con los rescates, los desequilibrios de la economía griega se corregirían gradualmente y se recuperaría una senda de crecimiento duradera y sostenible. Sin embargo, dado que el nuevo gobierno ha anunciado repetidamente su intención de no colaborar, Grecia y la zona del euro podrían acabar con una larga y todavía más profunda recesión en Grecia y la pérdida de la deuda en la zona del euro. Si plantean el juego como una larga partida con muchas jugadas, donde la zona del euro cede en algún aspecto y Grecia renuncia a su programa demagógico, se podría aliviar algo la situación del pueblo griego y no comprometer el futuro de la propia Unión Monetaria.

3) El dilema de la cena. Diez personas salen a cenar y dividen la cuenta a partes iguales. Cada uno decide pedir el plato más caro, aunque sólo sea marginalmente mejor que el más barato porque, cuando el coste adicional se divida entre diez, el importe final será insignificante. Sin embargo, si los diez llegan a la misma conclusión, acabarán pidiendo los diez platos más caros de la carta.

Aplicación a Grecia y al resto de países de la zona del euro. Hay que conseguir que el Banco Central Europeo imprima más dinero y lo emplee para comprar los bonos griegos. De esta manera, los griegos podrían aumentar el gasto público por la vía más barata. Además, el coste se distribuye entre los otros 17 miembros de la zona del euro. Evidentemente, esto que parece tener sentido individualmente, no soporta un análisis colectivo ya que, si todos hacen lo mismo, que lo harán, la dinámica de la deuda pública de los 18 países de la zona del euro se haría insostenible y el Banco Central Europeo no podría mantener el programa de compras. Es como si el menú que adquieren entre todos los comensales no pudiera ser pagado por ellos y tuvieran que pedir prestado para mantener sus alegrías, pero ¿quién se arriesga a prestar si no tiene la seguridad de que, partir de entonces, el consumo de platos tendrá en cuenta lo que uno tiene (produce) y está seguro de que va a recuperar el préstamo más los intereses?

Este último es el juego más peligroso desde el punto de vista de la estabilidad de la zona del euro y en el que los griegos podrían encontrar apoyos. Este juego pone, además, de manifiesto el gran déficit de la Unión Monetaria, que es la inexistencia de un presupuesto europeo con un control a nivel europeo de la deuda. Si la zona del euro lo acepta en la manera en que se está planteando, la inestabilidad a largo plazo estará garantizada.

 

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