Por Alfonso Camba Crespo (UNED), José García Solanes (Universidad de Murcia), y Fernando Torrejón Flores (Universidad de Murcia).

 

Los aumentos de precios que actualmente están ocurriendo en las economías occidentales (por ejemplo, la inflación interanual en la eurozona alcanzó el 7,5% en marzo), han puesto nuevamente el fenómeno de la inflación en el centro del debate económico. Los precios han tendido al alza desde mediados del año 2021, acompañando a problemas de abastecimiento internacional y otras distorsiones asociadas a la pandemia; y, en 2022, las subidas se han acelerado como resultado del fuerte impacto de la guerra de Ucrania. Todo esto en un entorno de políticas económicas expansivas que, a raíz del repunte inflacionista, las autoridades ya empiezan a endurecer, afrontando el tradicional dilema de cómo frenar las alzas de precios sin perjudicar la actividad económica (la disyuntiva de la curva de Phillips).

Varios elementos sospechosos de impulsar la inflación tienen como factor común su dimensión internacional. Esto incluye problemas tales como cuellos de botella en el transporte marítimo, desabastecimiento de algunos productos clave, como los microchips y algunas materias primas, y el impacto de la guerra de Ucrania en el ámbito energético. Asimismo, el aumento de las tensiones internacionales a raíz de la pandemia, la guerra de Ucrania y el auge de China están dando pie a un clima de desconfianza y al deterioro de los vínculos internacionales. Incluso desde algunos ámbitos se anticipa un frenazo de la globalización y se pronostica un nuevo escenario de desglobalización en la economía mundial. Esto supondría un gran cambio de tendencia respecto a la internacionalización creciente de las últimas décadas, con lo que cabe plantearse las consecuencias que ello podría tener en las economías a nivel nacional.

Sobre esta cuestión, en un estudio reciente referido a 24 años previos a la pandemia analizamos la influencia de la competencia internacional en la curva de Phillips aplicando un enfoque novedoso que quizás podría dar algunas pistas sobre las posibles consecuencias del freno a la globalización. En concreto, planteamos una nueva curva de Phillips para una economía abierta que contempla la influencia que tiene la integración de los mercados domésticos y exteriores sobre el proceso de formación de precios y la inflación a nivel nacional. Un elemento destacado de este análisis es que la integración con el exterior limita el poder de mercado de las empresas domésticas y, por tanto, reduce su capacidad para determinar la evolución local de los niveles de precios. Esto se debe a que, incluso cuando existen grandes presiones de demanda en una economía, la opción de subir los precios que podrían escoger las empresas domésticas se verá restringida por la presión competitiva del exterior, ya que los consumidores podrían adquirir productos importados si hay un encarecimiento relativo de los nacionales.

En cuanto a los detalles de esta nueva curva de Phillips en economía abierta, mantiene el fundamento de la curva tradicional, en la que la inflación tiene una relación positiva con las expectativas de inflación y con el ‘ouput gap’. Además de esto, la nueva curva que planteamos incluye dos factores que recogen la influencia exterior sobre la inflación, ambos con una relación negativa con la misma: por un lado, el tipo de cambio real, y por otro, la brecha de importaciones (‘imports gap’, que se mide como la diferencia entre el crecimiento de las importaciones y el de su nivel de equilibrio). El nivel de la influencia exterior depende del grado de integración de los mercados domésticos y exteriores y, por tanto, de cuánto afecta la presión competitiva exterior a las empresas domésticas y al proceso de formación de precios. Así, en una economía cerrada o con productos domésticos desligados del mercado exterior, la influencia de la integración internacional sería menor, pudiendo llegar a ser incluso nula, llevando a la curva de Phillips a su formulación tradicional. Por otra parte, según esta curva de Phillips en economía abierta, fenómenos de escasez o de encarecimiento relativo de los productos exteriores, como los que suceden en la actualidad, pueden facilitar un repunte inflacionista a nivel doméstico.

En el estudio contrastamos empíricamente este planteamiento teórico utilizando un panel de datos con 15 economías avanzadas para los años 1994 a 2017. Los resultados del análisis cuantitativo respaldan el planteamiento teórico: todas las variables resultan significativas y con los signos esperados. El hecho de que estos resultados se mantengan aplicando varios tests econométricos alternativos para datos de panel confiere robustez al análisis. Completamos el análisis investigando si la curva de Phillips se aplanó a partir de la crisis financiera global ocurrida hace una década. Nuestro estudio apoya la hipótesis del aplanamiento de dicha curva entre 2010 y 2017 (último año de nuestra serie).

En este marco, corresponde preguntarnos: ¿qué consecuencias económicas podría tener un freno a la globalización, concretado en importaciones más escasas y caras? La curva de Phillips en economía abierta que planteamos indica que una menor integración con los mercados exteriores y un encarecimiento de las importaciones podría facilitar mayores presiones inflacionistas a nivel nacional, y ello quedaría reflejado en un desplazamiento de la curva de Phillips hacia arriba y en un aumento de su pendiente. Así, el deterioro de los lazos comerciales sería un factor de riesgo inflacionario a considerar. Y, al contrario, acuerdos comerciales u otras medidas que fomenten la integración con los mercados internacionales podrían facilitar la contención de la inflación ante presiones de demanda domésticas, aunque esta medida no protegería a las economías frente a subidas de precios internacionales.

Así pues, el estudio sugiere que las autoridades económicas deberían tener en cuenta que una menor integración internacional puede hacer, junto con el encarecimiento de las materias primas importadas, que la inflación se vuelva más difícil de prevenir y contener ante presiones de demanda domésticas. Por último, cabe señalar que estas consideraciones económicas, si bien no son las únicas a la hora de valorar cómo deben ser las relaciones internacionales, sí que son un factor relevante en el análisis sobre dichas relaciones.

 

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