Aunque la tasa de inflación española, medida por el IPC, se ha venido reduciendo desde julio de 2022, ha cerrado el año con un alto valor medio, del 8,4%, que contiene un elevado componente exterior, pues los precios de las importaciones aumentaron durante el año un 22,3%, con un gran impacto sobre los precios del consumo[1].
Como es sabido, todo encarecimiento de los productos de importación origina una pérdida de renta real de los hogares españoles, en favor de los países exportadores de combustibles y otras materias primas. No resulta pues extraño que asalariados y empresarios reaccionen tratando de aumentar las remuneraciones que reciben por sus servicios, con el fin de escapar a esa pérdida de renta real. Cuando lo consiguen, la tasa de inflación aumenta, añadiendo un componente interno al externo. Este componente interno lo recoge el deflactor del PIB, que se ha elevado un 4,3% durante 2022. Su evolución también recoge la de los impuestos sobre la producción e importaciones netos de subvenciones.
Se puede conocer la contribución de cada uno de los tres tipos de renta mencionados (salarios, beneficios e impuestos) al aumento de ese deflactor, y con ello, identificar los resultados logrados por los agentes económicos en su intento de compensar la pérdida de renta real que el alza de los precios de los productos importados les ha supuesto.
Para ello, partimos de la siguiente identidad contable:
PY=WL+MG+TN
Donde Y es el PIB real, P su deflactor, W el salario medio, L el volumen de empleo, MG los márgenes de las empresas [2] y TN los impuestos netos ligados a la producción y las importaciones. Dividiendo por el PIB real, Y , se tiene:
P=WL/Y + MG/Y + TN/Y
De forma que el deflactor del PIB se descompone en costes laborales unitarios (WL/Y = W/ (Y/L)), márgenes o beneficios brutos unitarios e impuestos unitarios. Por consiguiente, su valor se incrementa si alguna de estas tres remuneraciones crece sin que disminuyan las demás. Dicho de otra forma, aumenta siempre que la masa salarial, los beneficios empresariales y los impuestos netos crecen por encima del PIB real.
La contribución de cada uno de estos tres componentes al incremento del deflactor del PIB se puede calcular, multiplicando su tasa de variación por el peso que posee en el PIB nominal. Este cálculo lo realiza sistemáticamente Eurostat, pero la estimación que esta oficina estadística ofrece para 2022 se elaboró en noviembre de ese año, y por tanto, se basa en los datos de los primeros tres trimestres, y precisamente en el cuarto, el deflactor del PIB aumentó de forma muy considerable, un 2,97% sobre el trimestre anterior, y un 4,55% sobre el cuarto trimestre del año anterior, 2021. Por esta razón, se presenta aquí el cálculo basado en los datos de todo el año publicados recientemente por el INE, que tienen un carácter provisional. Además, se extiende a los años anteriores, con objeto de tener la perspectiva completa de la pandemia y pospandemia, introduciendo una diferencia con respecto a la estimación de Eurostat, que consiste en que, para medir el volumen de empleo, se usa el empleo equivalente a tiempo completo, y no el número de personas ocupadas.
El gráfico 1 recoge el cálculo mencionado. Como puede verse, el incremento de los beneficios unitarios explica casi por completo el aumento del deflactor del PIB en 2022. Tras el año 2020, marcado por la pandemia, en el que aumentaron sensiblemente los costes laborales unitarios (debido sobre todo a la disminución de la productividad del trabajo), al tiempo que se reducían de forma drástica los beneficios empresariales, éstos comenzaron a recuperarse ya en el último trimestre de 2021, un año en el que los impuestos indirectos se incrementaron considerablemente para recuperar el nivel prepandemia. Pero ha sido en 2022 cuando los beneficios de las empresas han experimentado un aumento decisivo, contribuyendo a acelerar la inflación. Los costes laborales unitarios sólo han influido de forma significativa en el cuarto trimestre de este último año, en el que la productividad del trabajo se estancó y los salarios se incrementaron un 3,8% con respecto al mismo trimestre del año 2021.
Esta recuperación de los beneficios empresariales ha sido posible por el mantenimiento de un elevado nivel de actividad económica durante al año, impulsado en el primer y segundo trimestre por las exportaciones de bienes, y sobre todo de servicios (turismo), y en el segundo y tercero por el consumo de las familias. Estas fuerzas lograron que el PIB creciera durante el año en un 5,5%. También contribuyó al alza de los beneficios la escasez de la oferta en diversos mercados, que acentuó la presión de la demanda. Además, los exportadores consiguieron elevar sus precios en los mercados internacionales de forma muy sensible (16,5%).
En todo caso, como consecuencia de la evolución descrita, el peso porcentual de los beneficios brutos empresariales en la renta nacional, medida al coste de los factores, aumentó sensiblemente, hasta alcanzar el 45,3% como media en 2022 (Gráfico 2). Eso quiere decir que, en valores corrientes, recuperaron prácticamente el nivel de 2019 (45,6%). El gráfico 2 incluye el mismo cálculo para la industria manufacturera, en la que la cuantía de los márgenes logrados en 2022 supera en un 14% el nivel alcanzado en 2019, cuando se incluyen los impuestos, algo de lo que también da cuenta el Banco de España en su último informe sobre la economía española, de diciembre de 2022. Los sectores de extractivas y energía y banca han destacado así mismo por el alza de sus beneficios. Algunos servicios, como los de ocio y hostelería, han experimentado también una recuperación de sus márgenes, pero sufrieron más durante la pandemia.
No cabe duda de que el aumento en los beneficios empresariales ha facilitado la creación de empleo y la capitalización de las empresas, apuntalando su futuro y posibilitándoles afrontar un mayor ajuste al alza de los salarios durante el año en curso, en el que la actividad económica se ralentizará, pero los precios seguirán subiendo, aunque a un ritmo menor. No obstante, a la hora de avanzar en este camino, conviene tener presente que, en términos reales, es decir, descontando el alza del IPC, ni la masa salarial ni los beneficio totales han recuperado el nivel de prepandemia, situándose ambos un 5% por debajo del alcanzado en 2019 (los salarios y los beneficios unitarios se encuentran aún más lejos). Eso quiere decir que el ajuste salarial medio no puede ser muy elevado, si se pretende reducir la inflación, con el fin de crecer más y crear más empleo. Pero los sectores en los que los beneficios han aumentado mucho, el alza de los salarios puede ser más intensa sin provocar nuevos aumentos en los precios.
[1] En noviembre de 2022, Eurostat estimaba una subida del precio de las importaciones del 17,3%, y calculaba un impacto sobre el deflactor de la demanda final del 4,3%.
[2] No lo llamamos Excedente Bruto de Explotación porque se trata de una versión corregida de éste, al incluir sólo la parte de las rentas mixtas imputables al capital.