Por José Carlos Sánchez de la Vega, José Daniel Buendía Azorín, Antonio Calvo-Flores Segura y Miguel Esteban Yago, todos ellos profesores de la Universidad de Murcia. La siguiente entrada es un resumen del artículo «A new measure of regional competitiveness», publicado en Applied Economic Analysis, (antigua Revista de Economía Aplicada), 2019, Vol. 27 No. 80, pp. 108-126. https://doi.org/10.1108/AEA-07-2019-0010

La competitividad se ha convertido en un término recurrente en la literatura académica, así como en el ámbito empresarial, social y político en los últimos 30 años.

Aunque algunos autores han puesto en duda la propia consistencia del término (en 1994, el Premio Nobel Paul Krugman lo calificó como una “obsesión peligrosa”), son numerosos los trabajos que tratan de acotar este concepto o bien abordan de manera directa o indirecta el papel de la competitividad en el proceso de desarrollo económico. Algunos de los más conocidos son el Global Competitiveness Index (GCI), publicado por el WEF o el ranking del Institute for Management Development (IMD), así como el Regional Competitiveness Index (RCI), elaborado por la Comisión Europea para las 268 NUTS-2 de la Unión Europea.

El trabajo que se resume ha sido publicado recientemente en la revista Applied Economic Analysis con el título “A new measure of regional competitiveness”. Desde el año 2017, sus autores (José Carlos Sánchez, José Daniel Buendía, Antonio Calvo-Flores y Miguel Esteban), investigadores de la Universidad de Murcia, colaboran en el proyecto para elaborar un índice de competitividad regional en España: el índice sintético de competitividad regional (ICREG). Concretamente, el índice sintético obtenido permite analizar tanto la posición relativa como la evolución de la competitividad estructural de las 17 Comunidades Autónomas en el periodo 2008-2016.

El trabajo que se resume es fruto de la colaboración que, desde 2017, realizan sus autores en el proyecto para elaborar un índice de competitividad regional en España: el índice sintético de competitividad regional (ICREG). Concretamente, el índice sintético obtenido permite analizar tanto la posición relativa como la evolución de la competitividad estructural de las 17 Comunidades Autónomas en el periodo 2008-2016.

La principal dificultad para obtener una medida de la competitividad estriba en que es un concepto no medible directamente, debido a su esencia abstracta y multidimensional al depender de múltiples factores no determinados de forma exhaustiva, no independientes y sin una forma funcional conocida.

De forma muy explícita, Muller (1995) o, más recientemente, Mancha, Moscoso y Santos (2016), aluden a esta indefinición señalando que se trata de una palabra genérica, abstracta y extensa o de un concepto dúctil y de interpretaciones diversas. No obstante, la compleja compresión del término puede verse atenuada si se asume que la competitividad no se mueve en un solo ámbito, sino que se desarrolla en diferentes esferas o niveles (Esser et al., 1996, Romo y Musik, 2005 o Borozan y Strossmayer, 2008).

Nosotros abordamos el análisis de la competitividad en el ámbito territorial (regiones), aludiendo a diversos factores para explicar las diferencias entre territorios (Lombana y Gutiérrez, 2009 se refieren a ellos como el “ambiente competitivo”). Buena parte de estos factores no son “heredados”, sino que se crean y surgen de habilidades específicas que derivan del sistema educativo, de las infraestructuras básicas y especializadas, de la investigación e innovación, de la calidad del factor humano o de la cobertura de servicios públicos de apoyo (Rojas y Sepúlveda, 1999 y Mahmood y Ezeala-Harrison, 2000).

Es en este contexto en el que cobra particular relevancia la aportación de Porter (1991 y 1996), al incorporar las “bases de una nación” como elementos determinantes de su competitividad (conocido como “diamante de la competitividad”). La ventaja competitiva de una nación depende de: i) factores macroeconómicos influidos por variables tales como el tipo de interés, el tipo de cambio, además de otros precios y agregados macroeconómicos; ii) de la disponibilidad de factores de producción y recursos a precios competitivos y de la existencia de una infraestructura de apoyo a la producción; iii) de las capacidades generadas por las políticas del gobierno que incluyen las políticas comerciales, y iv) de factores culturales, particularmente las prácticas administrativas y laborales que determinan las relaciones entre el gobierno y el sector empresarial. Estos cuatro factores conforman el mencionado “diamante”.

En este trabajo nos referimos a la competitividad regional definida como la capacidad de proporcionar un entorno favorable a las empresas, sea a través de factores propios del territorio (por ejemplo, recursos naturales) o bien mediante la consecución o ampliación de otros, tangibles o intangibles, que refuercen y consoliden su base competitiva, teniendo como objetivo último la mejora del bienestar de su población.

Dado que no puede observarse directamente la competitividad, asumimos como primera hipótesis de trabajo que sí se podrá evaluar indirectamente analizando una serie de variables socioeconómicas (indicadores parciales) que aportan información significativa de las múltiples dimensiones que conforman la competitividad de cada elemento poblacional (en nuestro caso las comunidades autónomas en un determinado año). La segunda hipótesis de trabajo consiste en asumir que los indicadores deben estar correlacionados positivamente con la competitividad, esto es, ceteris paribus, un aumento (disminución) del indicador conlleva un aumento (disminución) de la competitividad.

El índice sintético de competitividad regional se obtiene a partir de 53 indicadores agrupados en siete ejes competitivos (entorno económico, mercado de trabajo, capital humano, entorno institucional, infraestructuras básicas, entorno empresarial e innovación).

De las dos hipótesis anteriores se deriva que se puede fijar un elemento de referencia, determinado por los valores mínimos de cada indicador parcial y ese elemento presentará una combinación de valores en los indicadores parciales que, si fuese considerado un elemento territorial, tendría una competitividad inferior o igual a la de cualquiera de los elementos analizados y podría ser utilizado como base de referencia. Usando esta base o vector de referencia puede construirse un indicador sintético que sea capaz de ordenar las diferencias de competitividad entre cada uno de los elementos y ese punto de referencia.

Para medir las diferencias entre vectores utilizamos la función de distancia m-dimensional propuesta por Pena (1977, 1979 y 2009) denominado método de distancia DP2, que cumple con todas las propiedades requeridas por este tipo de indicadores y que, además, según demuestra Zarzosa (1996), no está condicionado por la base de referencia ni por la distancia inicial utilizada para iniciar el algoritmo.

De forma secuencial, en primer lugar, se procede a la normalización, consistente en poner cada indicador parcial en unidades de desviación típica (lo que lo hace adimensional). En segundo lugar, se obtiene un factor de corrección que pondera cada indicador según el porcentaje de nueva información que proporciona teniendo en cuenta los ya introducidos anteriormente en el indicador sintético. De esta forma, se elimina la información duplicada y se evita la subjetividad del investigador en la fijación del sistema de ponderación para agregar los indicadores. A partir de aquí, se obtiene el indicador sintético DP2 para el conjunto de indicadores de cada eje.

En síntesis, la elección de este método se justifica por la posibilidad que ofrece de solventar dos problemas básicos: i) la aditividad de los indicadores simples y ii) el establecimiento de ponderaciones objetivas.

Igualmente, la elección del vector de mínimos como estado “norma o base de referencia” de cada variable o eje evita la obtención de valores negativos, permitiendo interpretar los resultados en términos de la situación de cada región respecto al hipotético entorno geográfico que presenta los menores valores en todos los componentes y por tanto el menor nivel de competitividad, consiguiendo obtener una ordenación de los mismos.

Por último, la aplicación que se realiza en este trabajo incorpora una modificación respecto a trabajos previos publicados en este contexto (por ejemplo, Zarzosa,1996; Buendía et al., 2004; Zarzosa, 2005; Pena, 2009 o Somarriba y Pena, 2009), que supone la consideración de una misma base de referencia para todos los años (periodo 2008-2016). Con ello se puede analizar el comportamiento de los indicadores, parciales y agregado, desde una perspectiva dinámica. En definitiva, no sólo se obtiene una ordenación para cada año, sino que también se puede analizar la variación experimentada en el periodo de referencia.

Los resultados obtenidos constatan la desigual situación de las CCAA y la mejora competitiva global experimentada a lo largo del periodo. En el siguiente mapa se recogen las posiciones relativas de las CC.AA. sobre la base del rango de resultados obtenidos para el conjunto del periodo (2008-2016).

Niveles de competitividad de las Comunidades Autónomas, años 2008 y 2016

2008

Mapa_2008

2016

Mapa_2016

Nota: entre paréntesis, el lugar que ocupa cada Comunidad en el ranking.
Fuente: elaboración propia.

Como se observa, en 2016, la Comunidad de Madrid, País Vasco y Comunidad Foral de Navarra, conforman el grupo con un nivel competitivo relativo “alto”. En el siguiente grupo, nivel “medio-alto”, se ubican Cataluña y Aragón. El grupo de comunidades con nivel “medio-bajo” es claramente el más numeroso, y está compuesto por nueve CCAA. Finalmente, el último grupo está compuesto solo por tres comunidades: Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura, que ocupa el último puesto en seis años de los nueve considerados.

Desde la perspectiva dinámica del ICREG, se observa que en el conjunto del periodo todas las CCAA mejoran su competitividad, con la única excepción de Extremadura. No obstante, el comportamiento del ICREG en las diferentes CCAA no ha sido uniforme, de modo que durante el periodo recesivo (2008-2013) todas contabilizan un empeoramiento de la misma. Por el contrario, en el periodo expansivo (2013-2016) todas experimentan una intensa mejora del ICREG. Estos resultados ponen de relieve el marcado carácter procíclico del ICREG.

En síntesis, dado el interés creciente por los procesos de desarrollo endógeno, tanto local como regional, así como el reconocimiento a su papel en el crecimiento y bienestar de los países, entendemos que cobra particular relevancia el análisis de la competitividad regional.

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