Por Juan Ignacio Martín-Legendre, Pablo Castellanos-García y José Manuel Sánchez-Santos del Departamento de Economía de la Universidade da Coruña. Esta entrada constituye un resumen del artículo Wealth and consumption inequality: an interquantile analysis publicado en Applied Economic Analysis, Vol. 28 No. 83, pp. 133-151 (https://www.emerald.com/insight/content/doi/10.1108/AEA-04-2020-0026/full/html).

Aunque la distribución de la renta ha sido el punto central del renovado interés por la desigualdad, es tan sólo uno de los tres aspectos principales a tener en cuenta al investigar sobre este fenómeno. Las dos variables restantes, riqueza y consumo, también pueden ser utilizadas como indicadores de desigualdad y tienen la ventaja de ser más estables en el tiempo o, lo que es lo mismo, de no estar tan expuestas a perturbaciones inesperadas. No obstante, han recibido algo menos de atención por parte de la comunidad investigadora, ya sea por cuestiones teóricas o por problemas prácticos.

Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de nuestra investigación es, por un lado, realizar un análisis descriptivo de la evolución de la desigualdad de la riqueza y el consumo en España durante el fuerte ciclo de auge y caída que caracterizó las primeras dos décadas de este siglo y, por otro lado, estimar los efectos sobre el consumo de los cambios tanto en la riqueza real como en la financiera.

Si bien la recogida de información sobre el gasto en consumo de los hogares se ha normalizado y se viene realizando de forma regular desde hace décadas en muchos países, la obtención de datos sobre el patrimonio individual o familiar ha estado plagada de dificultades (ocultación de riqueza en paraísos fiscales, falta de impuestos sobre el patrimonio, alto índice de no respuesta en las encuestas, inexactitudes de los métodos de capitalización, etc.)

Para tener una visión global de la desigualdad económica en España es preciso completar los trabajos de investigación llevados a cabo hasta la fecha con un estudio, como el nuestro, que tenga en cuenta simultáneamente estas tres dimensiones. Para ello, utilizaremos datos provenientes de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF), que realiza trienalmente el Banco de España y proporciona información precisa sobre ingresos, riqueza, deuda y consumo, así como un conjunto de variables sociodemográficas relevantes para una muestra representativa de hogares españoles.

En lo que se refiere al análisis descriptivo de la distribución de la desigualdad de la riqueza (tanto bruta como neta) y del consumo en España, nuestros resultados apuntan hacia la tendencia divergente de la desigualdad de ambas variables, que se puede observar en la gráfica anterior.

Para profundizar en los cambios en los índices de Gini de riqueza y consumo, podemos dividir la distribución de la riqueza en grupos (quintiles). De esta manera, en la gráfica siguiente, se aprecia un escenario con tendencias muy claras: los hogares en la parte superior de la distribución aumentaron su participación en la riqueza neta, mientras que las clases medias y bajas experimentaron una reducción. Además, esta disminución de la participación en la riqueza total es mayor a medida que nos movemos hacia abajo en la distribución, hasta tal punto que los hogares del primer quintil registraron una riqueza neta negativa por primera vez en 2014.

Manteniendo el mismo desglose por quintiles de riqueza neta, podemos analizar cómo se comportó el consumo para determinar la causa potencial de la caída de la desigualdad de consumo observada en el índice de Gini.

Aunque hubo un descenso generalizado del consumo entre la primera y la última oleada de la EFF, esta caída fue mucho más significativa para los hogares ubicados en la mitad inferior de la distribución. Asimismo, como consecuencia de un descenso del consumo relativamente más moderado, los hogares en la parte central y superior de la distribución de riqueza aumentaron su participación sobre el consumo total. La reducción más pronunciada del consumo de los hogares en la parte inferior de la distribución puede relacionarse con el hecho de que el riesgo de desempleo, que se incrementa durante las crisis, obliga a los hogares de bajos ingresos a reducir sus gastos en consumo.

La recomposición del consumo que tuvo lugar durante los años analizados también puede observarse en el tipo de consumo que hacen los hogares en función de su riqueza. Así, se observa una tendencia común en todos ellos, donde la proporción del consumo duradero sobre el consumo total alcanzó su punto máximo durante los años anteriores a la crisis y luego disminuyó de manera constante con cada oleada posterior de la encuesta. Además, la magnitud del colapso del consumo duradero fue casi la misma para todos los hogares, independientemente de su nivel de riqueza. En resumen, los hogares están gastando cada vez menos en bienes duraderos, tanto en términos absolutos como en proporción al consumo total.

Con el fin de indagar en la relación entre las dos variables mencionadas, realizamos un análisis econométrico de regresión intercuantílica, que arroja como resultado la existencia de una relación positiva significativa entre la riqueza y el gasto en consumo. Al desagregar la riqueza de los hogares por categorías, la principal fuente de riqueza real de los hogares españoles, es decir, la residencia principal, tiene un efecto considerable sobre el consumo y su elasticidad estimada durante los años centrales de la década de 2000 alcanzó niveles superiores a la de los ingresos brutos del hogar. Además, los cambios en la elasticidad estimada del valor de la residencia principal sobre el consumo siguen un patrón de comportamiento que parece reflejar el índice de precios de la vivienda española, con incrementos sostenidos hasta 2008 y una disminución considerable a partir de entonces, lo que podría asociarse con la prevalencia del régimen de vivienda en propiedad entre las familias españolas.

Aplicando regresión intercuantílica se observa una tendencia similar, aunque los aumentos de la elasticidad son más marcados en las clases medias, mientras que los descensos son más acusados en el 50% inferior. La relativa pérdida de terreno de la riqueza respecto a la renta, cuya elasticidad respecto al consumo es mayor con cada nueva oleada de la encuesta, parece indicar que los hogares en la primera mitad de la distribución planifican cada vez más su consumo en función de unos ingresos decrecientes e inestables, lo que se traduce en el menor gasto en consumo descrito con anterioridad.

Por otra parte, los coeficientes estimados para los efectos de todos los activos financieros en manos de los hogares españoles revelan una tendencia inversa a la observada en la principal categoría de activos reales (la vivienda), aunque los coeficientes estimados toman valores casi insignificantes en términos absolutos. Las demás categorías de riqueza (activos reales excepto la residencia principal, cuentas corrientes y otros activos financieros), aunque se muestran generalmente significativos para explicar el comportamiento en consumo de los hogares, parecen tener un impacto aún más débil en las decisiones de gasto de consumo de los hogares españoles.

En definitiva, nuestro estudio apunta a un vínculo muy estrecho entre el valor de la residencia principal y el gasto en consumo de los hogares, y una conexión más tenue para el resto de categorías de activos, sean reales o financieros.

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