Por Francisco J. Callado Muñoz (Universidad de Alicante) y Natalia Utrero González (Universitat Politècnica de València)

 

Las diferencias de género en materia de salarios se han reducido de forma importante en los países desarrollados desde la década de 1970. Sin embargo, la convergencia dista de ser completa, persistiendo diferencias ocupacionales y sectoriales.

En el caso de España confluyen diversos factores que afectan a las diferencias observadas. En primer lugar, la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado en comparación con otros países ha sido más reciente y rápida. En segundo lugar, el mercado de trabajo en España presenta tradicionalmente altos niveles de precariedad laboral debido principalmente a su deficiente regulación y a la reciente flexibilización. Además, la carga de los cuidados y tareas no remuneradas en el hogar todavía recae principalmente sobre las mujeres, afectando a sus decisiones y desempeño en el mercado laboral. En este sentido, las mujeres parecen buscar una mayor flexibilidad laboral a costa de opciones con salarios altos. En este contexto, la concentración de mujeres en sectores económicos y tipos de contratos específicos ha dado lugar a un sistema de protección social y un mercado de trabajo que hacen a las mujeres españolas más vulnerables a las crisis económicas.

Otra explicación de esta segregación sectorial y ocupacional está relacionada con las decisiones educativas. La elección del grado universitario puede condicionar el sector y las ocupaciones en las que los graduados encuentran trabajo. Dado que los retornos de la especialidad universitaria elegida son mucho más importantes que las diferencias asociadas a la calidad del centro universitario donde se cursa, esta decisión puede tener un importante impacto económico y social. En el caso español, aunque desde los años 90 las mujeres son mayoría en las aulas y titulaciones universitarias, continúan concentradas en las ramas de Ciencias Sociales y Jurídicas, Salud y Humanidades. En el curso 2022-23, solo el 12% de las graduadas lo hizo en Ingeniería, Arquitectura y Ciencias, frente al 34% de los hombres (Fuente: Sistema Integrado de Información Universitaria (SIIU). Secretaría General de Universidades). Esta subrepresentación de las mujeres en las especialidades  universitarias asociadas a sectores económicos más productivos y resilientes ante las recesiones económicas debería ser un factor a tener en cuenta al estudiar las diferencias salariales. Una cuestión que no siempre se ha incluido en el análisis de la brecha de género.

Este trabajo analiza la brecha salarial de género en España, poniendo el foco en el papel que las decisiones educativas desempeñan en su configuración. Los datos utilizados proceden de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) del Banco de España. El periodo de análisis es 2002-2017. La disponibilidad de información ha permitido identificar las ramas de enseñanza y estudiar los efectos de la crisis financiera y económica de 2008 en cada especialidad. Se estima tanto la brecha salarial observada como la ajustada por las condiciones individuales y las características del puesto de trabajo y sector de actividad para la población en general, los graduados universitarios y para cada rama de estudio.

Como ocurre tradicionalmente, la brecha ajustada es menor que la observada tanto antes como después de la crisis. Una vez contabilizada la brecha, se explora la importancia de los factores que causan las diferencias salariales. El objetivo es descomponer la brecha salarial en dos partes: una que refleje las diferencias asociadas a las condiciones particulares de mujeres y hombres y otra que mida hasta qué punto hombres y mujeres con características similares reciben rendimientos distintos. Es decir, la primera parte mediría la penalización salarial derivada de las características relativamente desfavorables de las mujeres en comparación con los hombres, la segunda sería la parte que no puede ser explicada por las características individuales y puede deberse a discriminación o diferencias de género en variables no observadas.

La diferencia ajustada de los salarios entre hombres y mujeres graduados es significativa, aunque ligeramente inferior a la de la población en general, observándose un comportamiento diferenciado de la brecha de género por nivel educativo. También aparecen diferencias relevantes entre los tipos de grados universitarios (véase gráfico 1). Además, la crisis económica afecta de forma distinta a estas diferencias salariales. Por ejemplo, con anterioridad a la crisis, Ingeniería y Tecnología, la especialidad con la tasa de participación femenina más baja presentaba la segunda brecha salarial de género ajustada más grande. Lo contrario sucedía con las Humanidades, con la mayor proporción de mujeres, cuya brecha salarial de género era la más pequeña. Después de la crisis, las brechas salariales de género de ambas áreas de estudio empeoraron, convirtiéndose en las dos más altas.

Gráfico 1: Brecha salarial ajustada. Total hace referencia a la población total, Universitaria por población con grado universitario. Respecto de las ramas de estudio, Ing: Ingeniería y tecnología, Salud: Ciencias de la salud, Hum: Humanidades, Eco-Derecho: Ciencias sociales y jurídicas y Exp: Ciencias Experimentales

Las características individuales y los atributos laborales explican alrededor del 40% de la brecha salarial de género observada de los graduados, mientras que solo explican el 0,02% en el caso de la población en general, y la crisis no ha alterado esta evidencia. Esto sugiere una menor discriminación en el caso de los graduados. Al distinguir por ramas de enseñanza, surgen diferencias interesantes. Antes de la crisis, más de la mitad de la diferencia salarial entre hombres y mujeres en todas las especialidades universitarias, excepto Ingeniería, podía explicarse por atributos observables. Las diferencias en experiencia, antigüedad y, especialmente, una mayor proporción de empleos a tiempo parcial son los factores explicativos más importantes. Esta evidencia estaría en línea con las explicaciones que sugieren que las mujeres buscan mayor flexibilidad laboral a costa de opciones de salarios altos al ser más compatibles con la maternidad y los cuidados.

Sin embargo, después de la crisis, el componente explicativo de los atributos observables es mucho menor. Esto indicaría que no se podría justificar la distinta remuneración de hombres y mujeres y que por tanto podría interpretarse como un incremento del componente discriminatorio o que factores no controlados han incrementado su relevancia. La única excepción es Ciencias Sociales y Jurídicas, cuyas características observables (menos experiencia y puestos de menor responsabilidad) explican el 58% de la diferencia salarial observada entre hombres y mujeres.

Si se tiene en cuenta la distribución salarial en el análisis de las diferencias salariales, de nuevo se obtienen comportamientos distintos entre la población total y la que tiene estudios universitarios y por especialidad. Tanto para el conjunto de la población como para los graduados universitarios, las brechas salariales ajustadas presentan una pendiente negativa, indicando que la diferencia salarial es mayor para los salarios más altos. La brecha en el caso de los graduados es inferior. Como puede observarse en el gráfico 2, la pendiente es más pronunciada después de la crisis, lo que indica que la discriminación potencial contra las mujeres se ha agravado y el efecto del techo de cristal se ha acentuado.[1] En general, esta evidencia sugiere que el techo de cristal identificado en los años noventa sigue siendo un problema en el nuevo siglo.

Gráfico 2: Distribución brecha ajustada por deciles salariales, antes y después de la crisis.

Mirando las diferencias por áreas, la mayor brecha en la parte inferior de la distribución se encuentra en el caso de las Humanidades y alrededor de la mediana en el caso de Ingeniería y Tecnología (véase gráfico 3). Salud y Experimentales son las ramas donde la brecha es más alta en la parte superior de la distribución; además presentan un claro deterioro de la brecha salarial de género después de la crisis. Este deterioro ha sido especialmente relevante entre los que más ingresan, en coherencia con el fenómeno del techo de cristal. Ciencias Sociales y Jurídicas es la única especialidad cuya brecha de género se redujo después de la crisis y en la que parece ser menos relevante el techo de cristal, al no ser mayores las diferencias de salario en la parte superior de la distribución.

Gráfico 3: Distribución brecha ajustada por deciles salariales, antes y después de la crisis. Ramas de estudio.

 

En conclusión, la evidencia confirma que los graduados españoles no son un grupo homogéneo. De una parte, la crisis financiera ha afectado de forma distinta a las ramas de estudio. De otra, la presencia relativa de mujeres en la especialidad no descarta completamente las diferencias salariales o la existencia de discriminación. Los resultados sugieren por tanto que, en el caso español, la especialidad universitaria debería ser un elemento a tener en cuenta a la hora de diseñar políticas para promover la igualdad salarial entre hombres y mujeres ya que existen diferencias esenciales entre ellas. Las recientes iniciativas para promover las vocaciones STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés) o la celebración del día internacional de la mujer y niña en la ciencia con múltiples actividades en escuelas e institutos podrían ayudar en este sentido.

[1] El techo de cristal se puede entender como una barrera invisible, muy difícil de sobrepasar, que dificulta que las mujeres, a pesar de tener la misma cualificación y méritos que sus compañeros, accedan a los altos puestos de poder de las organizaciones, la política y las empresas y su salario sea equivalente al de los hombres.

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