La reciente publicación por el INE de sus primeras estimaciones sobre la evolución de la economía española durante el primer trimestre de 2023 permite comprobar si las tendencias registradas por márgenes empresariales, salarios y precios durante 2022, que hemos analizado en una entrada anterior (aqui), se han mantenido o se han alterado, como consecuencia del entorno menos expansivo en la demanda de bienes y servicios y más normalizado en la oferta. También permiten volver a reflexionar sobre el papel de un pacto de rentas que impida una excesiva reducción del poder adquisitivo de los salarios sin poner en peligro ni la creación de empleo ni la disminución de la inflación.
Durante el primer trimestre de 2023, el deflactor del PIB creció un 1,3%, tomando como referencia el cuarto trimestre de 2022. Se trata de una tasa intertrimestral alta, pero no tanto como la registrada en los dos últimos trimestres de 2022 (menos de la mitad que en el último de ellos)
El gráfico adjunto, en su segunda columna, descompone esta evolución entre sus determinantes (márgenes empresariales, salarios e impuestos indirectos netos de subvenciones). Examinándolo, se descubre que el aumento en el deflactor del PIB señalado se justifica exclusivamente por el incremento de los impuestos indirectos netos, en parte como resultado de la eliminación de las subvenciones que en el año anterior se dirigieron a contrarrestar el impacto del alza del precio de los carburantes sobre empresas y familias. En cambio, los beneficios de las compañías y los salarios de los trabajadores contribuyeron de forma negativa al aumento del deflactor. Ambos se redujeron en valores nominales, y más aún por unidad de producto, ya que el PIB aumentó en 0,5%, siempre con respecto al cuarto trimestre de 2022. La evolución de los márgenes empresariales acusó quizá la desaceleración del consumo nacional y la subida de algunos impuestos indirectos, mientras que la de los salarios pudo verse afectada por un predominio de la contratación laboral en los tramos de remuneraciones más bajas, aunque esta interpretación no encaja bien con el ascenso de la productividad del trabajo registrado, que fué del 0,32%.
Cuando se compara el deflactor del PIB del primer trimestre de 2023 con el del primer trimestre de 2022, calculando la tasa interanual, se observa un ascenso mucho más importante, de un 6,2% (columna primera del gráfico incluido), pero éste no es sino el reflejo de lo ocurrido en los dos últimos trimestres de 2022, en los que el deflactor se incrementó mucho, impulsado sobre todo por los márgenes empresariales, que recuperaron su peso en el valor añadido, y en una medida mucho menor, por el alza de los costes laborales unitarios.
Lo que las evoluciones comentadas parecen revelar, por encima de todo, es que se ha producido un gran cambio en la dinámica de los beneficios empresariales, que han pasado de crecer a gran ritmo a disminuir ligeramente. Sobre esta base, nos encontraríamos ante una desaceleración de la inflación de origen interior, que se añade a la experimentada por la de origen importado, guiada sobre todo por la disminución del precio de los combustibles. Esta percepción se vería además reforzada por la expectativa razonable de que la subida de los impuestos netos de subvenciones, que obedece parcialmente a una normalización del volumen de subvenciones, no continúe durante los próximos meses.
Con el fin de indagar acerca de lo que podría ocurrir a lo largo del presente año, se puede simular la evolución que registraría el deflactor del PIB si los beneficios empresariales mantuvieran una pauta de lento crecimiento como en 2019, siguiendo el ritmo del PIB real, que se espera que en 2023 aumente un 1,6%, según la previsión del Banco de España, y si los impuestos netos de subvenciones se mantuvieran estancos en el nivel alcanzado en el primer trimestre, lo que supondría ya una subida apreciable en términos anuales.
Todo dependería entonces del incremento que experimenten el empleo y los salarios. El consenso de los analistas a los que se consulta en FUNCAS se establece en un 1,1% para el empleo y un 3,6% para los salarios por puesto de trabajo equivalente. Sobre estas premisas, el deflactor del PIB aumentaría el año en curso un 2% en tasa anual.
Con este resultado, no parece dificil lograr para 2023 una tasa de inflación incluso más reducida que la prevista por el Banco de España, del 3,7%, y desde luego, que la prevista por el FMI y por el consenso de los analistas reunidos por FUNCAS, que se sitúa en el entorno del 4,2%. Téngase en cuenta que la evolución del índice de precios al consumo podría aproximarse, añadiendo a la tasa de variación del deflactor del PIB el impacto del cambio en el precio de los productos importados. Pues bien, a este respecto, tanto la información que ofrece la CNT, como la que publica la Secretaría de Estado de Comercio en su informe Principales Indicadores Económicos, de mayo de 2023, indican que los precios de las importaciones habrían descensido durante el primer trimestre de este año, en comparación con el trimestre anterior. De seguir la misma pauta, la tasa interanual de aumento del precio de los productos importados, que hoy presenta valores positivos, podría muy bien acercarse a cero al final del presente año.
Aunque sería deseable conseguir una disminución de la inflación más rápida que la prevista, también lo sería prestar una mayor atención a las demandas de las organizaciones sindicales, que reclaman subidas salariales de un 5%, con el fin de recuperar parte del poder adquisitivo perdido durante 2022.
Una subida salarial de este relieve provocaría un aumento del deflactor del PIB del 2,8%, que no parece incompatible con las previsiones de inflación antes mencionadas, si se cumplen los supuestos establecidos, entre los que deben destacarse dos, que el precio de los productos importados no crezca mucho y que los beneficios de las empresas evolucionen al mismo ritmo que el PIB real, lo que supondría que disminuyera su peso en el PIB corriente en algo menos de un punto porcentual, algo que ya sucedió recientemente, en 2019, cuando el PIB real aumentó un 2%.
Pero no debe olvidarse que el aumento de los salarios, unido a la reducción de la inflación, impulsará el consumo de las familias y la creación de empleo, alentando quizá el ascenso de los márgenes empresariales y con ligeros efectos negativos sobre la inflación.
La subida salarial que finalmente se produzca debería pactarse en el marco de la negociación colectiva, y bien podría situarse entre un 4% y un 5%. Este mismo marco sería también el idóneo para diferenciar el alza salarial según sectores, atendiendo a la también diferente evolución que han experimentado los beneficios de las empresas. Se minimizarían así los posibles efectos negativos sobre el empleo. En realidad, los salarios ya han venido creciendo más en las grandes empresas y en los sectores con mayores márgenes (energía, industria, banca, telecomunicaciones). También sería una función de un pacto de rentas como el propuesto la de evitar incrementos desmesurados de los beneficios empresariales en aquellos sectores con elevada presión de la demanda o en los que subsisten restricciones de oferta, tal y como han señalado el BCE y el Banco de España.